Los europeos elegiremos este domingo a los 720 eurodiputados que nos representarán durante los próximos cinco años en lo que serán las primeras elecciones tras el Brexit. Unas elecciones donde el auge de partidos de la ultraderecha va a marcar y mucho la política que lleve a cabo en esta legislatura la propia Comisión Europea.
El 9 de junio se celebran unas nuevas elecciones europeas, las primeras desde la salida del Reino Unido de la UE. Sin embargo, a pesar de que en Bruselas se decide muchas cosas que afectan a nuestro día a día siguen pasando desapercibidas. ¿Por qué?
—Este es un fenómeno generalizado en toda la UE. Las instituciones europeas son percibidas por los ciudadanos europeos como algo lejano, una superestructura, que, aunque se sabe que tiene mucha relevancia, no se cree que afecta a su día a día personal. Además, los medios de comunicación de difusión nacional, a lo largo de la legislatura europea, rara vez ponen el foco informativo en los debates de la Eurocámara, salvo para referirse a temas que afectan a su país. Eso no quiere decir que los ciudadanos cuestionen el proyecto europeo, que apoyan una amplísima mayoría de europeos, sencillamente resulta muy difícil interesarles en debates que sienten como lejanos y cuyas claves son de bastante complejidad técnica. Podríamos decir que la política local, regional y nacional es de trazo grueso y la europea de trazo fino y, por ello, más difícil de seguir.
El desapego y la abstención son dos grandes problemas que la actual Unión Europea no consigue buscar un remedio en la práctica totalidad de los Estados. La solución en cualquier caso no es nada fácil…
—El desapego y la abstención son por desgracia síntomas de mala salud de las democracias europeas. Está ocurriendo paulatinamente en todos los Estados miembro. El modelo de participación y representatividad política lleva poniéndose en cuestión por el electorado desde hace ya varias décadas. Yo creo que el punto de inflexión se produjo con la crisis del euro y las soluciones “austericidas” implantadas por la UE bajo el predominio de la Alemania de Merkel. Los recortes de gasto público pusieron en cuestión el Estado del bienestar europeo, placa base del proyecto comunitario y las clases medias se empobrecieron severamente, una situación que no se ha revertido desde entonces. Ahí surgió también el germen de la irrupción de los partidos de ultraderecha que ahora son protagonistas en gran medida de estas elecciones.
Hasta ahora ‘populares’ y socialdemócratas se han repartido los principales cargos de la Unión Europea, tanto en la Comisión como en el Consejo y el Parlamento Europeo. Sin embargo, según todas las encuestas, entra un nuevo actor muy inquietante en el juego como es la ultraderecha. ¿Cómo se puede resolver esta ecuación?
—Es un dilema complicado para el hipotético ganador de las elecciones, que, según las encuestas, será el Partido Popular europeo. El llamado cordón sanitario, propugnado por Merkel, que ha llevado a grandes coaliciones en Alemania y que ha beneficiado en Francia al presidente Macron, con su lema todos contra la ultraderecha, no solo no ha frenado su ascenso, sino que les ha alimentado, mermando el espacio político de la derecha tradicional y de los liberales. Ahora los populares parecen abiertos a pactar con algunas fuerzas políticas de la ultraderecha, en un movimiento que yo veo más táctico que otra cosa, una especie de divide y vencerás, al atraer a algunos ultras a la casa común de la derecha de la que salieron. En todo caso, tiene más que ver con el juego de tronos del reparto de instituciones que de la estrategia política.
Úrsula Von der Leyen sorprendió en los dos debates mostrando su disposición a pactar en la ultraderecha y elogiando al grupo de Meloni en el segundo debate. El cordón sanitario a la ultraderecha parece que salta por los aires. ¿A qué achaca ese giro de la gran favorita para seguir al frente de la Comisión Europea?
—Creo que en la posición de Von der Leyen se dan cita dos planteamientos: el de partido que he explicado anteriormente, desde el partido popular europeo qué hacer con las fuerzas de ultraderecha y muy específicamente con los escaños clave de Meloni y de otra que la presidenta actual de la Comisión Europea que quiere repetir en el cargo, trata de ganarse el apoyo de la primera ministra italiana en el Consejo Europeo del 27 y 28 de junio que tiene que decidir si nombra directamente el cargo de jefe del Ejecutivo comunitario o permite que por el método del spitzenkandidaten, el más votado, el Parlamento Europeo vota el cargo. En resumidas cuentas, Von der Leyen está jugando a dos bandas para intentar repetir.
¿La entrada de la ultraderecha en los órganos de decisión en Bruselas puede poner en peligro a la actual Unión Europea tal y como la conocemos?
—Lo único que une a las fuerzas de ultraderecha europea es su visión de una Unión Europea con menos cesión de soberanía de los Estados miembros a Bruselas y las restricciones de entrada inmigrantes. En lo demás, son una extraña amalgama de intereses nacionales difíciles de poner de acuerdo. Esto supone que si los populares se abren a pactos con la ultraderecha afectará seguro al Pacto Verde, es decir, las medidas de lucha contra el cambio climático, en la aplicación restrictiva del pacto de asilo y migración y, de fondo, en menos Europa unida y más colaboración entre países.
La ultraderecha denuncia el excesivo poder de la UE. ¿Cree usted que estamos en la antesala de que Bruselas vea disminuido su poder para devolverlos a los Estados miembros?
—Creo que los pasos atrás del proyecto europeo no son posibles, antes saltaría por los aires la UE. Se han dado pasos tan significativos como el euro, el espacio Schengen, la mutualización de la deuda y un largo etcétera de políticas comunes que volver atrás solo es posible si se disuelve la Unión. Pero sí es posible que los pasos hacia una unión política, económica y de posición en el mundo se ralenticen, que entremos en un periodo menos definido de acción política europea del que hemos tenido en estos últimos cinco años, que pese a que pueda parecer los contrario ha hecho frente sin fisuras al Brexit, la pandemia y la guerra de Ucrania.
Otro punto clave de este ascenso de la ultraderecha, según todas las encuestas, será la inmigración. ¿Vamos camino de una Unión Europea diferente a sus valores originales?
—El pacto alcanzado es un mínimo que no satisface a casi nadie, pero que obliga al menos a cumplir unos mínimos comunes de legalidad de la llegada de inmigrantes. Ese compromiso creo que se cumplirá. Avanzar puede que sea difícil coyunturalmente, pero tenemos una realidad demográfica de población envejecida y de falta de oferta de empleo en muchos sectores que nos va a obligar sí o sí, a tener una política común migratoria, regulada, con apoyo en origen, pero de captación de talento humano en la UE. Quieran o no los partidos que hoy sacan rédito populista de la culpabilización del inmigrante de nuestros problemas, la migración es mucho más una solución que un problema en Europa.