BILBAO se posiciona como la única urbe del Estado en el top-20 de ciudades más prósperas del mundo, según un estudio elaborado por la consultora estratégica D&L Partners. Tal informe no solo mide el pulmón financiero de la capital vizcaina, sino también la economía inclusiva de la misma.

En concreto, ha logrado esta posición "gracias a la capacidad que tienen las administraciones para conseguir una sociedad sin desigualdades". Ello derivado de una economía que ha sabido sacar músculo tras el declive industrial y que obtiene sus frutos del llamado efecto Bilbao.

En un breve repaso por la historia económica de Bilbao, la minería destaca como la principal actividad primaria de la villa que fundara Diego López de Haro en el año 1300, y el mineral de hierro, de gran calidad, era exportado por toda Europa. De hecho, la extracción de esta abundante materia prima estuvo protegida legalmente desde 1526.

En la segunda mitad del siglo XIX, beneficiada por los recursos y las comunicaciones que ofrecían Bilbao y su área metropolitana, se desarrolló la potente industria siderúrgica que encumbró a Altos Hornos de Bizkaia como la mayor empresa de España durante gran parte del siglo XX.

En 2019, Bilbao recibió a 522.972 turistas procedentes del Estado y a 469.918 del extranjero, con dos millones de pernoctaciones, un récord.

En esa centuria, tanto capitales del Estado como del resto del continente importaban alrededor del 90% del hierro vizcaino. Si bien aunque la Primera Guerra Mundial le hizo una de las principales potencias siderúrgicas, las subsiguientes crisis hicieron declinar la actividad.

La fuerte industrialización que experimentó la capital vizcaina a lo largo del siglo XIX y principios del XX le situó a la cabeza de las áreas más industrializadas de la Península, solo por detrás de Barcelona. Fueron años de gran pujanza económica, a la que acompañó una extraordinaria explosión demográfica y urbanística que originó la anexión de varios municipios colindantes.

Esa potente industria atrajo a numerosa población de diversa procedencia y todo este proceso coincidió en el tiempo con el proyecto del Ensanche de Bilbao de 1876 y su desarrollo, desde esa fecha y durante el s. XX.

Mineros, banqueros y navieros conformaron la nueva burguesía que ha dejado su huella en edificios representativos levantados la mayoría en la Gran Vía y sus aledaños. Eran las señas de identidad de la nueva imagen de la ciudad.

Pero a partir de 1970, el modelo económico vigente durante aproximadamente un siglo toca techo y llega el declive industrial. Un fenómeno que afectó al área del Gran Bilbao en ambos márgenes de la ría y que se extendió al resto de ciudades basadas en el desarrollo industrial. Se apagaba el esplendor de los astilleros -como la empresa Astilleros Euskalduna en Bilbao-, y de las industrias relacionadas con la transformación del hierro, como la siderometalúrgica, principales focos de la industrialización.

Y ello lastimó a todos los municipios adyacentes al recorrido de la ría desde Atxuri hasta el Abra, que conocieron las consecuencias del desmantelamiento industrial y la pérdida de puestos de trabajo.

En paralelo llegaba la democracia, las nuevas instituciones vascas y autonómicas y las transferencias administrativas. En este devenir, las inundaciones de 1983 fueron un momento de inflexión clave.

Replanteamiento

Las nuevas circunstancias, con la grave crisis industrial de los años ochenta, hicieron necesario un análisis profundo para un replanteamiento de la situación y, en concreto, de las bases de su desarrollo económico. Y Bilbao da un cambio radical a su economía a finales del siglo XX para superar esos años de incertidumbre económica. Así, la villa recupera su dinamismo y se convierte en una boyante y vigorosa ciudad de servicios, volcada en su regeneración medioambiental y urbana.

En Bilbao, en torno al 90% de su PIB se generaba ya en 2016 en el sector servicios, según un informe del Eustat hecho público el pasado año.

La construcción del Museo Guggenheim Bilbao en 1997 fue el detonante de la revitalización de la capital vizcaina tanto en el plano estético y social como en el económico.

