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El último capricho de Abramovich

El magnate ruso logra su meta tras nueve años y más de 875 millones en fichajes

El último capricho de AbramovichEFE

la obsesión tenía que cumplirse por la misma vía de penaltis que tanto le hizo sufrir en 2008, y después de nueve años de intentos, el dueño del Chelsea, el magnate ruso Roman Abramovich, pudo ver finalmente a su equipo coronarse como el rey de Europa tras arrebatarle el título de la Champions League al Bayern Múnich en su flamante estadio del Allianz Arena.

Fueron nueve años esquivos en los que no había millones de euros posibles ni estrellas del fútbol mundial para poder hacer realidad la obsesión. Unos 875 millones de euros gastados en fichajes, decenas de futbolistas comprados y ocho entrenadores fueron necesarios para que el empresario petrolero pudiera ubicar a su club en lo más alto del fútbol.

Después de innumerables frustraciones, que nacieron en junio de 2003, el magnate ruso hizo realidad sus intenciones con el club londinense: la idea no sólo era ubicar a un equipo modesto de la capital inglesa en la primera escena de la Premier sino también elevarlo a la cúspide del continente europeo.

"Quiero hacer un equipo que pueda ganar la Copa de Europa", dijo en su momento Abramovich, lo que sonó tanto a una utopía como a una teoría descabellada para todo el mundo. Así y todo, a base de un dineral gastado en fichajes y nombres de primera línea, tanto para el banquillo como para el campo de juego, el Chelsea logró forjarse como uno de los cuatro equipos más grandes de Inglaterra de la última década, así como un conjunto de elite en Europa.

Los resultados exitosos en el ámbito doméstico no tardaron en aparecer: a lo largo de los últimos nueve años, el Chelsea ganó tres de las cuatro Ligas inglesas de su historia, cuatro de sus siete Copas de Inglaterra, dos de sus cuatro Community Shield y dos de sus cuatro Carling Cup. Con el pasar de los años, el petrolero de 45 años fue convirtiendo a este equipo sin renombre internacional en una primera marca del fútbol mundial a base de éxitos deportivos y estrellas mundiales.

La aparición de José Mourinho como portavoz y símbolo del nuevo Chelsea y jugadores de la talla de Didier Drogba, Arjen Robben, Michael Ballack o Fernando Torres terminaron de armar la atmósfera de un equipo habituado a las grandes citas.

Así y todo la Champions League fue el talón de Aquiles que siempre persiguió a este fanático de los yates. Si bien el Chelsea se consolidó como un equipo casi siempre presente en la segunda fase, en cada una de las ediciones de estos últimos nueve años vio cómo equipos con mayor historia se alzaban con el título.

Hasta la final del sábado, los londinenses estuvieron presentes en cuatro semifinales y en una final, aquella en Moscú, contra el Manchester United, y en la que el emblema John Terry resbaló al lanzar un penalti que podía haber significado la gloria. "La ambición del Chelsea para ganar la Champions nació de Abramovich y luego la esparció por todo el club. Unas de las razones que me motivaron para firmar por el Chelsea es esa ambición por lograr esta competición", dijo en vísperas Fernando Torres. Finalmente fue Drogba, una de los primeros fichajes en su gestión, el encargado de hacer posible una de las pocas obsesiones que le quedaban por cumplir a un empresario que ya siente todopoderoso.