EL gobierno de Pedro Sánchez tiene motivos para la satisfacción por los datos de empleo que recoge la última Encuesta de Población Activa (EPA). Más de 21 millones de personas empleadas por vez primera es un motivo que, sin duda, retrata una bonanza en el mercado laboral. Situación aún mejor en la Comunidad Autónoma del País Vasco (CAPV) y la Foral Navarra, cuyos niveles de actividad las sitúan en la tasa de paro más bajo del Estado (7,13% en la CAV) y en los niveles objetivo para el conjunto del mismo (8,7% en Navarra). Es de reconocer el impacto en la estabilidad del empleo que ha tenido la derogación de parte de la normativa laboral establecida por el gobierno del PP: el incremento de contrataciones indefinidas ha colaborado, según informe del Banco de España, en la reducción del temor a la pérdida del empleo y la consiguiente decisión de compra de bienes duraderos entre colectivos tradicionalmente más vulnerables. No obstante, no sería inteligente caer en la euforia. El hito del empleo, para ser sostenible, requiere afrontar otras políticas y retos económicos. No basta con fijar en el 8% el concepto de pleno empleo, como hacía ayer el secretario de Estado de Economía del gobierno español. Ese nivel, que ya está alcanzado en Navarra y superado con creces en la CAPV, solo puede lograrse y mantenerse con una transformación de la economía que tiene diferentes grados de avance. La apuesta industrial que está en la base de la generación de riqueza estable en los tejidos económicos vascos no se percibe aún en la misma medida en las políticas del Estado. El riesgo sería que la creación de empleo se agote por estar maduros los sectores y los procesos. En consecuencia, la transformación de la estructura económica hacia ámbitos de innovación, tecnología, sectores de bienestar –sanitario, asistencial,...– es la palanca de oportunidad que ya identificó en su momento la Unión Europa como estrategia de desarrollo y que precisa de unas políticas consecuentes. En la línea anunciada ayer mismo por el Gobierno vasco para sus próximos presupuestos al constatar una fortaleza de la economía que permite revisar al alza las previsiones de crecimiento. Invertir en desarrollo económico permite preservar bienestar sostenible mejor que las medidas de rescate que, siendo imprescindibles en situaciones extraordinarias, no son una respuesta estructural.