INGLATERRA: Hart; Walker, Cahill, Smalling, Rose; Alli, Dier (Min. 46, Wilshere), Rooney (Min. 87, Rashford); Sturridge, Kane, Sterling (Min. 60, Vardy).

ISLANDIA: Halldorsson; Saevarsson, Arnason, Ragnar Sigurdsson, Skulason; Gudmundsson, Gylfi Sigurdsson, Aron Gunnarsson, Birkir Bjarnason; Sigthorsson (Min. 77, Elmar Bjarnasson), Bodvarsson (Min. 87, Traustason).

Goles: 1-0: Min. 4; Rooney, de penalti. 1-1: Min. 6; Ragnar Sigurdsson. 1-2: Min. 20; Sigthorsson.

Árbitro: Damir Skovina (Eslovenia). Amonestó a los ingleses Sturridge y a los islandeses Gylfi Sigurdsson, Aron Gunnarsson.

Incidencias: Partido disputado en el estadio Allianz-Riviera de Niza ante 33.901 espectadores.

BILBAO - Simplemente, increíble. Islandia, si no lo había hecho ya en esta Eurocopa de Francia, donde aún no ha conocido la derrota, escribió ayer una de las mayores gestas de la historia del fútbol al eliminar de la competición a Inglaterra, que, en lo que le concierne, quizás sufrió ayer su mayor humillación. “No llegarán lejos”, pronosticó Cristiano Ronaldo después de su inauguración del torneo, acaecida frente a los atenazadores islandeses. Lo que ha hecho Islandia, país de casi 330.000 habitantes, con solo siete campos de fútbol cubiertos en todo su territorio, con únicamente un centenar de licencias de fútbol profesional entre sus fronteras, es de leyenda, es, sin duda, una de las más preciosas historias que ha regalado al mundo este deporte del balón. Y lo mejor no es ganar, sino hacerlo con amigos, como dijo Kari Arnason, que aseguraba que a la mitad de los espectadores islandeses que asisten a cada partido, podría conocerles de vista. Fútbol en familia, de andar por casa, humilde. Pero exitoso. “Ellos no conocen a todos los jugadores islandeses, pero nosotros conocemos a todos los ingleses”, apostilló Arnason. De este modo empezó a escribirse la descomunal hazaña de ayer, la de unos octavos de final que el fútbol jamás olvidará.

Era la segunda acción del partido, la primera que cobró trascendencia, gracias al portero islandés Sigthorsson -el creador del videoclip con el que Islandia se presentó en 2012 a Eurovisión-, que, mal medida su salida, un error garrafal, provocó penalti sobre Sterling cuando el inglés no tenía nada que hacer, escorado como estaba, sin alternativas. Se adelantaba Inglaterra por mediación de Rooney. Se avecinaba tormenta para Islandia. Eso, al menos, pensaría el mundo entero, equivocado como estaba.

Pero el amor propio, en ocasiones, vence al talento. El sacrificio y la organización, a veces, valen más que cualquier otra virtud. Un saque de banda, buscando una jugada de estrategia, fue lanzado al área. Peinó un islandés y el esférico cayó en las botas de Ragnar Sigurdsson, que fusiló a Hart. Sorprendentes tablas en Niza. Islandia seguía ganando seguidores alrededor del planeta, porque no hay amante del fútbol, salvo Cristiano, que no alucine con estos vikingos del siglo XXI, corajudos, solidarios, envidiables.

Pero lo inimaginable estaba por llegar, porque una acción de gracia la puede tener cualquiera. En el minuto 18, los islandeses, dentro del área rival, ante una defensa como paradigma de la pasividad, también procedente el peligro desde un saque de banda, una jugada calcada a la del primer tanto, Sigthorsson se vio con el balón en sus pies y ajustó un disparo blando que Hart solo pudo desviar ligeramente, escaso para evitar el segundo gol. Sí, Islandia daba la vuelta al resultado. Dos ocasiones, dos goles. Eficacia. Productividad. Orgullo. Increíble.

Inglaterra estaba desdibujada. Corría sin criterio. Actuaba con ninguna clarividencia. Cero tensión. Y Rooney, faro inglés, multiplicándose por todas las zonas del campo para conectar la zaga con la delantera. Desesperación. Caos. Ridículo con semejantes nombres propios sobre el tapete. Mientras, Islandia apelaba a su planteamiento, el de defender con los once jugadores dentro de su campo, de su área en algunos casos, a fin de evitar sobreesfuerzos, para achicar espacios, para primar esa generosidad en el esfuerzo, esas coberturas que han traído a la selección hasta aquí. Una concepción de la palabra equipo inconmensurable. Lecciones de escuela. Por no exigir, Inglaterra ni exigía hacer faltas a los islandeses, que, sin calidad, ¿para qué iban a buscar situaciones de regate o cualquier excelencia individual? El equipo está por encima. Todos a una. Da sus frutos. Lo saben mejor que otros de prestigio, ahogados en su empresa.

Si Inglaterra había mostrado prisas desde los compases inaugurales, esta se acentuaba con el transcurso de los minutos. Los de Roy Hodgson hacían del terreno de juego un patio de colegio; Islandia se alistaba al paredón, pero con una tremenda efectividad, sin fisuras. Así se llegó al descanso, sin temblores islandeses. Al revés. Confianza plena.

El segundo acto corroboró lo acontecido en el primero. Solo que Islandia, incluso, se permitió modificar su guion. Se estiró por momentos en el campo inglés. Los de Lars Lagerback no eran once, sino millones de seguidores del fútbol.

adiós a la era hodgson En la segunda parte, la esperpéntica tropa de Hodgson, que dimitió al término, disparó por primera vez dentro del área rival en el minuto 79. Para entonces, Islandia pudo ampliar diferencias con una chilena. Islandia, sí, Islandia, cabe recordar al lector. Para el espectador era como ver ciencia ficción.

Las ocasiones fueron parejas en la segunda mitad. No había recursos ingleses, ni en forma de sustituciones ni en propuesta de juego. Con prácticamente un tercio de los pases que amasó Inglaterra, Islandia se gustaba, se crecía sin balón. Así, sonó el silbato. ¡Viva el fútbol! ¡Gracias, fútbol! Simplemente, increíble. Islandia es objeto de culto. ¿O no, Cristiano?