bilbao - Italia, en su versión menos italiana, con un juego combinativo y ofensivo, especialmente en el primer acto, en el que pasó por encima de una España cabezona, que tropezó una y otra vez contra el muro de tres centrales diseñado por Antonio Conte, está ya en cuartos de final de la Eurocopa. Atrás quedó el catenaccio, una forma de vida que condujo al éxito a la selección azzurra. Ahora, pese a que los puntales del equipo son los tres zagueros y el guardameta, la columna vertebral de la Juventus de Turín, el combinado italiano entiende el fútbol de otra manera. Más alegre, acorde a su vitalista y animoso himno. Tampoco ve con malos ojos replegarse y aguardar a la contra, como hizo ante Bélgica y ayer durante buena parte de la segunda mitad. Pero resulta significativo que Italia dispusiera de hasta cuatro ocasiones claras de gol, además de los dos tantos. La suya fue una vendetta con mayúsculas, alejada del catenaccio, ante un combinado, el español, que se había convertido en su bestia negra en los últimos años.
Los medios de comunicación transalpinos amanecieron con el recuerdo de los últimos choques oficiales disputados entre ambos equipos. Un recuerdo nefasto para la siempre competitiva Italia, que no conocía el triunfo en los cuatro últimos enfrentamientos, siendo tres de ellos en cruces directos. Hasta ayer, había que remontarse hasta el Mundial de Estados Unidos de 1994 para dar con la última victoria azzurra. En un partido no exento de polémica, recordado por el codazo de Mauro Tassotti a Luis Enrique Martínez y que el trío arbitral dejó sin señalar, los italianos pasaron a semifinales tras imponerse 2-1 y llegarían hasta la final, donde les salió cruz en la lotería de los penaltis, que encumbró a Brasil.
Fue desde los once metros donde España acabó con su mal fario y superó la barrera de los cuartos de final en la Eurocopa de 2008 tras apear a Italia. El combinado estatal se proclamó campeón del torneo, como en 2012. En la cita disputada entre Polonia y Ucrania, la selección española superó con claridad a Italia en la finalísima, en el último gran partido que se le recuerda. Se impuso con un contundente 4-0, echando por tierra la previsible igualdad que se esperaba tras el empate a uno del encuentro de la fase de grupos.
El último precedente oficial data del verano de 2013, si bien este fue en una competición menor como la Copa Confederaciones. Brasil, que un año más tarde sería testigo de la peor versión de España en una fase final de un Mundial, fue testigo de un nuevo ejercicio de impotencia de los transalpinos, que volvieron a caer en los penaltis, en esta ocasión en semifinales.
Ayer, por fin, Italia pudo cobrarse su particular vendetta. La apisonadora alemana les espera en cuartos.
A buen seguro, Joachim Löw y su equipo de trabajo tomarían buena nota del desempeño italiano, que impidió cualquier atisbo de tiquitaca con una presión elevada y efectiva en el primer tiempo y algo más retrasada, fruto del cansancio, tras la reanudación. España fue un juguete a manos de Italia en el acto inicial. Sin ideas en los metros finales, con un planteamiento a todas luces erróneo y que Vicente del Bosque trató de solucionar tras el paso por vestuarios dando entrada a Aritz Aduriz en detrimento de un desafortunado Nolito, cayó con total merecimiento. Con el donostiarra mejoró la selección española, pero con su lesión a diez minutos para el final y sin Álvaro Morata en el verde, el gol se convirtió en una quimera.
de de gea a buffon El 2-0 final fue un reflejo de la diferencia que existió sobre el terreno de juego entre ambos conjuntos. Aunque la cosa pudo acabar en tragedia para España de no haber sido por David de Gea. Erró en el tanto de Chiellini, manos de mantequilla, pero fueron sus intervenciones las que sostuvieron al cuadro dirigido por Del Bosque. Las dudas residen en saber qué hubiese sido de la selección española si enfrente en vez de Eder y Pellè, hubiesen estado otros delanteros de mayor renombre y condiciones para la práctica del fútbol. Con todo, le bastó para ser superior. Sus futbolistas corrieron más que los de la selección española (116,9 kilómetros en total, por los 109,2 de su rival) y si fue el combinado estatal quien tuvo más posesión al término de los 90 minutos (42% frente al 58%), al descanso únicamente estaban seis puntos por debajo (47% y 53%).
Además, cuando el orden táctico de Italia falló, lo que sucedió en contadas ocasiones a lo largo del encuentro, apareció el de siempre: Gianluigi Buffon. El portero eterno, incansable. Todo un seguro bajo palos que desbarató la ocasión más clara de España en el último minuto. El central se encontró con un balón muerto al borde del área pequeña, pero el guardameta de la Juventus, reflejos felinos, echó al traste la ocasión.
Después llegaría la puntilla, obra de Graziano Pellè y, con su gol, a la contra, al más puro estilo de la vieja Italia, de la que solo queda el orden y el rigor táctico, un estallido de alegría.