Ha venido siendo un camino dificultoso y largo la implicación de las instituciones –cuanto más alejadas, más difícil– en la labor de restauración de la memoria de los hechos que dejaron heridas profundas en el tejido social de Euskalherria y del Estado. La significación de lugares que fueron escenario de actos violentos de terrorismo y de aquellos que durante décadas guardaron amordazados los hechos de represión durante el franquismo puede parecer una labor ampliamente asentada pero una mirada a la magnitud de los hechos y las acciones pendientes revela que no es así. Las memorias que guardan el relato de estos hechos se van diluyendo y el riesgo de que caigan en el olvido es constatable. Hay una nueva generación que no porta el estigma de aquel régimen pero lleva camino de no sentirse implicada en su resarcimiento, de igual modo que ocurre con las violencias de raíz política que se han padecido en democracia. No se trata de cargar con la losa de esa responsabilidad a una nueva hornada de jóvenes, pero sí de evitar que esa memoria se amortice, se entierre sin la debida reflexión ética que debe quedar impresa en la percepción colectiva para que sepamos otorgar al estado de libertades, derechos y convivencia el valor de lo ganado con esfuerzo y sacrificio y no la sensación de que es algo estable, inmutable y blidado de amenazas. Porque no es así y surgen demasiados ejemplos de discursos de odio, de desigualdad, de intolerancia y de señalamiento; de división social y de exigencia de homogeneización que ya estuvieron en el origen de los hechos más oscuros de nuestra Historia. Sigue siendo preciso sumar las memorias individuales, incluso las sesgadas, para obtener una colectiva cuyo común denominador no puede ser otro que la condena de la intolerancia, la violencia y el proselitismo de las actitudes más impositivas mediante el ejercicio de la fuerza. Incluso cuando esa fuerza se ejerce mediante la ley, siempre que ésta no esté asistida por los principios democráticos que modulan la convivencia entre diferentes. No hemos pasado la página de las memorias de ayer cuando ya estamos sentando las bases de las de mañana. Y éstas están amenazadas por la construcción de relatos mendaces e interesados que supeditan a intereses políticos de corto plazo el derecho colectivo a la verdad.
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