BILBAO - La guerra comercial emprendida por los Estados Unidos de Donald Trump y China ha dado un paso más en una escalada que perjudica a la economía mundial, en general, y a la europea, en particular, tras anunciar China que impondrá nuevos aranceles a productos estadounidenses por importe de 75.000 millones de dólares, medida a la que ha contestado el presidente Trump, por Twitter, pidiendo a las empresas de Estados Unidos que abandonen el país asiático.

El problema es que pese a la palabrería del presidente de Estados Unidos y a sus medidas contra el libre comercio mundial el resultado obtenido se aleja del objetivo que dice perseguir que no es otro que reducir el alto déficit comercial del país norteamericano. Y la realidad muestra que las medidas de Trump están generando el efecto contrario al supuestamente deseado.

En su primer año de mandato el déficit comercial de EE.UU. se elevó a 550.123 millones de dólares pero en el pasado 2018 la cifra creció aún más hasta los 627.679 millones de dólares.

Eso sí, el enfrentamiento comercial, la ruptura unilateral por parte de Estados Unidos de las reglas de la OMC, y las medidas críticas con los productos chinos han conseguido, al menos en el primer semestre de este año, que EE.UU. reduzca algo su déficit comercial con Pekín.

Déficit comercial USA El déficit comercial estadounidense con China se ha reducido un 10% durante el primer semestre de 2019, hasta los 167.050 millones de dólares en comparación con el mismo periodo de 2018. Una caída del 12% en las importaciones de bienes chinos está detrás del recorte.

En concreto, el gigante norteamericano ha importado productos chinos por unos 219.050 millones de dólares durante los primeros seis meses del año lo que sitúa a China como el segundo socio comercial de EE.UU. tras México.

A la hora de valorar la guerra comercial y hasta donde puede llegar no hay que olvidar que China es el primer banquero de Estados Unidos ya que es el primer dueño extranjero de deuda estadounidense con el 17,3% del total vendido a otros países, es decir, 1,12 billones de dólares (1,01 billones de euros). Desde la crisis financiera de 2008, China ha sido el principal titular foráneo de deuda de EE.UU. aunque desde marzo de 2018 -mes en el que Donald Trump dio inicio a la guerra comercial- al mismo mes de 2019, Pekín ya había rebajado la cifra de deuda estadounidense en su poder en un 5,7%.

Según anunció ayer el Ministerio de Asuntos Exteriores chino, los aranceles por importe de 75.000 millones de dólares a los productos de Estados Unidos comenzarán a aplicarse el 1 de septiembre, la misma fecha en la que entrarán en vigor las nuevas tasas norteamericanas a productos chinos por 300.000 millones de dólares anunciadas por el presidente Donald Trump.

La Comisión de Aranceles Aduaneros del Consejo de Estado precisó que, entre estos aranceles, se incluye la reanudación de tarifas adicionales del 25% o del 5% a los vehículos importados y componentes de fabricación estadounidense a partir del próximo 15 de diciembre.

La represalia comercial de China se centra en el automóvil porque las fábricas de coches norteamericanas están, en buen parte, en un medio oeste de EE.UU. que es uno de los graneros de votos de Trump.

La medida del Gobierno de Pekín se centra en intentar socavar las bases electorales de Donald Trump al igual que las ya adoptadas de suspender las compras de productos agrícolas de EE.UU.

En el comunicado del Gobierno chino para explicar la adopción de los aranceles a productos norteamericanos se reconoce que se ha producido una “escalada sostenida de las fricciones económicas y comerciales” entre ambos países, “perjudicando en gran medida a los intereses de China y otros países, amenazando gravemente el sistema multilateral de comercio y el principio del libre comercio en el mundo”.

China justifica la adopción de las medidas proteccionistas como una “respuesta forzada” al unilateralismo de Estados Unidos e insta al Gobierno de Washington a que “coopere” para “llegar a una solución aceptable para ambos y de beneficio mutuo.

El Gobierno estadounidense anunció el pasado 1 de agosto la imposición de nuevos aranceles del 10% sobre importaciones chinas valoradas en 300.000 millones de dólares a partir del 1 de septiembre, a pesar de que las negociaciones comerciales entre los dos países siguen todavía en pié. Poco después, EE. UU. anunció que retrasaba hasta el 15 de diciembre parte del alza de aranceles que entrarían en vigor en septiembre.

Sin embargo, China, que ya aseguró que haría oídos sordos al retraso en la aplicación de la subida arancelaria de Trump, cumplió ayer su amenaza por lo que considera una “seria violación” de los consensos alcanzados entre los líderes de los dos países en las rondas de negociaciones que llevan meses manteniendo funcionarios de ambos territorios.

Críticas de Trump Tras conocerse el anuncio de Pekín, Trump criticó duramente a China. “Nuestro país ha perdido, estúpidamente, billones de dólares con China durante muchos años. Han robado nuestra propiedad intelectual a razón de cientos de miles de millones de dólares al año, y quieren continuar. No dejaré que eso suceda. No necesitamos China y, francamente, estaríamos mucho mejor sin ellos”, afirmó el presidente de EE. UU. mientras la Bolsa de Wall Street bajaba un 2,3%.