EL pasado 1 de mayo, el público congregado en Las Llanas vio una vez más a Jito coger el balón para lanzar un penalti. El rival era el Guadalajara y el encuentro enfilaba ya el descuento. Había que marcar ese penalti para poder seguir con opciones de play-off. La parroquia verdinegra, sin embargo, se lo tomaba con calma. La misma con la que el veterano atacante, de 36 años, lanzaba siempre los penaltis. Esta vez no fue una excepción. Gol del delantero catalán; otro más desde los once metros, otro más en los últimos minutos. Otra vez resolviendo Jito el partido saliendo desde el banquillo. Sin embargo, lo que ninguno de los presentes podía imaginarse es que aquella sería la última vez. Ya no habrá más penaltis lanzados inteligentemente al lado contrario del meta. No habrá más jugadas embarulladas en el área en las que Jito siempre aparecía en el lugar más insospechado para marcar. No habrá más fallos que los rivales tengan que terminar lamentando porque el 10 del Sestao estaba peligrosamente cerca.
El pasado miércoles terminaba la etapa de Jito Silvestre en el Sestao, una etapa que los aficionados del River nunca olvidarán. Muchos daban por hecho que el ariete se terminaría retirando en el Sestao -Jito tiene intención de jugar un año más- pero diferencias entre el jugador y la directiva a la hora de negociar la renovación han hecho imposible que Jito culmine su vida deportiva en Las Llanas después de haber militado en una docena de equipos. El delantero, afincado y arraigado en Gasteiz desde su paso por el club babazorro, tendrá que buscarse un nuevo destino, aunque siempre “anteponiendo el bienestar” de su familia. Por eso, presumiblemente, su nuevo equipo no estará lejos de la capital de Euskadi.
La historia del River en sus últimas tres temporadas es la historia de Jito. Llegó a Las Llanas de la mano de Ángel Viadero, con 33 primaveras, hace ahora tres años. El equipo se acababa de salvar in extremis de descender a la Tercera y la remodelación de la plantilla dio paso a jugadores veteranos como Gerardo, Esnaola o Dani Guerrero combinados con jóvenes valores como Diamanka. Ya desde los primeros partidos se vio a un equipo capaz de todo abanderado por un delantero demoledor. En las primeras quince jornadas, el ariete barcelonés hizo otros tantos goles. En la memoria de muchos aficionados permanecerán muchas tardes marcadas con sus goles. Como aquella en la que le hizo un póquer al Huesca, o aquella otra en la que sólo necesitó 27 minutos para lograr un hat-trick frente al Conquense. También contribuyó a goleadas como el 5-0 sobre el Fuenlabrada que marcó un hito como la mayor goleada a favor del Sestao en Segunda B. Sus 28 goles logrados en la liga regular, doce de ellos desde los once metros, auparon al River a la cima, proclamándose campeón de liga de forma sorprendente.
Jito, muy dado a seguir todos los datos y estadísticas que él mismo rompía una y otra vez -“Veo todas estas cifras como una manera más de motivarme”, solía decir-, guarda en su memoria todos y cada uno de aquellos enfrentamientos que han pasado a ser leyenda del Sestao y de Las Llanas, pero sin embargo siempre recuerda con amargura el encuentro que el River jugó en el Carlos Belmonte de Albacete, donde perdió la posibilidad de ascender a Segunda después de tenerlo prácticamente en la mano, con un marcador favorable de 0-2. Luego llegó el derrumbe y el equipo acabó cayendo ante el Nástic y sin opciones de subir. La temporada siguiente Jito logró 16 goles aunque el equipo acabó en tierra de nadie y sin opciones de play-off. Esta temporada dos lesiones han impedido a Jito jugar con continuidad aunque seguía siendo determinante y, con 8 goles, resolvió muchos encuentros.
Lo que es seguro es que tendrán que pasar muchos años para volver a ver algo parecido no ya en Las Llanas, sino en toda la categoría de bronce. 52 goles en 102 partidos, con una media realizadora de casi 0,51 goles por encuentro -para hacerse una idea, Aduriz tiene una media de 0,44 con el Athletic-, y 17 goles desde el punto de penalti fallando solo uno. La cuenta comenzó con 33 años de edad. A los 36, deja el River demostrando que lo imposible también se puede conseguir y dejando a Las Llanas huérfano de su sola presencia, que ya suponía una ventaja sobre cualquier rival que se pusiera enfrente.