BILBAO
EL Tribunal de Justicia de la Unión Europea acaba de zanjar, más de una década después, el caso Olivier Bernard, que ha acabado con triunfo del Olympique de Lyon, club que le formó y que reclamaba una compensación económica al Newcastle, en el que recaló tras haber firmado en 1997 un contrato con la entidad francesa como promesa por tres temporadas y rechazar después otro en calidad de profesional. La corte de Luxemburgo aprobó el pago de 53.357,16 euros, la retribución que el jugador habría percibido en un año si hubiera seguido en el conjunto galo. A partir de ahora, los equipos que formen a un futbolista tienen derecho a reclamar una compensación si, al firmar su primer contrato profesional, el joven ficha por otros colores. Dicha cantidad se determinará "teniendo en cuenta los gastos soportados por los clubes para formar tanto a los futuros jugadores profesionales como a los que jamás llegarán a serlo", reza el dictamen. A juicio de Juan de Dios Crespo, jurista experto en asuntos deportivos -llevó casos como los de Piqué, Trejo y los más sonados de Webster y Matuzalem-, "el Tribunal ha actuado bien pero a destiempo, tras pasar por dos instancias francesas. Ya en 2001 la FIFA estableció unos costes por formación que incluso eran superiores. El problema está en conocer los costes reales".
"Hablamos de 10.000 euros por año para los chavales de 12 a 15 años. Y a partir de los 16, en función de a qué club vaya: si es dentro de la UE dependerá de la media entre el equipo formador y el nuevo, que rondaría los 75.000 euros por año. En total hablaríamos de unos 500.000 euros, que es dinero", explica. "Pero está claro que el club formador no puede tener a un joven de 16 años sin un contrato. Si no, se marcharán. Lo que pasa es que quieren traspasar a todos por 20 millones. Quieren tener a la mujer y a la amante. Ese dinero por formarles no es poco, me gustaría saber cuánto cuesta todo el aprendizaje de esos canteranos. Con que se les vayan dos, ya es algo rentable", razona Crespo. "Ellos se escudan en que no pueden hacerles un contrato porque no tienen ficha profesional. Pero eso no hace falta. Con que sea un contrato salarial es suficiente", matiza. "Si el Athletic tiene a un San José y logra que se le abone 380.000 euros, no me parece pecata minuta".
El expolio de menores ha alcanzado cotas mundiales y polémicas como la del fichaje por el Chelsea de Gaël Kakuta. Debido a esto, la FIFA prohibió a los blues en 2009 contratar jugadores durante dos años, además de multarles con una compensación de 130.000 euros al Lens. El jugador fue sancionado con 780.000 euros. Sin embargo, esta decisión fue revocada en febrero porque su relación contractual con el Lens no era válida. "Se fue con 16 años cuando cobraba poco más de mil euros al mes. El Chelsea creyó que era un aficionado y se llevó un buen golpe. Fui abogado de Piqué cuando se lo llevó el Manchester, y ganaba 200 euros mensuales en el Barça", recuerda.
las cláusulas En el complejo escenario futbolístico del presente las cláusulas de rescisión podrían tomarse como solución universal "pero hay países cuya legislación las prohíbe. Y, por ejemplo, visto el tema de Zubiaurre tampoco son la panacea, porque en ocasiones se van a considerar como irrebatibles y en otras se mitigan. De hecho, en su día, la Real aportó las sentencias del futbolista Óscar Téllez y la del jugador de baloncesto Albert Miralles, que rescindió unilateralmente el contrato con el Joventut para irse a Ourense", destaca. "En definitiva, el caso Bernard se ha limitado a corroborar la compensación que se fijó ya en 2001 por la formación. Algo que el TAS ya resolvió en 2004 en el conflicto entre Auxerre y Valencia, que pagó un millón por Sissoko", añade Crespo, quien, eso sí, se vanagloria de que "FIFA y UEFA ya no son esas entidades que se creyeron libres de pecado hasta que llegaron el dinero y los abogados porque no había nada legislado". "Nosotros somos el bien necesario. Lo otro era estar en la colina de Zúrich sin problemas".
Al respecto de los cracks con porvenir hay un apunte que no aparece en los papeles: y es que, al final, su corazón dirá la última palabra.