La ayuda humanitaria volvió a llegar a Gaza tras meses de embargo criminal que ha costado vidas y ha situado a la población civil al borde de la hambruna. Una ayuda que, con la excusa de garantizar su seguridad y filtrar su contenido para no reforzar a Hamás en la Franja, está siendo monopolizada por una organización estadounidense, controlada por contratistas paramilitares y vigilada por las tropas israelíes. Inmediatamente se pudo comprobar que la operación de “rescate” no alcanzaba más allá de un placebo para no dar la impresión de abandono y exterminio por hambre de cientos de miles de personas acosadas. Ni la ayuda llegada es suficiente, ni la distribución es fiable y equitativa, ni la población palestina ha dejado de ser víctima del hambre y la violencia. Todo lo más, se ha sumado un fracaso añadido que esta semana ha llevado a suspender la distribución de alimentos en la insuficiente infraestructura establecida. Además de su alcance limitado, el sistema de distribución se ha convertido en otra forma de tortura: ha servido para concentrar a miles de personas desesperadas en espacios reducidos, afrontando colas interminables tras desplazamientos agotadores y han convertido estas aglomeraciones de personas en galerías de tiro para una fuerza de ocupación que acredita su tendencia a dar rienda suelta al gatillo. Son varias decenas los civiles tiroteados por los militares hebreos ya sea por su falta de autocontrol viéndose desbordados por la situación, por su carencia de profesionalidad o por mero desprecio de las vidas ajenas. Cuando la prioridad nada oculta ha sido alejar la franja de las miradas de los observadores de la ONU y de los voluntarios de las organizaciones humanitarias, la consecuencia de un mal sistema se mide en vidas arrebatadas. La complicidad de la Administración Trump no coge por sorpresa, en tanto es explícita su voluntad de desactivar cualquier mecanismo gestor del derecho internacional que ponga freno a sus decisiones unilaterales. Y las potencias regionales europeas se han visto desplazadas de su zona de interés directa por su voluntad de huir de responsabilidades. La sensación de que la espiral de Gaza no tiene más freno que la propia fatiga de la sociedad israelí lleva al desánimo en tanto ésta no muestra síntomas de hastío de la deriva genocida de sus líderes.