L escenario estaba listo, la puesta en escena también, el público, con varias celebridades en los palcos de la Arthur Ashe, estaba por la labor y la fiesta parecía inminente en Nueva York. Pero Daniil Medvedev tenía otro plan, el de ganar su primer Grand Slam, y arruinó el día en el que Novak Djokovic debía traspasar la leyenda del tenis. No hubo cuarto grande en el mismo año, no hubo vigésimo primero en la carrera del serbio, agarrotado, tenso y superado por los acontecimientos, él, que tiene fama de ser una roca mental. Pero hasta los más grandes demuestran que son humanos, que la presión de echarse encima el peso de la historia puede con ellos, y Medvedev fue dueño absoluto de la final del US Open ante el irreconocible serbio.

Stan Wawrinka había sido en 2016, también en Nueva York, el último tenista en ganar a uno de los miembros del Big Three en una final de Grand Slam. Fue también ante Djokovic y cinco años después Medvedev ha dado el paso que se esperaba de los jugadores que ahora mismo tienen menos de 30 años. Quizás el ruso haya dado inicio a una nueva era como con el triunfo de otro ruso, Marat Safin, en el Abierto de Australia de 2005 se abrió la etapa de tres lustros de dominio de Federer, Nadal y Djokovic, que tendrán que esperar a 2022 para deshacer ese empate a veinte que puede ser una barrera infranqueable.

Es posible que el serbio tenga más oportunidades, que vaya a seguir intentándolo. Eso, al menos, aseguró en la rueda de prensa tras su derrota en la que admitió que no ha sabido manejar la presión que él mismo se puso tras ganar en Wimbledon. Para los otros dos, no está claro que su futuro vaya a ser exitoso porque ambos están ahora mismo convalecientes de sendas operaciones, con un periodo de recuperación incierto. Por eso, no sería extraño que Djokovic rompiera el triple veinte en el próximo Abierto de Australia, que es justo el Grand Slam que mejor se le da. Ganar los cuatro en el mismo año, probablemente, ya le va a ser imposible porque Daniil Medvedev ha enseñado el camino a sus compañeros de generación y a otros más jóvenes que van llegando. El moscovita jugó la final sin miedo, a palo limpio y sin dejarse intimidar por quien estaba al otro lado de la red.

En todo caso, la final del US Open ya dejó una duda razonable, un asomo de debilidad de quien se pensaba indestructible y, en cambio, estalló en lágrimas cuando el partido aún no había acabado y en la ceremonia de entrega de trofeos. “Cuanto más pasa el tiempo, más difícil es permanecer en la cima y competir por títulos importantes con los jóvenes. Soy consciente de eso y no me preocupa porque se trata de un ciclo natural de la vida. De todos modos, no me siento viejo ni que mi cuerpo esté desgastado”, resumió Novak Djokovic, para quien la leyenda pasó de largo.