uNA extraña sensación se apoderó de los aficionados del Arsenal pocos días antes del comienzo de la temporada 1996-97. Una disputa entre el técnico Bruce Rioch y la directiva por el dinero destinado a fichajes acabó con la aventura del entrenador inglés, que había llegado al club tan solo un año antes y clasificó al equipo para la Copa de la UEFA. Se abrió entonces un periodo de incertidumbre. Mientras Stewart Houston y Pat Rice se alternaron en el banquillo de manera temporal, muchos fueron los nombres que sonaron para reemplazar a Rioch. Entre ellos, el de Johan Cruyff, que el curso anterior había puesto fin a su etapa en el Barcelona. Sin embargo, la directiva del Arsenal apostó por Arsene Wenger (Estrasburgo, 1949), un completo desconocido para el aficionado medio cuyo mayor logro había sido conquistar la Liga francesa con el Mónaco en 1988.

Tal fue la sorpresa en el entorno gunner, que el 30 de septiembre de 1996 el diario londinense Evening Standard, tras conocer el fichaje del técnico francés, tituló "Arsene who?" -Arsene ¿quién?-. Han pasado ya casi 18 años de aquello y el que entonces era todo un desconocido es ahora uno de los entrenadores más reconocido y admirado del planeta. Sus números le avalan y, a pesar de que lleva nueve años sin conquistar título alguno, la confianza en el técnico es total. El sábado, ante el Chelsea, dirigió su partido número 1.000 al frente del Arsenal. Casi nada. Eso sí, la alegría no pudo ser completa, pues el conjunto de Mourinho le hincó el diente y le endosó un contundente 6-0 en uno de "los peores días" de Wenger como técnico gunner.

Llegó desde el fútbol japonés y pocos confiaban en que aquel francés de apariencia refinada pudiera lidiar con un vestuario complicado liderado por Ian Wright y Tony Adams, a quienes se les atribuía fama de alborotadores. Sin embargo, el profesor, como así se le conoce a Arsene Wenger demostró ser un hombre de carácter férreo. No era nuevo en el mundo del fútbol -tras dejar el Mónaco, donde ganó una Liga y una Copa, en 1994 rechazó una oferta del Bayern de Múnich para iniciar su aventura en Japón- y quienes le conocían ya hablaban de su peculiar forma de entender el juego, muy alejado del estilo inglés.

Lo primero que hizo fue prohibir los dulces que los futbolistas engullían en el autobús del equipo, así como las innumerables pintas que acostumbraban a tomar. Pero el principal cambio llegó en el plano puramente futbolístico. Con Wenger se acabó rifar el balón. Había que mimarlo.

oleada de éxitos La plantilla asimiló los cambios y los títulos no se hicieron esperar. En la primera campaña con el técnico galo, los gunners fueron terceros en Liga. Fue la antesala del éxito que les esperaría tan solo un año después. El Arsenal conquistó la Liga y la FA Cup, conjunción que no se daba desde 1971, y todas las dudas que se generaron a su llegada se evaporaron. Los triunfos se sucedieron en las siguientes campañas: repitió el doblete en 2002, ganó la Premier en 2004 -manteniéndose invicto durante todo el campeonato- y la Copa en 2003 y 2005. Con aquella FA se acabaron los éxitos, aunque a punto estuvo de alzarse con la Champions en 2006, pero el Barcelona se topó en su camino en una final que tenían ganada a quince minutos del final.

La hinchada del Arsenal aguarda desde hace nueve años un título. Esta campaña tienen la Copa tiro -están en semifinales- y al descubridor de Patrick Vieira, Thierry Henry y más recientemente a Robin Van Persie o Cesc Fàbregas. Motivos suficientes para creer en Arsene Wenger.