Txomin Alberdi y Bittor Sánchez se conocen de vista y de oídas. Hay unos 60 kilómetros de distancia entre los caseríos de uno y otro y las "realidades" del mundo rural guipuzcoano "son muchas y muy diferentes", pero ambos comparten un sentimiento de agravio, el de un sector primario que se siente "poco valorado".
Estos dos ganaderos nos abren las puertas de su caserío y comparten el malestar que ha llevado al primer sector a movilizarse en estas fechas, agricultores y ganaderos unidos, y volverá a manifestarse el próximo viernes, 1 de marzo, en Donostia, convocado por los sindicatos Ehne Gipuzkoa, Enba y Gipuzkoako Baso Elkartea.
Estos dos baserritarras aseguran que es necesario “valorizar nuestros productos”, si queremos mantener una producción de calidad y cercanía, "dignificar este trabajo" y “reducir el papeleo, porque la burocracia es para volverte loco”.
A la sombra del agroturismo
Bittor Sánchez nos recibe en el caserío Lokate de Aia, en el barrio Olaskoegia. Asegura que está “hasta el gorro”. Y entiende que las protestas son necesarias, aunque sus esperanzas en que logren cambias las cosas son escasas.
Este donostiarra de 50 años siente que hoy en día le “sería imposible” emprender la aventura y el negocio por el que apostó hace 25 años, cuando se mudó con su esposa y hermano a un caserío de Aia en el que invirtieron todo lo que tenían y más. Hoy siguen pagando la hipoteca.
Si algo le mantiene vivo hoy en día es el agroturismo que inició como actividad secundaria hace quince años y que el último año superó los ingresos de la actividad principal, la producción de leche de oveja latxa: un negocio en declive.
Explica que “hace unos dos años”, el propio Gobierno Vasco, a través de su Observatorio (Behatokia), dijo en una reunión ante pastores, sindicatos y representantes de la industria láctea que “el litro debería pagarse a 1,62 euros; y el mes pasado nos lo pagaban a 1,17”.
“Ahora ha subido, pero sigue sin llegar a los precios que debería. Si estuviese en esos precios, su actividad principal seguiría siendo el motor de la familia, y no tendría que estar haciendo malabarismos para arreglar su viejo tractor y pagar el pienso de las ovejas.
“El día que debía recibir una ayuda europea que gestiona la Diputación me dijeron que había habido un cambio de criterio y que no iba a cobrar, porque el agroturismo ha tenido más ingresos” que la que le han proporcionado sus voluntariosas ovejas, reconoce Bittor.
Malabares para arreglar el tractor
Con ese dinero, tenía pensado cubrir el agujero que le ha dejado adelantar 5.000 y pico euros de avería en el tractor, una herramienta indispensable para él. Sin margen. Así vive el primer sector. “Si no fuera por el agroturismo, ya tendría que haber bajado la persiana”, lamenta Sánchez.
Bittor tiene en su caserío Lokate de Aia 250 ovejas latxas que ordeña dos veces al día. A diario, por supuesto. A las 6.00 y a las 18.00 horas. Le dan unos 40.000 litros de leche al año que vende a la industria para fabricación de queso.
“Hemos pensado muchas veces poner una quesería, pero sería otro agujero con el banco. Yo ahora mismo creo que una persona no tiene la oportunidad de venirse a un caserío y vivir del campo hoy en día. Los jóvenes, si no son ricos y les gusta, no tienen esa oportunidad”, lamenta.
"Cuando empecé hace 25 años éramos ocho caseríos con actividad agraria en este barrio y en junio vamos a quedar dos"
Cuando Bittor y su familia llegaron a Aia, contaba “ocho caseríos con actividad agraria alrededor. Hoy, cuando se jubile uno de ellos en junio, quedaremos dos. El resto tienen algunas vacas y animales, pero no actividad. Es gente joven, pero tienen sus trabajos. Y les entiendo”, reconoce.
Lo ven en sus tres hijos, de 23, 21 y 17 años. “Y gracias a que me ayudan, porque si no, muchas cosas no se harían, pero no quieren saber nada de esto para su futuro, porque viendo todo el trabajo que hacemos y el dinero que queda, no quieren saber nada”.
Los problemas se suceden en su cuadra. “Ayer tuve que pedir pienso para las ovejas y de allí a diez minutos, me llamó el vendedor y me dice: oye, que el programa no me deja enviarte pienso, porque estás atrasado en los pagos.
La respuesta de Bittor sí sirvió en este caso: Joder, voy a cobrar la próxima semana la leche del mes pasado, pero tengo un crédito de 1.300 y pico al mes, más los autónomos y algo que tengo que guardar para imprevistos. Y al final, “como soy formal con los pagos, me ha traído hoy el pienso, pero fíjate cómo se estira la cuerda”.
