Tímidos rayos de sol entre las nubes que se ciernen sobre el horizonte presupuestario vasco. El Gobierno vasco y las diputaciones forales revisaron ayer su previsión de recaudación para este año y la fijaron en 13.411,6 millones de euros, lo que supone 2.058 millones menos que la cosecha tributaria de 2019. Sin embargo, tras el apagón de los meses del confinamiento, la recuperación en el tramo final del año ha permitido sofocar en parte el incendio del coronavirus.

Los primeros cálculos del impacto del virus en la economía apuntaban a un desplome de en torno a 3.000 millones, un 20% en términos porcentuales. Al final la caída será de un 13,3%, a tenor de los datos que se manejan en estos momentos y la proyección de los tres meses que le restan al año. Es decir, el agujero será 1.000 millones menos profundo de lo que se estimaba, con el consiguiente alivio para los presupuestos de las administraciones.

Cuando no hay margen para avanzar, hay que conformarse con retroceder el menor terreno posible. Ese es el ejercicio que han hecho esta mañana el consejero de Hacienda, Pedro Azpiazu, y los tres diputados generales en el Consejo Vasco de Finanzas (CVF). No hay motivos para grandes alegrías, pero si para mostrar cierto alivio.

El descenso en la recaudación se trasladará a la capacidad de gasto de las administraciones, pero si hasta hace dos meses se calculaba que el Gobierno vasco dispondría este año de unos 2.100 millones menos, la cifra rondará finalmente los 1.400 millones, una mejora muy sensible que tendrá su eco tanto en las diputaciones como en los ayuntamientos.

Ese escenario menos desfavorable de lo previsto refuerza la intención del Gobierno vasco de amortiguar la caída de ingresos echando mano de los ahorros de los últimos años y la capacidad de endeudamiento.

La reunión del CVF también ha servido para realizar una primera aproximación al escenario del próximo año. Según la previsión con la que se elaborarán los próximos Presupuestos, las haciendas forales ingresarán en 2021 algo más de 14.250 millones, lo que supondrá un incremento del 6,3%. En otras palabras, no se recuperará ni la mitad del retroceso de este año y la recaudación fiscal se situará ligeramente por debajo de los niveles de 2017, que fue el inicio de un ciclo en el que se encadenaron cuatro récords.