Ronaldo, el ‘fenómeno’
Tras ver desde el banquillo cómo Brasil conquistaba su cuarto Mundial en 1994, Ronaldo se erigió en estrella absoluta con su doblete en la final contra Alemania de la edición de 2002
cuando Roberto Baggio erró en el lanzamiento de su penalti, el Rose Bowl de Los Ángeles estalló en una fiesta verde-amarilla. Brasil acababa de conquistar su cuarto Mundial, el primero tras 24 años de sequía. Por fin otra generación de brasileiros recogía el testigo de Pelé, Branco, Romario, Bebeto, Dunga... Los dueños del fútbol mundial corrían para abrazar a Taffarel, el guardameta que había aguantado el tipo en la tanda de penaltis contra Italia. Entre ellos, saltaba sonriente un joven de 17 años que no había disputado un solo minuto de la competición. Delgado, de pelo corto y con dos dientes asomando entre los labios, celebraba la conquista quien en la siguiente década sembraría el terror en las porterías rivales. Era Ronaldo.
En 1998 Brasil llegó al Mundial de Francia como gran favorito. Ronaldo ya se había convertido en el delantero de moda en Europa y nadie dudaba de que podría ser la sensación del campeonato. En parte lo fue. Brasil incluso se permitió perder el último partido de la fase de grupos ante Noruega para pasar a la siguiente ronda. En las eliminatorias dejó en la cuneta a Chile, Dinamarca y Holanda. Ronaldo dejó su impronta con cuatro goles.
La anfitriona, Francia, era lo único que separaba a la canarinha de su quinto título. Iba a ser el partido más importante en la vida de Ronaldo, pero algo se salió del guión. Francia, con Zidane a la cabeza, pasó por encima de los sudamericanos y se impuso 3-0. Durante los noventa minutos no se supo nada de Ronaldo. Ese mismo día se conoció que el delantero había sufrido esa noche un ataque epiléptico en el hotel. Durante las siguientes semanas se especuló sobre las circunstancias de lo ocurrido y no faltó el debate de por qué había disputado un partido tan importante un jugador que en las últimas horas había pasado por un episodio de ese calado.
Cuatro años después, Ronaldo se cobró esa deuda que el fútbol tenía con él. Brasil se dio un paseo triunfal en Corea y Japón. En siete partidos Ronaldo anotó ocho goles, incluidos los dos que le colocó en la final al alemán Kahn. Esta vez el fenómeno besó la copa como en 1994, pero siendo protagonista absoluto dentro del terreno de juego.
El idilio de Ronaldo con los Mundiales tuvo su último episodio en la edición de 2006, en Alemania. Esta vez Brasil se estrelló en los cuartos de final con Francia, pero el potente delantero rompió una barrera que se perpetuaba desde la era de Gerd Müller. El alemán era entonces el máximo goleador de la competición con 14 dianas, pero los tres que consiguió Ronaldo le dejaban en lo más alto de este ranking con 15 goles. Otro alemán, Miroslav Klose, le bajaría de ese altar en el Mundial de 2014.
Con cuatro mundiales y dos Copas de América disputados, entre otros encuentros, Ronaldo se quitó la camiseta amarella con 67 goles en su cuenta, una cifra solo superada por Pelé.