REAL MADRID: Casillas; Altintop, Ramos, Carvalho, Coentrao; Pepe (M. 80: Granero), Lass (Min. 65: Özil), Xabi Alonso; Cristiano, Benzema e Higuaín (Min. 65: Callejón).
BARCELONA: Pinto; Alves, Piqué, Puyol, Abidal; Busquets, Iniesta, Xavi (Min. 85: Thiago), Cesc (Min.88: Cuenca); Alexis (Min. 81: Adriano) y Messi.
Goles: 1-0: Min. 13; Cristiano resuelve un contragolpe del Real Madrid, lanzado por Benzema, con un tiro raso que sorprende a Pinto. 1-1: Min. 48: Puyol remata de cabeza, lanzándose en plancha, un córner. 1-2: Min. 77: Abidal tras un magistral pase de Messi.
Árbitro: Muñiz Fernández. Mostró tarjetas amarillas a Pepe (m. 17), Piqué (m. 20), Busquets (m. 55), Coentrao (m. 67), Callejón (m. 69), Puyol m. 76) y Carvalho (m. 86).
Incidencias: Estadio Santiago Bernabéu, lleno, unas 75.000 espectadores.
bilbao. Pinto es en el Barça el eslabón perdido. La única vez que el Real Madrid de Mourinho superó al Barça, en la prórroga de la final de Copa de la pasada temporada, defendiendo la portería azulgrana estaba el portero andaluz. Entonces marcó Cristiano Ronaldo, en la única huella que se le recuerda al divo luso frente al gran rival, y su gol sirvió para que el madridismo agarrara un premio de consolación, teniendo en cuenta la dimensión de los choques (en la Liga, en la Champions).
Ayer ocurrió lo mismo. Volvió a marcar Ronaldo porque volvió a pifiarla Pinto, el eslabón perdido del Barça, pues es el único que desentona en la excelsa sinfonía construida por Pep Guardiola, quien sin embargo se empeña en colocarle bajo los palos en los encuentros coperos, e incluso ha pedido su renovación, por esa determinación suya de hacer partícipes a todos, incluso al eslabón perdido, de la grandeza azulgrana.
Marcó Ronaldo en la único disparo del Madrid contra la portería azulgrana, a los once minutos, porque para que ocurriera un fenómeno parecido hubo que esperar al minuto 57, cuando Benzema lanzó el balón contra el poste. Y no se supo mucho más sobre la capacidad ofensiva del equipo blanco, de habitual enorme.
En impedir que esto sucediera tuvo mucho que ver José Mourinho. En vísperas de cada clásico, el orgulloso técnico luso claudica; sufre un complejo de inferioridad tan fuerte que le lleva a construir artificios tácticos tan extravagantes como rescatar a Carvalho como central acompañando a Ramos; sorprender con Altintop en la banda derecha y alinear un trivote (Lass, Xabi Alonso y Pepe) diseñado para destruir por lo civil o lo penal el juego azulgrana.
Ofensivamente sacó a tres hombres, pero con matices: Ronaldo jugó de extremo izquierdo, pero también de lateral (¿Recuerdan a Eto'o en aquel Barça-Inter de semifinales de la Champions?); hasta que acabó reventado por el esfuerzo. Benzema era más centrocampista que punta e Higuaín se perdió en la nada porque el Madrid carecía de creación.
Con todo, el Madrid pegó primero. Pero el plan de Mourinho saltó por los aires en cuanto apareció otro eslabón perdido: Carles Puyol. El central catalán dibujó una estampa color sepia, en plan Sabino a mí el pelotón que los arrollo, lanzándose con furia para rematar en plancha el primer gol azulgrana.
El Barça conseguía el empate con un golpe salvaje, poco común con su estética, y esa acción terminó por desquiciar a los jugadores del Madrid que, entonces sí, sacaron al auténtico eslabón perdido, aquel humanoide a partir del cual hombres y simio tomaron caminos diferentes. Pepe se quedó en la ruta. Desquiciado, repartió estopa a diestro y siniestro. Malintencionado, pisó con saña la mano de Messi cuando éste estaba en el suelo, víctima de otra tarascada de Callejón.
Pero se ha visto en todo el mundo, arruinando aun más la imagen del Madrid. Messi se enredó en la madeja blanca, pero tuvo su instante: un pase magistral que Abidal convirtió en el gol de la victoria azulgrana, que ya acaricia la semifinal a costa de otra humillación del madridismo.