UHarte - Iker Irribarria (Arama, 1996) vivió un inicio huracanado en la pelota profesional: debutó en 2015 y en poco más de un año consiguió la txapela del Manomanista y en 2017 logró la del Parejas y repitió presencia en la final del mano a mano. Después llegó un tránsito de dos temporadas sin lana. El tiempo le ha hecho crecer. El zurdo de Arama aspira a conseguir su tercer título en profesionales el domingo en Bilbao con Zabaleta. Son favoritos para la cátedra ante Elezkano II-Rezusta.

Regresa a una final después de dos campañas, ¿cómo está?

-Me siento a gusto. Es algo bonito. Sobre todo, creo que como pareja hemos sumado. Lo más importante es que he disfrutado mucho, ya que he encontrado mi camino, estoy dando el nivel? Y lo agradezco.

Se le ha visto muy contento en el último tramo del Parejas.

-Es normal. Preparamos todo el año para jugar este tipo de partidos. Lo único que quiere el pelotari es disfrutarlos. Cuando tienes la oportunidad, se gozan.

Tiene razones para estar contento.

-Quizás al principio de entrar en el profesionalismo todo me parecía fácil. Después he pasado una mala racha, pero tengo que estar contento, ya que hace poco he cumplido cuatro años en profesionales y esta va a ser mi cuarta final. No puedo pedir más.

Todo ocurrió muy rápido al principio de su carrera. No sé si se le pasó por la cabeza qué podía ocurrir después, esa incertidumbre de que podrían llegar momentos malos.

-Cambió todo. Te das cuenta de todo el trabajo que tienes que hacer para llegar a una final. En un año llegué a tres finales. Me vino todo de golpe, no sin trabajar, pero sí de sorpresa. Vino todo rodado. Acabas dándote cuenta de que todos los pelotaris trabajan mucho y que hay seguir haciéndolo. Ahora se ven los frutos.

Sobre todo, por las inercias, ¿no?

-Estaba pleno de confianza. En el Manomanista, más que la preparación, lo más importante es el punto de juego. Son pocos partidos y si te pillan bien, haces daño. Si te cogen en mal momento, no puedes hacer nada por mucho que te prepares. Ha habido pelotaris que han estado mejor que yo. Quizás no he jugado tan mal como los resultados, pero si los rivales están mejor, parece que no estás y entras en un bache del que es complicado salir.

Al final, se ha ganado las alubias en el Parejas, campeonato en el que hay cuatro meses de actividad.

-Es el más largo, sí; pero la Champions de la pelota es el mano a mano. Aun así, tengo en la cabeza la final del domingo. Valoraría que el Parejas ha sido bueno. Quizás hemos tenido algún lapsus, algún partido que hemos perdido y alguna mala racha, pero las semifinales han ido bien y estamos contentos.

¿El éxito tan rápido puede pasar factura?

-Creo que sí. ¡Si cuesta asimilarlo con 30 años, imagínese con 20 o 21! No le ves la otra cara de la moneda hasta que pasas por ahí. Ha cambiado todo. Por otra parte, tengo que seguir siendo el mismo, trabajar igual. Cuando ves la otra cara de la moneda, enfocas todo de otro modo. Es diferente. Empiezas de nuevo. Es otra vida. Te preparas físicamente, técnicamente y psicológicamente. Si quieres ser mejor, tienes que dar caña a esos tres aspectos.

¿Es mejor pelotari que entonces?

-Sin duda. Soy mejor pelotari que hace un año y hace un año era mejor pelotari que hace dos, aunque hubiera ganado las txapelas. Después, hay que tener en cuenta la confianza. También entran en juego cuestiones personales, porque también somos humanos, y cuesta llevarlo. He trabajado y he sido constante. No he hecho ningún parche en el Parejas. Veo cada partido como una nueva oportunidad.

¿Se da cuenta uno mismo de que hay que cambiar el chip o recibe consejos de los que tiene cerca?

-La familia es la que más me ayuda. Hay que ser positivo. Hay que creer no era tan bueno cuando gané las txapelas ni después tan malo. Esos aspectos hay que trabajarlos.

¿En el apartado psicológico trabaja con algún terapeuta?

-Sí. Es como un preparador más. Ese aspecto hay que tratarlo. En este deporte se golpea con la mano, pero se juega con la cabeza. Hay que entrenar esa faceta. Estoy contento con el trabajo que estoy haciendo y se me ve con otra actitud, con otra alegría.

En el deporte profesional, en el que la diferencia entre ganar y perder es tan pequeña, puede ser un factor diferencial, ¿no cree?

-El 1% de mejoría en la cabeza ya es mucho. Ese poco es lo que marca la diferencia. Hay que entrenar y prepararse, pero los detalles cuentan. Espero que en este caso sea a mi favor (risas).

De todos modos, se encontró con una mochila muy pesada al poco de debutar: jugando muchos estelares, llenando el hueco de Irujo, soportando presión?

-Te viene todo de golpe, algo que sin duda me vino bien, pero de golpe, más aún si no tienes esa preparación que tiene una persona más madura. Eres joven, tienes fuerza, pero es complicado salir del círculo de la presión, los medios? Acabas aprendiendo. Los palos son importantes. Intentas dar la vuelta al asunto, pero hay momentos en los que no sabes qué probar. Todo ha ido a mejor. Repito, lo más importante para mí es que ahora estoy disfrutando en la cancha.

