EL año de Adrián Miramón (Benalmádena, 1991) se divide claramente en dos mitades. Una de ellas la hace en casa, rodeado de los suyos y la otra mitad coge la maleta, se despide de su familia e inicia un viaje de casi mil kilómetros. Desde la parte más occidental del mar Mediterráneo al Cantábrico. El malagueño es uno de los varios remeros que deciden venir cada año hasta tierras vascas para competir en la élite del banco fijo. Es un duro sacrificio que hace por una modalidad que disfruta al máximo y eso le ha hecho convertirse en uno de los clásicos de la ACT, con ya nueve temporadas a su espalda. Pero sin duda el lugar donde ha encontrado su segunda casa, el club que siente más suyo, es Kaiku. Miramón disputa su quinta temporada en la Bizkaitarra y quiere ayudar a la embarcación sestaoarra en su objetivo de mantenerse en la Eusko Label Liga con cierta tranquilidad.

Kaiku, durante un entrenamiento. | FOTO: BORJA GUERRERO

Miramón reconoce que ya está “asentado” en el remo del Cantábrico aunque reconoce que supone un duro esfuerzo cada temporada al tener que estar prácticamente medio año sin ver a su familia: “Se lleva de la forma que se puede y cada temporada tengo alguna discusión porque hay gente no entiende que marche algunos días a mitad de temporada. Pero bueno cada uno tenemos nuestras cosas. Cuando tenemos algún día libre suelo intentar faltar algún día más, porque a Málaga no te puedes ir un día y volver, y así poder ver a mis padres, a mi hermana, a mi cuñado, ahora a mis sobrinos… eso me hace cargar las pilas para otro mes más”. Esa es la parte más dura del remo para el malagueño de Kaiku. Sin embargo, no todo es negativo, ni mucho menos, su pasión por el remo es un motivo más que suficiente para volver cada temporada: “Mi vida es el remo y estoy muy contento aquí. Soy súper competitivo y me encanta esta competición”.

Esta es la novena temporada de Miramón compitiendo en traineras. Una aventura que comenzó en Pedreña y donde una persona fue clave para que el malagueño decidiera apostar por subir al norte. “Carlos Aparicio, con quien tengo una gran amistad y al que estoy muy agradecido, venía a Málaga a echar una mano con el llaüt y me vio remar. A mí tampoco me cuesta mucho coger las maletas e irme dónde sea y me animé a venir”, comenta y reconoce que estuvo a punto de no volver a repetir otro año: “El primer año terminé bastante disgustado a pesar de que tengo muy buena relación con la gente de Pedreña. Pero entonces Dani Pérez me llamó para Astillero y tampoco le hizo falta animarme mucho. Me vengo arriba rápido”. Así, estuvo en Astillero dos años, luego disputó un curso en Kaiku, otro en Zierbena, donde ganó la que es hasta ahora su única bandera de la ACT y se quedó a centésimas de ganar la Bandera de La Concha, y regresó a Kaiku para convertirse en “un kaikutarra más”.

En todos estos años en las traineras, hay que remontarse a su primera prueba de la ACT para recordar una de sus anécdotas más curiosas. “Tenía una ilusión muy grande por remar en la ACT y llegamos a Barcelona. Las cosas no salieron como estaban planeadas, había un poco de descontrol y salimos sin palca. Fue dar cuatro paladas y nos hundimos. Recuerdo llamar a mi madre después y, como las madres siempre te quieren animar me decía que qué bien se me veía sacar agua”, recuerda entre risas. Aunque el destino quiso que en esa extraña situación se cruzara con una de las personas que ha marcado su trayectoria: “Salté al agua y me recogió en la motora Korta. Pasó el tiempo y ahora es mi entrenador. Tenemos una amistad súper buena y sinceramente estoy aquí gracias a él. Es un placer entrenar con él y, hablando claro, es el ‘puto amo’”.

REMO DE MAR

Aunque Miramón no solo destaca en las traineras. Hay otra disciplina del remo en la que ha cosechado grandes éxitos: el remo de mar, donde ha llegado a proclamarse campeón del mundo en cuatro ocasiones, además de ganar varias medallas más a nivel mundial y continental. Todo ello enlazando una modalidad con la otra sin apenas tiempo para cambiar el chip. “El remo de mar se me da muy bien y es una disciplina que me gusta mucho. Siempre he tenido ese pensamiento de dedicarme solo a ello, pero la trainera también me gusta mucho. El problema es que cuando acabo la trainera solo tengo dos semanas para el Campeonato del Mundo y me cuesta preparar, no llego a mi cien por cien”, apunta. Es pequeña espina de saber cuál sería su potencial, que queda claramente compensada cuando se monta en la trainera, esa embarcación que le hace alejarse cientos de kilómetros de su casa cada año para seguir disfrutando de su pasión.