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Editorial

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Enganchados por la jornada

Serio desencuentro entre la vicepresidenta Yolanda Díaz y el ministro Carlos Cuerpo por el acuerdo suscrito por la líder de Sumar con los sindicatos UGT y CC.OO. para la reducción legal de la jornada laboral a 37,5 horas. Díaz ha encajado mal las matizaciones que el ministro de Economía demanda en la traslación del pacto a ley y ha caído en el peor error: apelar al reproche personal calificando su conducta de propia de “una mala persona”. En el fondo del problema subsiste un acuerdo firmado sobre papel mojado, sin participación de la parte empresarial del diálogo social y carente de mayoría política que respalde su traslación a normativa real. Un mero ejercicio de intenciones en el que la líder de Sumar se empeñó muy condicionada por su propia situación en su plataforma política y el pulso de imagen que mantiene con sus antiguos correligionarios de Podemos. Pero a la reducción de jornada con carácter general le faltan claridad, procedimientos y financiación que deberían haberse trabajado previamente con una mayoría política que la convirtiera en norma viable. No basta un “hágase la luz” para que la luz se haga en la actividad económica. La reducción de jornada no es en sí misma buena ni mala, pero debe ser sostenible y aplicable. Es preciso ser consciente de la estructura real, no la ideológica, del modelo productivo del Estado, con una presencia masiva de pymes que deben ser preservadas del impacto en sus procesos de producción y modelo de negocio de una medida de semejante calado. No es un problema de multinacionales ni de lucha de clases sino de productividad, flexibilidad y sostenibilidad de la economía, de las empresas –empleadoras imprescindibles– y de los propios trabajadores, a los que se ofrece la reducción de jornada como una conquista de bienestar individual pero su coste deberá sufragarse solidariamente por el conjunto de la sociedad vía recursos públicos. Esto lo saben la propia Yolanda Díaz –que incluía en diferentes fases de la negociación propuestas de ayudas públicas para implantar la medida– y Carlos Cuerpo –que está introduciendo en la reflexión precisamente el modo de atenuar el impacto sobre las empresas más humildes, si es que esto es posible, con fondos solidariamente aportados por el conjunto de los contribuyentes–. Falta trabajo y sobran titulares.