BILBAO - Francisco González desempeñará mañana su último día como presidente del Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA). Habrán pasado 17 años desde que el banco privado vasco BBV, el más eficiente e innovador del mercado financiero español al inicio de este siglo, se fusionaba con el banco público Argentaria. En 2001 se saludó la operación desde el País Vasco como un paso adelante en el proceso de concentración bancaria que se barruntaba con la implantación de la moneda única europea y la globalización económica. Al cierre de 2018 es el momento de valorar la gestión y el legado que deja Francisco González a su sucesor, Carlos Torres.
Más allá de la reconocida y destacada apuesta por la banca digital de Francisco González (Chantada-Lugo 1944), de la independencia de criterio que ha mantenido en los últimos años del poder político, de dejar para la posteridad la nueva Ciudad BBVA en Madrid, con el conocido edificio de La Vela, una obra del estudio arquitectónico suizo Herzog-De Meuron, una obra que costó oficialmente unos 620 millones de euros, y de la entrada en los mercados turco y estadounidense, la labor del hombre que ha desvasquizado la cúpula del banco, presenta demasiados claroscuros.
Y más allá de opiniones son los números los que dan y quitan razones. Y la realidad es la siguiente. Francisco González, licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense, se despide del BBVA, entidad de la que ejerce como presidente único desde diciembre de 2001 tras desembarazarse de Emilio Ybarra y del histórico núcleo accionarial vasco de Neguri con la excusa de los fondos de pensiones en cuentas de la isla de Jersey, con la acción del banco en mínimos anuales, a 4,64 euros, tras perder el 36% de su valor este ejercicio. Es verdad que el año bursátil no ha sido bueno pero es que el BBVA se ha comportado peor que el IBEX, que cae un 16,7%, y, sobre todo, peor que su gran competidor, el Banco Santander, que se ha devaluado un 29%.
Pero el problema más grave es que el banco vasco vale en Bolsa a día de hoy 30.945 millones de euros que es menos, mucho menos, que los 44.222 millones de euros de la entidad financiera que recibió Francisco González de manos de Emilio Ybarra y Pedro Luis Uriarte al cierre de 2001.
Francisco González quiere pasar a la historia como un banquero innovador, amante de la tecnología y adelantado al proceso de digitalización en el sector financiero pero no lo hará como un excelente estratega bancario a la vista de sus apuestas en el exterior y de sus resultados financieros.
El BBVA que deja González se ha volcado en tres mercados internacionales, México, Estados Unidos y Turquía. El primero, donde opera con el líder Bancomer y que es el más rentable, es una herencia del BBV. Sí hay que reconocerle su apuesta por Estados Unidos donde desde su entrada en el Laredo National Bank (LNB) en 2004 ha construido una franquicia en el sur de la mano de Compass Bank.
En Turquía donde entró en 2010 a través de Garanti es también un legado de González. Al igual que el ya comentado proceso de digitalización.
Pero por el camino están otras operaciones del BBVA mucho menos afortunadas como fueron los intentos de entrar en los mercados italiano, brasileño y chino. En Italia fracasó su oferta sobre el BNL en 2005. También fracasó en su intento de hacerse con un lugar al sol en Brasil, a través de Bradesco, del que salió en 2008.
Y lo mismo ocurrió en China con la entrada en el Citic Bank. En 2017 vendió su participación diez años después de haber anunciado a bombo y platillo su presencia pionera en el mercado bancario chino. En total tres apuestas estratégicas en el exterior del BBVA que han resultado fallidas
En estos diecisiete años, Francisco González, con el fin de consolidar su poder absoluto, no ha dudado en prescindir de talento bancario en cantidades industriales. En 2003 prejubiló a toda la dirección de más de 51 años de edad, un total de 27 directivos, entre ellos el actual presidente de Kutxabank, Goyo Villalabeitia.
En estos años ha dispuesto de tres consejeros delegados. El primero, José Ignacio Goirigolzarri, actual máximo responsable de Bankia, dejó el banco por diferencias de criterio y porque González no estaba dispuesto a ceder la presidencia al jubilarse.
Al banquero vasco le sucedió Angel Cano en 2009. Seis años después, Cano, partidario de hacer la transición tecnológica sin pausa pero sin urgencias porque creía que lo que da dinero es la práctica bancaria tradicional, fue invitado a dejar el puesto por un González cegado en su afán de hacer del BBVA, el primer banco digital del mundo.
A su sustituto, Carlos Torres, un gallego de Tuy nacido en Salamanca, le ha ido mejor porque el martes el hombre de Mckinsey será el nuevo presidente del BBVA, cargo al que ascenderá desde el puesto de consejero delegado.
González, futuro presidente de honor se irá del banco con unos 110 millones de euros, dejando todo atado y bien atado, con Carlos Torres, de presidente sucesor y con el turco Onur Genç, de consejero delegado.
Eso sí, deja a los accionistas un banco que al cierre de 2001 valía 44.222 millones de euros en Bolsa y hoy 30.945 millones, bastante menos, mientras que el Banco Santander ha pasado de valer 43.835 millones de euros hace 17 años a 63.053 millones, bastante más, a día de hoy.
Y en cuanto a los beneficios, el BBVA que recibió González ganó 2.363 millones de euros en 2001 frente a los 3.519 millones del último año, el problema es que el Santander que entonces ganaba 2.486 millones de euros genera ahora 6.619 millones.