el señor Rajoy viene insistiendo en ilustrar nuestras mentes asegurando que las cuentas públicas de un Estado son como las de un hogar ya que es preciso ajustar los gastos a la renta para lograr una buena administración; con lo que en nuestra situación actual se hace inevitable la amputación (más que recorte) de los servicios públicos. Palabras que aparentan gran sensatez y ponen al descubierto una apabullante ignorancia de dramáticas consecuencias dado el cargo que ostenta. Coincide en ese tipo de manifestación con la persona que le tiene intelectualmente subyugado y políticamente subordinado, la señora Merkel.

Cuando en un hogar los gastos superan a los ingresos permanentemente, hay que recurrir al endeudamiento, que solo podrá pagarse si se logra que los ingresos superen a los gastos posteriormente. Pero hay una sustancial diferencia entre los dos ejemplos, hogar y Estado, que ellos dan por equivalentes. Cuando el Gobierno recorta gasto, hace que se reduzca la actividad económica y consecuentemente sus propios ingresos, además del nivel de vida del país. Si la actividad privada aumenta, podrá compensar el frenazo público, pero el dinero privado solo se invierte o consume si hay confianza en el futuro y expectativas de beneficio. En ausencia de ambas, como en el caso actual, el paso atrás del Gobierno, se suma a la retracción del sector privado y acentúa la caída en el remolino de la depresión.

Cuando años atrás Alemania adoptó medidas de austeridad y de recuperación de la competitividad, lo hizo forzada por el problema que le causó la unificación de las dos alemanias y aprovechó el buen momento económico del resto de Europa para vender fuera y dinamizar así su economía contrarrestando el coste de las reformas. Pero generalizar ahora la austeridad en toda Europa es apostar por la crisis, hacerlo en las economías con fuerte endeudamiento es condenarlas a muchos años de economía languideciente y llevarlo a cabo en un tiempo record es llevarlas al infarto económico y al rescate en la UVI una tras otra.

La deuda se paga con ingresos y los ingresos se aumentan reactivando la economía con liquidez e inversión, dando confianza al sistema en lugar de sobresaltos cada viernes, y fortaleciendo las expectativas con una acción conjunta europea. El mundo no está en crisis, aunque puede entrar en ella en cualquier momento, arrastrada por la insensatez europea de raíz alemana. La crisis europea es autoinflingida a base de simplicidad mental de sus dirigentes, falta de dignidad de los acomplejados seguidores, insuficiente unidad institucional europea y tras el euro, déficit de sensibilidad social y tozudez dogmática neoliberal.

La señora Merkel confunde la sociedad con la química, en la que es una gran experta. Lo social es mucho más complejo e impredecible. Ni aquí se trabajan menos horas que en Alemania, como usted se atrevió a decir, sino muchas más, ni Alemania hizo sola su recuperación de competitividad, sino al calor de una fuerte demanda del resto de Europa a contraciclo, ni Berlín está en Moscú (como usted señaló en un mapa ante inmigrantes a quienes usted exige saber esos mínimos sobre Alemania y Europa para lograr la residencia).

La ignorancia es peligrosa en manos poderosas. Su exhibición nos hace temblar. Y la coincidencia permanente entre los argumentos neoliberales y las decisiones contra el interés de los más débiles y contra la solidaridad social, nos llevan a la duda sobre la verdadera naturaleza de la intención que mueve los hilos de la política anticrisis. La crisis va a ser tan larga que los fundamentos mismos del sistema que estábamos construyendo en Europa pueden ser erradicados. Me temo que la ideología neoliberal que creó la crisis y la gestiona actualmente se propone cambiarlo todo menos la "libertad de los mercados", en especial la de los mercados financieros.

Al inicio de esta macrocrisis se puso en marcha un intento de gobernanza mundial, o al menos de coordinación económica, junto con una decisión de cambiar las reglas del juego financiero especulativo para evitar sus masivos daños sobre la economía y la sociedad. Todo ha quedado en agua de borrajas. Los gobernantes continúan sin levantar la vista de su pequeño prado electoral, el rebaño continúa pastando en el secarral ya que le dicen que no hay alternativas, el agua de la liquidez sigue almacenada por si nuestra sed fuera vicio y los especuladores financieros chapotean alegres en el depósito. Qué despropósito.