bilbao. Cumplida la vigésimo cuarta jornada de Liga y tras vencer al Mallorca en Anoeta (1-0) la Real Sociedad alcanzó los 24 puntos, los mismos que tenía el Sevilla, séptimo clasificado y por tanto en zona de Liga Europa. Los puestos de descenso, punto de referencia natural para un equipo que justo había recuperado la máxima categoría, se adivinaban allá en lontananza, a 11 puntos de distancia. A esas alturas del campeonato tales evidencias provocaron la lógica euforia: el objetivo ya no es mantener la categoría. El objetivo era luchar por Europa, por mucho que se desgañitara Martín Lasarte, el entrenador, tratando de disuadir a los aficionados de semejantes ambiciones.
Además, la pretensión parecía consecuente. Los próximos rivales, salvo el Espanyol, vivían, y viven, en los bajos fondos de la categoría.
Seis jornadas después, sin embargo, el panorama es desolador para la hinchada txuri-urdin tras perder el pasado domingo en Anoeta ante el Hércules (1-3), hasta entonces colista de la división. Seis jornadas después la Real solo ha logrado un empate, ante el Levante en Anoeta (1-1), en la vigésimo sexta jornada. Los otros cinco partidos concluyeron con la derrota (4-1 ante el Espanyol, 2-1 frente al Deportivo, 0-2 con el Málaga, 2-1 contra el Racing y el 1-3 ante el Hércules).
La decepción es tan enorme y el desfondamiento de la Real Sociedad tan evidente, que la euforia ha dado paso al temor. Un miedo evidente al descenso. El desencanto también comienza a afectar la figura del técnico Martín Lasarte, el protagonista del ascenso y de la excelente temporada que la Real estaba realizando hasta hace mes y medio.
La Real, que el domingo fue abucheada por primera vez en esta temporada en su estadio, ocupa ahora la décimo cuarta plaza, a seis puntos de los puestos de descenso, una distancia que no preocuparía demasiado si no fuera por la sensación de desmoronamiento que ofrece el equipo. Además, la Real es el segundo equipo más goleado de la categoría y el que más encuentros ha perdido, aunque también es cierto que sumó pocos empates y eso le da cierto margen para no caer en una situación de alarmismo.
Con este panorama, el capitán Mikel Aranburu salió ayer al escenario para lanzar a los aficionados un mensaje de calma. "ahora es el momento de levantarse y apretar los dientes", aseveró, solicitando que se dejen a un lado las lamentaciones, "que poco o nada aportan". "La sensación que queda es que tuvimos oportunidades buenas para cerrar la permanencia, no lo hicimos y los demás van sumando aunque todo sigue en nuestras manos y depende solo de nosotros".