“Muchos productores lo están dejando. Cada vez quedamos menos”, afirma. El cordero también se lo pagan barato, a “3,5 euros el kilo, un precio muy bajo”. Sólo diez al año, en navidades, alcanza precios altos en los que su producto sí se aprecia.
"A nivel instituciona todos se pasan la pelota unos a otros"
“Lo que veo con estas protestas es que la gente no puede más. Y que tenía que reventar de algún lado. Y no hay más. A nivel institucional, se pasan la pelota unos a otros, y todos apuntan arriba, a Europa. Pero tenemos que empezar a enderezar las cosas desde casa y luego ya iremos para arriba”, afirma.
Sin árboles ni pistas
“Por ejemplo, yo ahí tengo un monte de dos hectáreas de roble americano. Están unos encima de otros, tirados por el viento. Fui a pedir permiso de corta, pero el Ayuntamiento te pide una fianza que vale más de lo que vale la madera. Y luego, un canon por cada camión, algo que no sucede en ninguna otra actividad. Nadie paga fianza, sólo este sector. Y yo no puedo pagarla, así que ahí van a quedar pudriéndose”.
Bittor también se queja de que el Ayuntamiento inventaria y se queda para él muchos caminos particulares de los baserritarras, pero “para limpiarlos no tienen prisa. Pero luego te piden fianza”.
"Tiene que cambiar la mentalidad del consumidor y que se valore el cómo producimos en vez de cuánto”
Para colmo, “la burocracia es demencial”. “Papeles” para el purín, indicando “cuánto, cómo y dónde lo hemos echado”. Papeles cuando compras pienso, “cuánto y para quién”. Papeles” y más “papeles” cuandon le das un medicamento, a qué animal, apuntar su número de crotal. Papeles para llevar al matadero. Papeles para todo. Y todo telemático, con los problemas de conexión muchas veces. Necesitas un oficinista para trabajar. Se van un montón de horas”, lamenta.
Quesos de autor en Antzuola
Cambiamos de tercio y nos vamos a Antzuola, a la quesería Ama Txo, donde nos recibe Txomin Alberdi, un joven ganadero de 36 años que hace ocho años se lió la manta a la cabeza junto con su pareja Amaia, ex azafata de vuelo, para poner una quesería en su pueblo natal, donde hoy viven con su hija de ocho años.
El de Txomin y Amaia es un caso llamativo. Un año uno, y al siguiente el otro, se inscribieron en la escuela de pastores de Arantzazu, y aprendieron el oficio. Decidieron producir, transformar y hacer venta directa. Todo ellos.
Alberdi es algo escéptico con las protestas: “Tampoco tengo claro lo que se pide, porque en nuestro sector la realidad de cada uno es muy distinta. Yo creo que lo que reclamamos es un poco de dignidad. Que se valore nuestro trabajo, que es muy atado, y nuestro producto. Tiene que cambiar la mentalidad del consumidor y que se valore el cómo producimos en vez de cuánto”.
"Es mejor vender poco y bien que mucho y barato"
Cree que es “mejor vender poco y bien, que mucho y barato”. Y en esa fórmula ideal, el mayor hándicap lo ve en que “nuestra actividad no está valorada. Y las administraciones tendrían que poner unos mínimos y darle valor a nuestros productos”.
“Hay que valorar el cómo”
Txomin hace queso ecológico. Tiene 60 hectáreas de prado alquilado alrededor de su caserío para que pasten sus 300 ovejas y considera que tenerlas en la cuadra “no hace más que elevar los gastos”. Este año subirá por primera vez a los pastos de Aralar con su ganado.
Su caso es distinto al de la mayoría de baserritarras. Decidió no meterse en la Denominación de Origen Idiazabal y asegura que el futuro del sector pasa por convertirlo en rentable “sin las ayudas de la PAC. Hay que ser rentable sin ellas”, dice.
“Es cierto que no es rentable, para las horas que se meten; seguro que no. Pero la única vía que veo para lograrlo es aprovechar más lo propio y comprar lo menos posible de fuera, porque no depende de ti. Por ejemplo, el pienso”, explica Alberdi.
En Ama Txo hacen “diez quesos distintos” con la leche de sus ovejas latxas y los venden ellos mismos yendo a “tres o cuatro ferias” cada fin de semana.
Fuera de ahí, su queso sólo se vende en una carnicería de Antzuola, y en dos establecimientos de Barcelona y Donostia. No más. Un queso suyo vale “30 euros”, porque los vale, dice. Y por suerte, logra vender todo lo que produce al año. A costa de mucho trabajo, eso sí.
La burocracia también es para él una carga excesiva. “Es algo exagerado. Se va mucho tiempo, muchas horas en papeleos. Todo es BAKQ, pero luego te intentas conectar y no funciona. Pero no puedes llevar un animal al matadero sin hacer el trámite”, lamenta.