ATLÉTICO DE MADRID: De Gea; Ujfalusi, Perea, Domínguez, Antonio López; Assuncao, Raúl García; Reyes (Camacho, Min. 90), Jurado, Simao (Valera, Min. 76); y Forlán (Salvio, Min. 83).

LIVERPOOL: Reina; Johnson, Carragher, Kyrgiakos, Agger; Kuyt, Lucas Leiva, Mascherano, Benayoun (El Zhar, Min. 82); Gerrard; y Ngog (Babel, Min. 63).

Gol: 1-0, Min. 8: Forlán falla en us remate de cabeza tras pase de Jurado, el balón sin embargo se le queda en los pies y en su segundo remate bate a Reina.

Árbitro: Laurent Duhamel (Francia). Amonestó al local Valera (Min. 83) y al visitante Kyrgiakos (Min. 82).

Incidencias: Estadio Vicente Calderón, unos 52.000 espectadores. Antes del inicio del encuentro, se guardó un minuto de silencio en memoria de Juan Antonio Samaranch, presidente de honor del Comité Olímpico Internacional.

bilbao. El Atlético de Madrid volvió a realizar otro ejercicio de transformismo para someter al Liverpool en el Vicente Calderón y pensar razonablemente que la final de la Liga Europa está al alcance de sus botas.

No es que sea un resultado contundente, desde luego, y menos en un estadio tan mitificado como es Anfiel, la guarida del laureado contrincante inglés, donde seguramente aguarda la marabunta, pero el 1-0 obliga al Liverpool anotar al menos dos goles si quiere derrotar al equipo madrileño, que además tendrá para el partido de vuelta al rápido y vivaz Kun Agüero, sin duda de lo mejorcito del mundo, y gran ausente en el encuentro de ayer por culpa de una sanción.

El Liverpool, en cambio, tampoco tendrá a su hombre determinante, como es Fernando Torres, convaleciente de una operación para limpiar un menisco dañado y así poder disputar el Mundial de Sudáfrica sano y fresco como una rosa.

Lo cierto es que los reds sin Torres apenas hicieron cosquillas a la zaga madrileña, y eso que en ella se alineaba el colombiano Perea, un defensa que estadísticamente ofrece en cada partido al menos un par de regalos a los delanteros rivales.

Perea cumplió con los pronósticos, aunque el Liverpool no se percató a tiempo, pero en cambio su velocidad fue providencial para cortar los escasos despistes de la zaga local.

El Atlético de Madrid mereció más. El uruguayo Forlán, fiel a su cita con el gol, puso el partido en franquicia a los ocho minutos. Fue un gol lastimoso en su elaboración, pero si la pelota entra cuenta con el mismo valor que si se transforma de una fabulosa chilena. Forlán remató mal de cabeza, tan mal que el balón se le quedó en los pies y entonces sí resolvió ante la impetuosa y atolondrada salida de Pepe Reina.

El Vicente Calderón rugió de felicidad, pues la afición del Pupas está soportando una temporada impredecible, aguantando de su equipo estruendosas petardadas (sin ir más lejos la del otro día, frente al Xerez) o momentos de éxtasis, como la victoria sobre el (casi) invencible Barça. Por eso no sabe a qué carta quedarse en Anfield. Un tormento.

Porque pudo ser aún mayor la felicidad si Reina no saca un balón camino del gol (min. 57) tras un remate de Simao a pase de Ujfalusi, que culminó así una fenomenal galopada por la izquierda. Reina respondió también espléndido a un disparo del lateral checo sobre el minuto 75, cuando el Liverpool ejercía un dominio tan evidente como estéril.

Los hombres de Rafa Benítez se lo tomaron con calma. No alteraron el gesto con el gol tempranero de Forlán ni propusieron un partido de ritmo alto y frenético. Quique Sánchez mandó a a Assunçao a vigilar de cerca a Gerrard, la luminaria de los diablos rojos, y las luces del Liverpool, que no son muchas, se apagaron.

El equipo inglés no tuvo ni una clara oportunidad de batir al espigado De Gea, que acabó el partido prácticamente inédito, un dato tan significativo como elocuente.

En el Atlético, en cambio, volvió a brillar Reyes, otrora centro de las iras, que acabó roto por el esfuerzo, pero despedido entre el clamor de la afición colchonera cuando fue sustituido por Camacho en el minuto 90.

El Atlético ha dado un paso importante para llegar a su segunda final del año, pero el lontananza asoma Anfield y la imperiosa necesidad del engolado Liverpool de justificar su lastimosa campaña.