ALI Diakité, de 20 años, tiene una estatura de 1’80 metros y 77 kilogramos de peso y es natural de Costa de Marfil. Es un mediocentro defensivo con gran capacidad física, contundencia y ha sido internacional con su país en categorías inferiores El joven africano es tímido y habla pausadamente. Su llegada a Europa no fue sencilla. Ha pasado momentos duros, por lo que se prepara a fondo cada día para cumplir su sueño: jugar en Primera o Segunda División. Tras su llegada al conjunto de David Movilla en el pasado mercado de invierno, ha jugado ocho partidos, cinco como titular.

Sus comienzos futbolísticos se remontan a cuando jugaba con sus amigos en la calle de su barrio. Ali vivía en una ciudad llamada Beoumi con sus padres. “Un buen día alguien se fijó en mí y me ofreció una oportunidad de ir a la capital de Costa de Marfil y empezar a jugar el verdadero fútbol. Tuve que dejar a mis padres y desplazarme a la capital. Fue una decisión dura, ya que en Abillan había mucho movimiento de gente”, indica el jugador del Leioa, que mañana se mide al Sestao (18.00 horas) en Sarriena.

En Abillan entró a formar parte de una escuela de fútbol: “Estuve un año y por medio de la empresa de Barcelona Promo Sport participé en un torneo en Burkina Faso. Allí fuimos 74 jugadores y jugamos cuatro partidos”. Diakité fue uno de los más destacados y algunos clubes españoles, como el Valladolid y el Almería se interesaron por sus servicios.

En lugar del frío a orillas del Pisuerga, el primer jugador africano que defiende la camiseta del Leioa puso rumbo al sur. Con 17 años se presentó en Almería, pero no pudo jugar hasta ser mayor de edad al no tener un permiso de trabajo. “Empecé a jugar en División de Honor Juvenil y al cumplir los 19, el entrenador del filial no contaba conmigo y me cedieron al Comarca Níjar de Tercera División. Allí jugué 22 partidos en la primera vuelta y en la segunda tuve un problema de pubis que me dejó parado cuatro meses”, relata Diakité. Esta primera etapa fue muy difícil para él, según destaca: “Tuve momentos en que lloré y pensé en retornar a mi país, porque no estaba acostumbrado a muchas cosas. No me enteraba de nada”. Fueron pasando los meses y con la ayuda de sus compañeros aprendió el idioma y se fue desenvolviendo mejor.

Su siguiente destino fue el filial del Nastic de Tarragona, la Pobla de Mafumet, la temporada pasada. El azulgrana narra que “fue un año complicado, lo primero porque jugaba por primera vez sobre césped artificial y no siempre era titular. En esos momentos me acordaba mucho de mi familia, sobre todo de mi madre y mis hermanos, ya que mi padre había fallecido. Ellos me daban consejos de que apretara y de que fuera fuerte”.

Diakité quiso probar en Segunda B y se fue a Cuenca el pasado verano. Dispuso de minutos en el Conquense, pero llegó el fatídico día del 8-1 ante el Barakaldo en el que salió como suplente y ya no volvió a jugar: “El entrenador, Jordi Fresneda, me comunicó que iban a fichar un jugador en mi posición y que iba a tener menos minutos para jugar. En ese momento me marché para casa muy tocado y pensando que si me iba del Conquense era un fracaso”. Quedó libre en el mercado de invierno y tuvo varias ofertas -Alcorcón, Lorca...-, pero se decidió por el Leioa. “Aquí se ve una cultura de juego parecida a la del fútbol inglés, con mucha intensidad”, subraya.

En el Leioa está muy contento con las instalaciones y tiene una buena relación con sus compañeros. “He sido muy bien recibido y los campos son magníficos. Tener el gimnasio al lado del vestuario es un lujo”, añade el centrocampista azulgrana. Diakité defiende sus sueños: “Quiero demostrar que estoy a un nivel alto y hacer ver a la gente que puedo jugar en Segunda B. Soy un jugador que busca la felicidad y no el dinero”.