El Madrid ya está metido en el follón

bilbao. Apenas un mes de competición y el Real Madrid, con José Mourinho como génesis y punto de referencia incuestionable, ya está metido en líos y entregado a ese complejo persecutorio y victimista que tanto dio que hablar la pasada campaña y le sirvió al técnico luso para justificar sus derrotas, sobre todo ante el Barça, y a la hinchada blanca para cerrar filas en defensa de su caudillo lusitano.

Claro que nada de eso, o poco, habría pasado si el equipo blanco gana en agosto la Supercopa de España al Barça y si el pasado domingo no hubiera perdido ante el Levante, según estaba previsto por la lógica más evidente, tras puntos que pueden ser de oro en el pulso liguero con el conjunto azulgrana.

Si Mourinho dejó estupefacto al mundo cuando se acercó por atrás a Tito Vilanova, mano derecha de Pep Guardiola, para meterle el dedo en el ojo de aquella forma vil y rastrera en el partido de vuelta de la Supercopa, que terminó como el rosario de la aurora, ayer volvió a lucir palmito al arrojar toda la culpa de la derrota en el Ciutat de Valencia al alemán Sami Khedira, que fue expulsado por el colegiado Turienzo Álvarez. Porque él, Mourinho, siempre es y será un ganador. "En mi opinión, (la derrota) es culpa de un jugador mío, que sabía que ese tipo de situación se podían dar y Khedira ha caído en la trampa. Él lo sabía y por eso lo responsabilizo de la derrota, no tengo problema de hacerlo abiertamente, pero el árbitro también tiene culpa, porque dejó de señalar un penalti y una expulsión del Levante y eso es mucho", afirmó el técnico del Real Madrid tras el partido.

Y aquí aparece otro de los factores contra los que el equipo merengue, quién lo iba a decir, tendrá que volver a luchar como un titán: la persecución arbitral.

En seis partidos oficiales, el Real Madrid ha sufrido tres expulsiones (Marcelo en el Barça-Real Madrid de la Supercopa, y en el encuentro ante el Dinamo de Zagreb en la Liga de campeones, más el de Khedira), un promedio que sobre todo habla a las claras del grado de agresividad y camorrismo con el que siguen empleándose los jugadores.

Frente al Levante, el central luso Pepe, probablemente el más reputado mamporrero del equipo blanco, volvió a golpear a un contrario, en este caso a Xavi López, cuando estaba en el suelo. "Me quedé flipado, aunque lo que más sorprendió es que el árbitro, que lo vio, no quisiera expulsarlo", confesó el agredido.

También es cierto que los jugadores madridistas soportan la agresividad del rival, sobre todo Cristiano Ronaldo, aunque la estrella lusa, tras acabar ligeramente lesionado de un tobillo el partido frente al Dinamo, además de pedir a la UEFA más protección arbitral para los fenómenos como él, se interrogó sobre por qué recibe tanta cera del contrario para concluir: "Será porque soy guapo, rico y un gran futbolista; porque me tienen envidia. No tengo otra explicación", aseguró el modesto delantero portugués.

los campos malditos Para desgracia del Real Madrid también persiste otro factor desestabilizador: los campos malditos. Porque el Ciutat de Valencia es, junto al Reyno de Navarra y el Nou Camp, los únicos de Primera en los que el equipo de José Mourinho no ha podido sumar ninguna victoria en sus dos últimas visitas ligueras.

El partido frente al Levante también ha dejado en el Madrid otro tipo de secuelas, como son las lesiones de Pepe y Fabio Coentrao. Ambos sufren roturas musculares y no podrán jugar mañana ante el Racing.