La construcción de hoteles ha proliferado en la villa para dar respuesta a la demanda y en paralelo ha crecido el empleo en el sector servicios.

En pocos años se va forjando una ciudad de servicios, sede de numerosas empresas de relevancia nacional e internacional, incluyendo dos que se encuentran entre las 150 más grandes del mundo según la revista Forbes: BBVA e Iberdrola.?

Asimismo, en la actualidad posee un puerto comercial de primer orden, que se sitúa entre los cinco más relevantes del Estado.

Por su parte, los nuevos puentes, el aeropuerto, la nueva estación intermodal -antes Termibus-, el metro, el tranvía... han permitido crear una red de comunicación que conecta Bilbao tanto a nivel nacional como internacional, favoreciendo el acceso al turismo y a la vez las relaciones comerciales y empresariales.

Foco turístico

La inauguración del Museo Guggenheim convirtió a Bilbao en un importante foco de atracción turística, como se demuestra en la creciente afluencia de visitantes de todos los rincones del mundo que recibe desde entonces, llegando a contabilizar en el ejercicio de 2019 522.972 personas (+5,1%) respecto a 2018 correspondientes a turismo nacional y 469.918 turistas extranjeros, con un crecimiento sostenido y acercándose progresivamente al umbral del medio millón, según el Observatorio del Ayuntamiento de Bilbao. Muy significativa es la cifra de pernoctaciones registradas, que alcanzaron un nuevo récord en 2019, rozando los dos millones al año.

En la misma línea, otros datos afirman que la localidad recoge el 30% de las visitas a Euskadi, siendo el principal destino de esta comunidad autónoma.

La procedencia de la mayoría de los turistas es Madrid en primer término y Catalunya en segundo lugar. En cuanto a los visitantes internacionales, la mayoría proceden de Francia, Reino Unido, Alemania e Italia.

Además del turismo de ocio, también se dan en la villa el turismo de negocios y el de congresos, gracias a instalaciones como el Palacio Euskalduna y el cercano Bilbao Exhibition Centre.? Si bien, sea cual sea el tipo de turismo en Bilbao, su aportación a la riqueza y el empleo tiene un valor fundamental.

Con todo, el auge de la llegada de turistas a Bilbao ha contribuido a que en 2019, el turismo superara la barrera del 6% en su aportación al PIB en Euskadi.

La magnitud del turismo es importante por el montante que aporta y porque completa el volumen de negocio y el empleo de las actividades directa o indirectamente implicadas.

En las últimas décadas, el gasto turístico crece de forma continuada, influyendo directamente en actividades muy diversas, como son las de alojamiento: hoteles, apartamentos, campings...; las de restauración: bares, restaurantes, pastelerías, etc.; y las culturales: museos, conciertos, patrimonio€. Así como tiene incidencia en la movilidad: transporte público, taxis, gasolina...; las compras (comercio); y otros servicios, véase la banca, y contingencias imprevistas (taller mecánico, farmacia, hospital...).

Derivada de la gran afluencia de turistas -en estos momentos frenada por la pandemia del covid-19- ha proliferado en los últimos años la construcción de hoteles, hostels y apartamentos turísticos, así como son cada vez más los pisos turísticos. La red hotelera de la villa está integrada por 83 establecimientos en 2019, aumentando sin cesar el número de habitaciones y de plazas ofertadas, redimensionando al alza la oferta hotelera de la ciudad, con 4.335 habitaciones y 8.450 plazas diarias.

Como consecuencia del aumento de la demanda (flujo de viajeros y pernoctaciones) y de la oferta (habitaciones y plazas ofertadas), las personas ocupadas en la red hotelera de Bilbao aumentaron en el último ejercicio. En conjunto suman 1.323 personas empleadas, un 5,3% más que en 2018, lo que se traduce en un incremento de 66 empleos. Todo con la ría como eje vertebrador de la ciudad y de su actividad económica.