ASADOS los primeros días de campaña se van constatando algunas de las previsiones que estábamos esperando; especialmente las que hacen referencia al punto de partida desde el que cada uno de los participantes quieren o les ha tocado jugar. Los dos grandes bloques se confirman y la línea divisoria, por ahora, viene delimitada por haber ocupado situación de gobierno u oposición en la antevíspera electoral. En este sentido, EAJ-PNV presenta su credencial de gestión y su trayectoria en las estructuras institucionales vascas que ha ayudado a crear y que ha gobernado, casi ininterrumpidamente, solo o en compañía de otros. También los socialistas aparecen como partido que ha gobernado y quiere seguir haciéndolo. Eso sí, con astucia suficiente como para no especificar ni remotamente con quién. Sea cual sea su preferencia, es clara su apuesta inicial por diferenciarse de los que, desde la oposición, no se han visto en la tesitura de tomar medidas más allá de reprochar las que el Gobierno ha elegido o presentar alternativas sin el riesgo de conocer cuáles serían sus consecuencias. Esta posición inicial puede resultar de especial relevancia en unas elecciones que se celebran en un entorno en el que la confianza puede resultar clave a la hora de elegir la papeleta a introducir en la urna. La confianza se asienta más en los hechos que en las palabras, en las trayectorias más que en los momentos puntuales.

EH Bildu, que ya ha dejado claro a quién considera su competidor, se presenta como principal alternativa. Sabe cuál es la rueda a la que quiere seguir pero viste tantos maillots que puede acabar por confundir al electorado. En una sociedad cuyo eje izquierda-derecha se sitúa más escorado hacia la izquierda de lo que ocurre en el resto del Estado, la simple alusión a la ecología, la igualdad o la defensa de los derechos humanos, así en general, no marca las diferencias. En una sociedad cada vez más mediática y centrada en la imagen, tampoco ayuda vestir el contenido de blanco si una parte de tu electorado sigue anclada en la ética de décadas pasadas. En parecida situación se encuentran el Partido Popular y Ciudadanos. Alejados del poder en el Gobierno estatal, abrazados al discurso incendiario de sin nosotros , el caos, les va a resultar complicado articular un discurso atrayente de cara al futuro. La desaparición de sus listas de algunos de sus activos más valiosos no se ve solucionada con la repesca de veteranos por mucho que se les pretenda rodear de caras más jóvenes. Especialmente si estas también enarbolan el mismo viejo discurso. Elkarrekin Podemos parece, como el coloso de Rodas, estar con un pie en una orilla, la de la responsabilidad de gobierno en España, y con el pie en la otra, la de la oposición. Entre el sí se puede y el ya no se puede. Recorriendo, a trancas y barrancas, su particular transición; una transición que sus dirigentes estatales parecen haber recorrido en tren de altísima velocidad. El asunto de los papeles de la CIA es el mejor ejemplo de cómo la confianza crece a la velocidad de la palmera y cae a la velocidad del coco.