Cien años en familia
El Santutxu celebra su centenario con el objetivo de mantenerse por novena temporada consecutiva en Tercera División, pero, sobre todo, con el propósito de continuar siendo un club de barrio
CORRÍA el año 1918 cuando la fiebre del fútbol golpeó al barrio bilbaino de Santutxu, de tal manera que sus vecinos quisieron institucionalizar su pasión en un club de renombre. De esta forma nació el Santutxu F. C., cuyo único objetivo era acercar a los jóvenes a este deporte. Así, en 1918, los más valientes se colocaron por primera vez los calzones azules, se atusaron la camiseta roja y echaron a correr por el barro detrás de la pelota. Y así, cien años después, pero en hierba, lo siguen haciendo sus nietos y sus bisnietos. Porque este año el Santutxu celebra su centenario con el propósito de mantenerse en Tercera División, la máxima categoría en la que ha militado a lo largo de su extensa historia; pero, sobre todo, sopla las velas con el deseo de seguir siendo un club familiar. De barrio. “El Santutxu da muchas satisfacciones y también momentos malos, pero la unión familiar que hay en este club es lo que le hace seguir adelante. Ver a camadas de chavales crecer año tras año, temporada a temporada, hace que se creen unos lazos muy bonitos”, explica Miguel Ángel Gómez, más conocido como Mitxelo. Él es el actual presidente del Santutxu y sabe bien de lo que habla, porque antes de eso fue jugador, entrenador y coordinador. Ha entregado media vida al club bilbaino y la institución forma parte de su familia. “Hace casi cuarenta años fiché por el Santutxu, que militaba en Regional Preferente, y ese mismo año me animé a entrenar a los alevines. Y justo en esa plantilla estaba Marquitos, el que ahora es el técnico del equipo senior. Hace tanto que nos conocemos que cómo no vamos a ser familia”, rememora.
Esta anécdota también es evocada por su otro protagonista, Juan Carlos Marco, Marquitos. Al ahora entrenador le enorgullece que en el Santutxu “nos conocemos todos y compartimos muchas cosas además del fútbol”. Porque a lo largo de sus cien años, el club bilbaino ha cambiado mucho, tanto como el mundo, pero hay una cosa que se ha mantenido inalterable: su sentimiento de pertenencia al barrio. De hecho, en sus comienzos, el Santutxu fue vagando por numerosos campos, puesto que no tenía un terreno propio en el que ejercer como local. Artxanda, Galdakao, Etxezuri, Zorro-tzaurre y Montefuerte fueron testigos de sus andadas, hasta que por fin logró instalarse en Mallona, donde empezaron a llegar sus mejores éxitos. Allí, en la meseta del monte Artagan, el Santutxu comenzó su ascenso hacia Tercera División y ya no está dispuesto a bajarse de ella. “Queríamos celebrar el centenario en esta categoría, sabiendo que era un objetivo complicado porque para un club de barrio mantenerse es muy difícil. Pero lo hemos conseguido y vamos a hacer todo lo posible por seguir aquí”, sentencia Marquitos. Con todo, la permanencia del Santutxu no es descabellada puesto que, a pesar de las desconfianzas de su técnico, el conjunto bilbaino se encuentra undécimo en la tabla, con un colchón de 13 puntos sobre el descenso.
Del Santutxu a Primera Una de las cosas por las que más pecho saca el Santutxu es por su cantera, por eso su filosofía se centra en el trabajo con la base. Veinte equipos, desde benjamines a juveniles, y más de 300 críos forman el orgullo del club. De hecho, más de la mitad de los futbolistas del primer equipo han sido formados en Mallona. Y es más, alguno de sus referentes dijeron adiós al equipo del barrio para cumplir el sueño de todo futbolista: jugar en Primera División. “Siempre decimos que es muy complicado conseguirlo porque, a parte de cualidades, hay que tener mucha suerte. Nos alegra que nuestros chavales hayan llegado tan alto y estamos seguros de que van a seguir llegando”, reconoce Mitxelo. Así, desde Emilio Iguarán, el primero que dio el salto del Santutxu al Athletic (en 1935) hasta Ibai Gómez, el último que lo ha conseguido, son varios los nombres que aportó el equipo de barrio a la disciplina rojiblanca. Urko Vera, Urko Arroyo o Jonan García son los más recientes. Pero sin lugar a dudas, el que más éxitos cosechó fue Jesús Garay. El central perteneció al Santutxu a finales de la década de los 40, fichó por el Athletic a comienzos de los 50 y despuntó en el Barcelona en el primer lustro de los 60 tras un fichaje millonario. Fue internacional absoluto, un fijo en el Mundial del 62 y acabó su carrera en el Málaga, tras ser considerado como uno de los mejores defensas de la Europa de aquel momento. Sin embargo, todos tienen algo en común: no olvidaron sus orígenes. De hecho, Ibai Gómez, hijo de Mitxelo, continúa muy ligado al club ya que considera que “es un orgullo haber pertenecido a esta familia, que me lo ha dado todo, como jugador y entrenador; y seguir formando, de alguna manera, parte del equipo del barrio porque es un club que me lo ha dado todo y por el que soy el futbolista y la persona que soy”.
Para celebrar sus cien años de historia, el Santutxu celebrará mañana (19.30 horas, Hotel Gran Bilbao) una gala de presentación del centenario. Asimismo, el conjunto bilbaino llevará acabo durante todo el año diferentes actos por su barrio porque, tal y como explica Mitxelo, “en Santutxu, este club es más que fútbol”.