TRES años de pandemia han dejado inevitablemente afectados a los sistemas sanitarios de medio mundo, con los más desarrollados y garantistas más afectados en tanto sus estándares de respuesta han tenido que priorizar la urgencia covid, acercando el desempeño de otras coberturas a niveles similares a los que eran la media en el entorno pero estaban por debajo de los servicios vasco y navarro. El incremento de las listas de espera y el retraso en la prestación de servicios de atención primaria son hechos que experimenta la ciudadanía afectada y que requieren una respuesta ágil. Pero también es imprescindible que la ciudadanía no se vea sometida a un pulso de relatos de inspiración política en los que los hechos veraces se pierden en favor de eslóganes interesados. Hoy confrontan dos relatos. El primero pretende describir un proceso de recortes y privatizaciones que no responde a la realidad de los datos que muestran los presupuestos y las inversiones en la sanidad pública. El segundo, incidir sobre la carencia de profesionales por razón de edad y las limitaciones a la formación. Entre medias se cruza el relato sindical, que bebe del primero pero se orienta, como es su función, a la mera pugna por la mejora de las condiciones laborales de sus representados. El atasco del diálogo social en la sanidad pública de todo el Estado tiene que ver con este último aspecto pero lo trasciende por la dimensión que le aporta una sensibilización social a flor de piel. En el caso de Euskadi, con sus profesionales a la cabeza de las condiciones laborales de su entorno, empieza a faltar un compromiso con las soluciones de carácter estructural y, sobre todo, con los tiempos que estas requieren. Faltan profesionales de atención primaria y no está en la mano de las instituciones vascas hacerles brotar ni entrar en una subasta de condiciones en la que, pese a llevar una oferta con ventaja, no se cubren todas las plazas necesarias. Se reprochan las iniciativas de gestión que buscan optimizar los recursos existentes ordenando y agrupando servicios con criterios de eficiencia. El relato de la sanidad puede caer por la pendiente de pretender que todo es cuestión de inflar la dimensión y los costes de la estructura pública, que sufragan los ciudadanos con sus impuestos, en lugar de garantizar el derecho a la salud desde la eficiencia y sostenibilidad.