Horno o freidora de aire: ¿cuál consume más?
Las freidoras de aire han irrumpido con una enorme fuerza en todos los hogares del mundo
La cocina es uno de los espacios donde más electricidad se consume en el hogar, y elegir correctamente el electrodoméstico para preparar los alimentos puede marcar una gran diferencia en la factura. Entre los más utilizados están el horno tradicional y la freidora de aire, dos aparatos que cumplen funciones similares pero con un rendimiento energético muy distinto.
La clave del consumo
El horno tradicional es un clásico, pero también uno de los electrodomésticos más exigentes. Su potencia suele oscilar entre 2.000 y 5.000 vatios, lo que lo convierte en uno de los aparatos que más energía requiere para funcionar. Además, necesita precalentarse y mantener el calor durante largos periodos, lo que incrementa el gasto. Un uso de una hora puede alcanzar un consumo aproximado de 3 kWh o más, dependiendo del modelo y la temperatura.
Por su parte, la freidora de aire, también conocida como airfryer, trabaja con potencias menores de entre 700 y 2.000 vatios y calienta un volumen mucho más pequeño. Gracias a su tamaño reducido y al flujo de aire caliente, alcanza la temperatura de cocción en pocos minutos y puede preparar un plato normal con 1 a 1,5 kWh, lo que la convierte en una opción más eficiente para porciones pequeñas o comidas rápidas.
Eficiencia según el tipo de plato
La diferencia entre ambos aparatos no radica solo en la potencia, sino en el tipo de uso. Si se trata de preparar una sola ración o recalentar comida, la freidora de aire resulta más eficiente, ya que consume menos energía y requiere menos tiempo. En cambio, si se va a cocinar una cantidad grande de alimentos o varios platos a la vez, el horno puede compensar su mayor potencia al aprovechar el calor para cocinar en varios niveles simultáneamente.
También influyen nuestros hábitos. Aprovechar el calor residual, no abrir la puerta del horno durante la cocción y cocinar varias recetas seguidas puede reducir notablemente el consumo energético.
En definitiva, la freidora de aire gana en rapidez y eficiencia cuando se usa a diario para pequeñas cantidades, mientras que el horno tradicional sigue siendo la mejor opción para comidas familiares o recetas que requieren una cocción más compleja. La decisión más inteligente no pasa por sustituir un aparato por otro, sino por utilizar cada uno según las necesidades reales que surjan en la cocina.
Hábitos para el ahorro
Ahorrar energía en la cocina es posible con pequeños hábitos diarios. Tapar las ollas al cocinar reduce el tiempo de cocción y el consumo de gas o electricidad. Usar el calor residual del horno o la vitrocerámica permite terminar la cocción sin gastar de más. Es recomendable evitar abrir el horno innecesariamente, ya que se pierde hasta un 25 % del calor. Optar por utensilios del tamaño adecuado, usar la olla exprés y descongelar los alimentos en la nevera también ayudan a reducir el consumo.
