Los avisos se están volviendo cada vez más insistentes en las últimas semanas. El último corresponde a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que la semana pasada instó a los países miembros a continuar con sus planes de acumulación de reservas de gas, porque “el ahorro de energía es vital para la seguridad energética de Europa”. 

Contra el reloj, los Veintisiete hacen acopio de todo el almacenamiento posible ante la perspectiva de que Rusia corte por completo en invierno el suministro de gas. “Moscú está usando el gas como arma”, ha dicho la dirigente alemana, procedente de un país que confió durante décadas en que la interdependencia comercial entre Berlín y el Kremlin frenara cualquier apetito expansionista de Putin. Ahora, la economía alemana tiembla ante la posibilidad de una interrupción del gas. Junto a los países del Este y del centro de Europa, Alemania aparece como el estado que más está sufriendo las limitaciones en el abastecimiento que Rusia lleva desarrollando varias semanas. Pero las consecuencias son extensibles a todos los países. La cuestión que sobrevuela ahora sobre gobiernos, empresas y ciudadanos es hasta cuando se va a extender esta situación de emergencia. 

“Las economías europeas no están ahora mismo preparadas para un corte total del gas”

Peru Muniain - Investigador de la UPV/EHU

Esta crisis energética va a ir más allá de 2023. Llega para quedarse. Y no solo por la guerra de Ucrania, sino también porque estamos agotando los recursos naturales. En realidad, se ha adelantado una crisis que era inevitable”, explica María Jesús Luengo, profesora de Economía Financiera y Contabilidad en la UPV/EHU. Efectivamente, la actual crisis se acompaña de otras noticias de ámbito climático que amenazan con agravar el escenario en el futuro inmediato, como sequías e incendios. No obstante, es el conflicto en Ucrania el que condiciona todas las expectativas. “Las dificultades se pueden alargar bastante en el tiempo”, advierte Peru Muniain, investigador en energías y docente de Matemática Aplicada en la Escuela de Ingeniería de la UPV/EHU. La propia von der Leyen ha informado de que el acopio global de gas por parte de los países de la Unión Europea alcanza ya el 64% y que el almacenamiento de esta clase de energía “desde otras fuentes” se ha incrementado en un 75% en comparación del año pasado. Aunque la presidenta de la Comisión Europea no lo específico, esas fuentes alternativas a los gasoductos rusos las constituyen, sobre todo, Estados Unidos, Qatar, Azerbaiyán y Argelia.

INTERCONEXIONES

Según la Agencia Internacional de la Energía el volumen de gas que llegó en junio desde Estados Unidos fue mayor al que entró por los tubos de Moscú. Solución y problema al mismo tiempo, puesto que el gas natural licuado que cruza el Atlántico en buques metaneros implica un mayor coste económico. “Las economías europeas no están preparadas en este momento para la interrupción del suministro de gas por parte de Rusia. Ahora mismo no se pueden abastecer todas las necesidades con las importaciones procedentes de otros países. Además, el gas que se trae desde estos países es más caro y que hay que licuarlo, un proceso que no se puede hacer en cualquier planta. A corto plazo, los países pueden llenar las reservas con lo que hay previsto, pero si es indispensable comprar a otros países va a ser difícil hacerlo en las cantidades necesarias”, apunta Peru Muniain.

“Esta crisis llega para quedarse, estamos agotando todos los recursos naturales”

María Jesús Luego - Profesora de Economía de la UPV/EHU

De cualquier forma, Europa ya estaba tratando con una importante crisis energética desde el año pasado, con unos precios del gas natural, el petróleo y la electricidad bastante elevados. El pasado año estuvo marcado por una demanda y unos precios muy bajos a causa de la pandemia. Tras el levantamiento de la mayor parte de las restricciones en Europa, la recuperación económica impulsó una demanda que rebasó ampliamente la oferta existente, lo que disparó el precio del gas en los mercados internacionales.

A partir de octubre, varios factores comenzaron a tensionar la situación: el bajo nivel de llenado de los almacenamientos subterráneos en Europa; la limitación de las entradas de gas ruso a las cantidades contratadas a largo plazo; la incertidumbre geopolítica por las tensiones entre Rusia y Ucrania, y el retraso en la certificación y puesta en marcha del gasoducto NordStream 2. En este contexto, los países de la UE han alcanzado un acuerdo para reducir un 15% el consumo de gas hasta primavera. En el caso español, las dos únicas interconexiones son los gasoductos de Irun y Larrau, que han visto incrementado su funcionamiento en los últimos meses y trasladan a Francia parte del gas que llega a la península desde Argelia, el principal proveedor del Estado. En en el caso de España, la reducción será del 7%, dado que el pacto plantea una excepción para aquellos países que cuenten con una baja interconexión con otros Estados y puedan utilizar su capacidad de exportación por tubos o a través de terminales de gas natural licuado. No obstante, España también se ha visto obligada a implementar planes de ahorro energético, como el que arrancó la semana pasada, aunque la opinión general es que esas disposiciones no van a ser suficientes. “No creo que sean unas medidas excesivas. Espero que no sean un parche, pero lo triste es que hayamos tenido que tomar estas medidas de ahorro por obligación”, apunta María Jesús Luengo. “Las medidas propuestas tienen sentido, pero no creo que sean suficientes, ya que la mayor consumo lo desarrolla la industria y sería muy difícil sobreponerse a un corte de gas ruso ahora mismo”, indica Peru Muniain.