BILBAO - La petición del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a las empresas estadounidenses para que abandonen China y busquen otras alternativas para fabricar sus productos tiene muy difícil solución a corto plazo porque tal y como están montadas hoy en días las cadenas de valor industriales tras la globalización económica es prácticamente imposible evitar que cualquier artículo, desde un ordenador a un teléfono móvil o desde un coche a una zapatilla deportiva, no cuenten con algún componente fabricado en el país asiático, la fábrica del mundo.

¿Por qué es tan amplia la lista de artículos Made in China o Made in PRC? En un primer momento, hace dos décadas, las empresas occidentales siguiendo la máxima capitalista de maximizar el beneficio trasladaron buena parte de sus producciones al país asiático para beneficiarse de la abundante y barata mano de obra china, de su entonces nulo respeto por el medio ambiente, y de un sistema político no democrático que prohibía las protestas laborales además de agilizar las decisiones de infraestructuras y empresariales que le interesaba. Pero hoy en día China es la fábrica del mundo por muchas más razones, entre las que destaca el esfuerzo y el rápido aprendizaje de los propios chinos. China es además de un país fabricante un gran mercado interno de más de 1.300 millones de personas lo que ayuda a generar unas economías de escala impensables en cualquier otro territorio del mundo salvo India.

Además, China sigue teniendo unos salarios relativamente bajos porque la gran mayoría de la población china a principios de siglo seguía siendo rural y pobre y se ha desplazado en masa a la costa urbanizada, a la industria, para mejorar sus condiciones de vida. Los inmigrantes en las ciudades industriales están dispuestos a trabajar muchos turnos por salarios bajos.

Eso sí, según el China Labour Bulletin, los salarios mínimos se han duplicado desde la crisis de hace una década pero aún así está en unos 300 dólares mensuales en la costa. La gran cantidad de mano de obra en China ayuda a producir en grandes series y atender a los aumentos repentinos en el calendario de demanda.

Es verdad que los empresarios ya buscan territorios más baratos caso de Bangladesh, en el textil, o Vietnam, en la industria, pero se han dado cuenta que, hoy por hoy, dichos países no cuentan ni con las infraestructuras, ni con la logística, ni con el conocimiento que ha acumulado Pekín.

No hay que olvidar, y en esto el País Vasco es un buen ejemplo, que la producción industrial no se realiza aisladamente, sino que se basa en un ecosistema competitivo que incluye redes de proveedores, fabricantes de componentes, distribuidores, agencias gubernamentales, etc., que estén involucrados en el proceso de producción a través de competencia y cooperación. Y China ya dispone de estas redes. Por ejemplo, en Shenzhen, una ciudad que limita con Hong Kong se ha desarrollado la industria de la electrónica. Tiene un ecosistema para la cadena de suministro de manufactura, incluidos los fabricantes de componentes, mano de obra abundante, técnicos cualificados, etc.

Apple es un ejemplo de firma que aprovecha las ventajas de la cadena de suministro en el continente, subcontrata con Foxconn, para mantener los costes bajos y los márgenes altos, y sería inviable económicamente trasladar los componentes a EE.UU para ensamblar el producto final.

Además, fiscalmente, China es un buen país base para exportar. Los productos exportados no abonan IVA y las autoridades chinas manejan la moneda, según Trump, devaluando la misma artificialmente para conseguir precios bajos fuera. Por todo ello, difícilmente las empresas de EE.UU. van a seguir el consejo de Trump de salir de China. - DEIA