ESTOY triste", apostilla, de buenas a primeras, Kike Liñero (3-VII-1966, Gordexola), exentrenador de Basconia, Bilbao Athletic y Guadalajara. "Estoy con ganas de volver al mundo del fútbol", añade. Acaba de concluir su gran aventura, su experiencia vital y profesional "más diferente", homérica. Está de vuelta en tierras vascas después de afrontar catorce meses de trabajo a más de 10.000 kilómetros de su pueblo natal, en una Corea del Sur donde el deporte rey supera cualquier hermetismo cultural y también se nutre de la globalización.

Liñero es uno de esos hombres del fútbol que se han erigido en atractivo para escenarios con grandes márgenes de desarrollo. En esta ola surfean tipos con pasado rojiblanco como Clemente, Goikoetxea, Patxi Salinas... Aventureros, personajes cuya necesidad de verse en los banquillos se ha visto iluminada por la iniciativa. En el caso de Liñero, otro profesional crecido en Lezama, el interés, y gracias a la mediación del expresidente de las Federaciones Española y Vasca de Taekwondo Manuel Colmenero, procedió del Seúl Fútbol Club, uno de los más importantes de su país, cuyo estadio, el denominado Mundialista de Seúl -producto del Mundial de Corea y Japón de 2002-, tiene capacidad para albergar más de 66.000 almas.

Buscando seguir atado como el cordón umbilical a su pasión, convenció a su familia, hizo las maletas y juntos -Kike, su mujer Maider y su hija Aiyana, ahora con 5 años- encontraron su hogar en uno de los rincones del planeta, sin frontera ni temor a la cultura y el idioma, con un contrato de catorce meses vista y el deber de coordinar la cantera del club surcoreano, que el año pasado fue subcampeón de la Liga de Campeones asiática.

"Siendo Corea del Sur una potencia mundial se trabaja mucho y bien, pero a nivel de fútbol me sorprendió la falta de organización", atestigua, sobre su aterrizaje en un país "en el que las letras no son letras". "Vas allí y piensas en la tecnología, pero falta organización y metodología, rigor en el trabajo diario". Porque las ganas y el talento, según ilustra, no racanean. "Tenía que decir que dejaran de entrenar, porque la predisposición era absoluta, más que todo lo que había conocido antes, pero tenía que decir que para mejorar no se trata de entrenar muchas horas, sino de realizar entrenamientos de calidad", explica, otorgando a los surcoreanos virtudes como la rapidez o la capacidad técnica. "Me sorprendía ver a tantos ambidiestros. Al tener el tren inferior corto, pienso que les ayuda en la coordinación de movimientos", suma, contemplando amplio margen de progreso. "Falta la táctica", recalca.

Liñero, primer entrenador del Athletic sin haber sido previamente jugador del primer equipo, comenzó en el Seúl como "chico para todo", para pasar a concretar sus labores: "Entrené al equipo sub'21, que no competía; dirigí a los sub'18, llevaba el trabajo de fuerza de los equipos de base y preparaba la metodología de los entrenamientos. Terminé realizando análisis para el primer equipo e incluso hice de scouter, desplazándome a Estados Unidos y Brasil para seguir al delantero brasileño Rafa Costa, que posteriormente fue fichado".

Unas labores que acaparaban la mayoría de las horas del día. "Ha habido muchas veces en las que apenas he dormido cuatro horas", describe, como entrega de cuerpo y mente, con los cinco sentidos inmersos en sus labores, pues la cultura y el idioma son condicionantes. "Tenía un traductor, pero he buscado ilustrar mis ideas con vídeos", resume el formador, que se fajó en el filial rojiblanco con jugadores como Beñat o Susaeta. Respecto al modo de vida, "no he tenido grandes problemas. Eso sí, he comido toda clase de hierbas".

arrastrado por una dimisión Vivía feliz en Corea del Sur, con expectativas de prolongar un proyecto de largo recorrido, hasta que el director deportivo del Seúl, quien depositó su confianza en Liñero, dimitió en diciembre. Esto dejó al de Gordexola en la cuerda floja, lo cual, sumado a los desajustes en la tesorería del club -"han tenido que vender a China a los dos jugadores más importantes del primer equipo"- hizo que tanto él como otros componentes de la estructura fueran prescindibles. "Hubiera seguido. Si pudiera, volvería; de hecho, creo que algún día volveré. No es lo más ilusionante que he hecho, porque eso fue coger las riendas del Bilbao Athletic y sigue siendo mi mayor ilusión, regresar al Athletic -"ya me he preocupado de que conozcan al equipo y a Euskadi", subraya-, pero ha sido una experiencia diferente que le recomendaría a todo el mundo; me he sentido valorado, cosa que a veces no ha ocurrido en casa", suspira Liñero, que mientras aguarda a un nuevo tren entrena precisamente a un grupo de jóvenes coreanos que estudian en Bizkaia. "Soy muy activo. No llevo bien levantarme de la cama sin obligaciones. Mi intención es salir de aquí de nuevo, porque todo el mundo necesita trabajar y he aprendido que lejos de aquí se puede seguir siendo feliz".

La iniciativa para emigrar rompió la membrana del temor y ahora el radio de acción se extiende detrás de una pasión: bucear en los mares del fútbol, donde "en ocasiones la experiencia vale más que el dinero".