eL maltrato no tiene cabida en nuestra sociedad. En ninguna de sus expresiones ni formas bien hacia la mujer, las personas mayores o las menores, por ser los colectivos más vulnerables. Lo sucedido en Colmenar Viejo (Madrid), donde un médico y su esposa han sido detenidos por infligir malos tratos a sus ocho hijos e hijas nos debe llevar a una reflexión más profunda más allá del titular y el estupor generado a corto plazo. ¿Cómo puede suceder un caso así durante tantos años sin que los mecanismos de control hayan acudido al rescate de los menores? ¿Cómo ha sido posible no detectar una situación de malos tratos a menores de una misma familia de tal envergadura sin que, por ejemplo, la escuela haya elevado la voz de alarma? ¿Ha sido suficiente la condición profesional del progenitor maltratador para bloquear las sospechas de que algo tan atroz estaba sucediendo? Muchas son las preguntas que, ahora, no tienen respuesta pero que deberán ir siendo aclaradas para no poner en duda un sistema de protección a la infancia que presume, porque lo es, de ser garantista. En el año 2022, Euskadi se convirtió en la primera comunidad autónoma del Estado en contar con una estrategia integral contra la violencia hacia la infancia y la adolescencia. Nafarroa cuenta, a su vez, con un Centro de Acogida y Observación de Menores específico. Ejemplos de dos iniciativas (a las que hay que sumar otras muchas otras) que se han demostrado con el tiempo que fueron más que necesarias, y lo siguen siendo, para evitar casos como los vividos en Colmenar Viejo. La agencia de las Naciones Unidas que trabaja para defender los derechos de la infancia Unicef –amén de otros organismos y/o expertos– recuerda que la violencia física o psicológica no enseña a “portarse bien” a los menores, sino a evitar el castigo. De esta manera, niños, niñas y adolescentes solo aprenden qué tienen que hacer para no enojar a la persona adulta que incurre en estas prácticas, mientras van formándose en el camino de la adultez con una baja autoestima, sentimientos de soledad y abandono, exclusión del diálogo y la reflexión y la inevitable generación de más violencia. La construcción de los pilares sobre los que se asienten las futuras generaciones es responsabilidad de todos y todas. No lo olvidemos porque nuestro futuro también depende de ello.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