¿Llegó a no disfrutar, a pasarlo mal?

-Sí. En verano me llevé muchos palos. Después, a los dos días tienes que volver a jugar y tienes en la cabeza el parche del día anterior. Es duro. Hubo momentos en los que no disfruté, que me dieron caña, igual merecida, y que a un chaval le cuesta.

En verano ya era consciente de que su trabajo diario era bueno, aunque no llegaran los resultados, según manifestó entonces.

-En verano estaba consiguiendo disfrutar. Hay que disfrutar del trabajo que se hace para poder hacerlo después con los resultados. Pero quizás no se veía en la cancha. Si trabajas, llegan los buenos momentos. Estoy contento por lo que he hecho hasta ahora.

En referencia al bache, ¿llegó a pensar las razones a las que se debía?

-Siempre le das vueltas a todo, hasta a lo que no le tienes que dar. Consultas a todo el mundo para ver si existe la necesidad de cambiar algo. Físicamente no estaba mal, pero sí que podía estar mejor. A este nivel hay que ir al límite.

¿Es muy exigente consigo mismo?

-Sí, lo soy, pero también me doy mis caprichos para relajarme. Hay que ser exigente cuando hay que serlo. Todos los deportistas lo somos. Desde verano me puse manos a la obra: descansar cuando se tiene que descansar, entrenar cuando se tiene que entrenar y seguir con los estudios. Esto es un trabajo largo.

¿Olvida más rápido los golpes?

-No, pero sí que ha cambiado la forma de ver los partidos. Ahora pienso que es una oportunidad más para demostrar qué puedo hacer, aunque anteriormente no lo hubiera hecho.

En la primera jornada de las semifinales hizo referencia a su esencia. ¿Cuál considera que es? ¿Por qué cree que la había perdido?

-He hablado mucho con Jon Apezetxea y con Jokin Etxaniz, que son los entendidos, y mi problema era que intentaba hacer el juego de otros: lanzando ganchos desde el cuatro o haciendo cosas que no tenía que hacer. En este Parejas le he dado a la pelota y he tenido paciencia. Eso sí, el cambio no ha sido drástico, viene desde el verano. Esto lleva su tiempo. Estoy trabajando y rematando desde el dos. Lo primero era saber cuáles eran mis armas y explotarlas. Sé que siempre me va a costar la defensa y la coordinación, pero estoy trabajando en ello.

Se le ve más fino...

-Bajar kilos es difícil. Entrenamos todos los días, pero no he bajado tanto como parece. Tenía que quitar grasa, pero sin perder la chispa. Eso es complicado. He tonificado y en defensa se nota. Ando sobre los 87 kilogramos. Mi cuerpo ha cambiado desde que debuté.

¿Ha cambiado sus hábitos o los tipos de entrenamiento?

-Sí. Estoy haciendo reactividad y coordinación. Sesiones de fuerza sigo haciendo, pero no es mi punto débil. Trato de fortalecer mis carencias. En la alimentación me cuido bastante, pero alguna vez me doy algún capricho. Eso sí, trato de quitar el azúcar. Me encanta comer e intento mejorar algunos hábitos.

¿Hace mucho trabajo de pesas?

-No demasiado. Para el tren inferior, más que sentadillas, trabajamos mucho con la escalera de coordinación. Hay días que sueño con ella. Es mi punto flaco y tengo que trabajarlo. Se nota en la cancha. Se ve que el trabajo acaba dando sus frutos.

Se les coloca con un favoritismo claro e incluso se han dado cifras de doble a sencillo en las apuestas. ¿Qué opina?

-Sí que puede haber cierta tendencia, pero no tanta. Siendo favoritos, no se gana ningún partido. Danel y Beñat están en la final por algo. Además, fueron los primeros de la liguilla de cuartos de final. Es una pareja que, si está bien, es casi imposible de ganar. Tenemos que jugar como en Bilbao.

¿Hay mucho movimiento a su alrededor?

-En mi entorno tienen ganas de final. Están con hambre de pelota. Quiero disfrutar, porque puede ser un día grande.

¿Están en su mejor momento de todo el Campeonato de Parejas?

-Sí, pero creo que podríamos estar mejor. Estamos perdiendo poca pelota y nos estamos compenetrando bien. Hay margen de mejora. Tuvimos una racha muy buena a mitad del Parejas, después nos despistamos y perdimos algún partido, pero hemos aprendido de ello. Respecto al punto de chispa, sí que puede que estemos en el mejor punto.

Cuando se concentran, prácticamente no tienen rival.

-Espero que empecemos así y terminemos de la misma manera. Es complicado, porque hay otras variables. Si le das tantos de ventaja, Danel se viene arriba. Con pelota en el dos, acaba muy bien. La clave estará en sumar.

¿Quizás José Javier Zabaleta está realizando uno de los Parejas más redondos de su carrera?

-Quizás yo empecé mejor, pero él ha sabido darle la vuelta. Después, ha jugado una barbaridad. Ha demostrado que es el mejor zaguero. Pierde poca pelota y, aun fallando, gana partidos. Está cubriendo cancha y no puedo pedir más. Estoy disfrutando mucho con él. Espero que siga así.