BARAKALDO disfrutó y sufrió por igual de una cita futbolística tan especial como atractiva. Numerosos comercios, engalanados con banderas y distintivos del conjunto aurinegro, calentaron el envite copero ante el Valencia a lomos de la fe y la ilusión. Lo hicieron en los días y semanas previas y, cómo no, durante la intensa jornada de ayer, en la que un gran número de aficionados se echó a la calle para saborear intensamente cuanto rodeó al encuentro. Horas antes del inicio del partido, uno de los puntos de concentración volvió a establecerse en la calle Zaballa, donde muchos seguidores realizaron su particular calentamiento de camino a Lasesarre, que albergó un choque de altos vuelos y fuertes emociones.

La visita de un club de Primera División, con sello de la Champions League incorporado, derivó en un ambiente de gala, a pesar de que no se registró un lleno. En los prolegómenos, no obstante, las largas colas formadas para acceder al campo reflejaron la trascendencia del partido y las ganas de vivir in situ el primer asalto de una eliminatoria de campanillas. Al grito de “sí se puede” y “Barakaldo nunca se rinde”, la entregada afición vizcaina hizo todo lo que pudo por subir la temperatura ambiental y dotar de un punto extra de energía a los jugadores de David Movilla, vitoreados y aclamados desde que se escucharon sus nombres por megafonía.

Con las calles más vacías de lo habitual y Lasesarre rugiendo al son que marcaron las 5.200 gargantas locales, llegó el primer gol del choque, obra de Alain Arroyo. El tanto del capitán, a la salida de un córner botado en el minuto 15, fue celebrado por todo lo alto mientras el banquillo che, con el interino Voro al mando, lamentaba la enérgica y eficaz puesta en escena de los fabriles, que trasladaron al césped la intensidad que reinó en las gradas.

Ni siquiera el gol del empate, firmado por el portugués Joao Cancelo tres minutos después del 1-0, aplacó el ímpetu de la afición del Barakaldo, consciente de la importancia de no dar ni un solo respiro a los futbolistas valencianistas, ni a Undiano Mallenco, que también sintió en primera persona los efectos de la tremenda ilusión que desprendió la grada en un encuentro que nada tuvo que envidiar a muchos de los que se disputan cada fin de semana en los estadios de Primera División.

Demasiado castigo Tuvo que ser Gayà, en la segunda mitad, quien desnivelara la contienda con un gol que supuso el principio del fin para el Barakaldo, que acusó el desgaste físico con el paso de los minutos. Parejo, tras transformar un penalti en el tramo final del partido, selló el definitivo 1-3 con el que el Valencia afrontará el compromiso de vuelta en Mestalla. Con escasa fe en una hipotética remontada, pero con el orgullo intacto por haber asistido en directo a un duelo de primera magnitud, la ferviente hinchada aurinegra despidió a sus héroes entre sonoros aplausos.

Nada, incluido el inmerecido resultado final, condicionó la cariñosa despedida brindada a los pupilos de Movilla, guerreros sin premio en una fría noche que acabó, más allá del marcador, con un brindis por la Copa.