BILBAO - Después de tres meses sin ver un euro, los jugadores que integran la plantilla del Racing de Santander decidieron plantarse el pasado 30 de enero y se negaron en redondo a disputar el partido de vuelta de cuartos de final de Copa frente a la Real Sociedad. El radical desafío contó con el beneplácito de la afición racinguista y sus peñas y atrajo el foco internacional hacia un conflicto marginal. Porque el Racing, un histórico del fútbol estatal, milita en Segunda B, una categoría donde los problemas apenas traspasan las puertas de la comunidad próxima.
Fue una especie de catarsis para el club y sus seguidores, que lograron acabar con los anteriores directivos. Sin embargo la llamada revolución verde no supone la salvación del club, que si bien ha visto entrar algo de dinero de las taquillas para comenzar a pagar a sus empleados, con una deuda superior a los 30 millones de euros tiene de plazo hasta junio para encontrar alguna solución a sus numerosos problemas.
Justo la víspera, el 29 de enero, se cumplían tres años desde que un empresario indio, Ashan Ali Syed, se hacía con la propiedad del club con el aval de prestigiosa firma Credit Suisse, lo cual disipó entre la hinchada racinguista y los próceres de la comunidad, con el entonces presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, a la cabeza, que tan extraño interés pudiera acabar como en la época de Piterman, convertidos en el hazmerreír del orbe futbolístico.
Al empresario indio sí que le jalearon sus gracias, no en vano prometió que transformaría al Racing, a medio plazo, en un club de clase alta, con capacidad para codearse con los grandes sin desmerecer y aspirar a las plazas europeas. Y para colmo estaba interesado en invertir en el desarrollo de la comunidad cántabra.
Demasiado bonito como para ser cierto. Y así fue. Resulta que Ali Syed era un timador de tomo y lomo, pero supo dar el pego ante unas autoridades receptivas a cualquier posibilidad de quitarse de encima un club acuciado por las deudas. Entonces el Racing estaba en Primera e incluso llegó a disputar por primera vez una competición continental, la Europa League. Ahora está en Segunda B y su destino parece claro, salvo milagro: la desaparición.
La llamada revolución verde que desencadenó el plante de los futbolistas sirvió para vivificar y unir a la hinchada racinguista en el objetivo de acabar con el Consejo, con Ángel Lavín, Harry, a la cabeza pero manejado desde la sombra por Francisco Pernía, acusados de corruptos, sujetos de un sinfín de querellas y probablemente las personas más denostadas en Cantabria.
El nuevo Racing surgió dos días después, el 31 de enero, cuando el jurista holandés Onur Arslan, en representación de Western Gulf Advisory SPorts Holding (WGA), con domicilio en Amsterdam, empresa dueña de la mayoría de las acciones del club, acudió al Consejo de administración convocado para ese día para destituir a su junta directiva y reemplazarla por una nueva, con el carismático exjugador Tuto Sañudo de presidente interino, hasta el 30 de junio.
sentencia judicial WGA había destituido a Ahsa Alí Syed el 23 de enero como administrador, pero tres meses antes, el 12 de noviembre, el Juzgado Número 55 de Madrid acordaba que debían devolver las acciones del club a su anterior dueño, Jacobo Montalvo, a través de la empresa Dumviro, por incumplimiento de contrato. WGA recurrió el fallo, que está pendiente de resolución.
Montalvo vendió su paquete accionarial a Alí Syed el 29 de enero de 2011 por 15 millones, de los cuales la firma WGA sólo ha desembolsado 500.00 euros. Alí Syed, además, se comprometió a asumir el crédito de siete millones de euros del Gobierno de Cantabria, acuerdo que tampoco cumplió. El 10 de mayo de 2011 el empresario indio desapareció del mapa santanderino y el 7 de julio el Racing tuvo que solicitar el concurso de acreedores.
Tras el reciente cambio en la directiva, las fuerzas vivas del Racing han comenzado a moverse. Más de 16.000 aficionados acudieron al estadio de El Sardinero para asistir al Racing-Cultural y en una semana 2.000 personas se hicieron socios del club, que hasta entonces contaba con 5.000 abonados. Pero lo mejor fue el levantamiento parcial del embargo de los abonos y taquillas, lo cual ha permitido al club santanderino comenzar a pagar a sus jugadores, a quienes debe 400.000 euros en atrasos. Eso ha hecho Inmoarrabi, empresa guipuzcoana a quien el club adeuda 2,5 millones, pero no Hacienda, el principal acreedor, con quien el Racing negocia un calendario de pagos que le permita tomar un poco de aire.
Sin apenas patrimonio, a medio plazo, la supervivencia del Racing pasa por el ascenso a la Liga Adelante, la ampliación de capital (a la última convocatoria, el pasado septiembre, no acudió casi nadie) o la llegada de un mecenas de verdad. Porque el 30 de junio el club cántabro debe empezar a pagar a los acreedores o proceder a su disolución si carece de recursos.