Bilbao. Reza el dicho que lo mejor que le puede ocurrir a un árbitro es pasar desapercibido, que el día siguiente a un partido su nombre solo aparezca en los medios de comunicación de refilón. Que no acapare titulares, vamos. Eduardo Iturralde González no lo conseguirá hoy. Para un colegiado siempre es complicado no dar que hablar en un choque de alta tensión como son los que protagonizan el Barcelona y el Real Madrid, donde la lupa escudriña hasta la más mínima decisión que adoptan los encargados de impartir justicia sobre el césped. Los medios catalanes pasarán de puntillas sobre su actuación, los madrileños focalizarán en él parte de su ira y su frustración. Sacarán a relucir los antecedentes poco favorables a sus intereses con el vasco, pondrán sobre la mesa las doce tarjetas amarillas que mostró, a la que hay que sumar la merecidísima roja a Sergio Ramos en el tiempo de descuento y dos jugadas polémicas que hoy recibirán tratamiento de cuestión de Estado: el posible penalti cometido por Valdés sobre Cristiano Ronaldo en el primer tiempo, cuando el marcador reflejaba aún un remontable 2-0, y la posición dudosa de David Villa en el tercer gol azulgrana en el momento en el que el balón sale de las botas de Leo Messi.

Ambas jugadas necesitan de repeticiones de diversos ángulos para establecer un veredicto y ni entonces es este unánime, por lo que poco se le puede achacar a un Iturralde que no salió mal parado en cuanto a su actuación si se tiene en cuenta la alta temperatura visceral a la que se disputó un choque que envolvía además una gran carga ambiental. La falta de Villa sobre Cristiano transcurridos solo quince segundos fue un adelanto de lo que estaba por llegar. El primer tumulto se produjo en el minuto 30, cuando un empujón del luso a Guardiola por desplazar un balón provocó una monumental tangana que incluyó a ambos porteros y de la que salieron amonestados el portugués y Valdés. Ocho minutos después, Iturralde no vio penalti en un derribo del meta al siete blanco, considerando que tocó balón, mientras que poco después tiró de sangre fría para mediar entre Carvalho y Messi después de que el luso, que antes ya le había dejado un recadito, propinase un golpe con el hombro al argentino, que acabó en el suelo.

En la segunda parte, la brusquedad de los madridistas fue en aumento según el festival azulgrana iba creciendo en brillantez. Tarjetas amarillas totalmente merecidas hasta que Ramos perdió los papeles y acabó en los vestuarios antes de tiempo de forma justa