"Son tiempos complicados para nuestro país, especialmente para la comunidad negra. Nosotros, la NFL, condenamos el racismo y la opresión sistemática sobre la comunidad negra. Nosotros, la NFL, admitimos que nos equivocamos al no escuchar antes a nuestros jugadores y al no animarles a expresarse y protestar de manera pacífica. Nosotros, la NFL, creemos que las vidas de los afroamericanos importan. Personalmente, protesto junto a vosotros y quiero ser parte del muy necesario cambio en este país. Sin jugadores negros, no habría NFL y sus protestas a lo largo y ancho del país simbolizan los siglos de silencio, desigualdad y opresión que han sufrido nuestros jugadores, técnicos, aficionados y trabajadores. Estamos escuchando y voy a contactar con los jugadores que han elevado su voz para ver cómo podemos mejorar y avanzar hacia una NFL mejor y más unida". Mediante este mensaje de vídeo emitido en la noche del viernes, Roger Goodell, comisionado de la liga de fútbol americano, expresó la opinión oficial de la NFL acerca de la situación que se vive en Estados Unidos desde la muerte de George Floyd en Minneapolis el pasado 25 de mayo a manos de un policía acusado ahora de asesinato en segundo grado y la enorme ola de indignación y protestas que este deleznable hecho ha provocado a lo largo y ancho del país para denunciar el racismo y los abusos policiales hacia los ciudadanos de raza negra.

Pese a que alrededor del 75% de sus jugadores son de raza negra, la NFL siempre ha sido considerada una liga de blancos y una competición de claro modus operandi y sentimiento conservador, en oposición a la NBA. Por eso un mensaje tan contundente como el de Goodell, sea mediatizado por las circunstancias o porque es el verdadero sentir de los propietarios de las franquicias a los que representa, es tan importante. También lo es que en su alocución haya admitido la equivocación al no escuchar a los jugadores que levantaron su voz y protestaron de manera pacífica en tiempos pretéritos y, pese a no nombrarle, a todo el mundo le vino a la cabeza Colin Kaepernick. En 2016, el que fuera quarterback de los San Francisco 49ers fue el primer deportista que utilizó un gesto de protesta que estos últimos días ha sido emulado por manifestantes, deportistas, actores, cantantes y ciudadanos anónimos de todo el planeta: hincar la rodilla derecha en el suelo. Kaepernick empezó a hacerlo en la pretemporada de 2016, lo repitió mientras sonaba el himno estadounidense durante toda la temporada y desde el final de ese curso, tras romper su contrato con los 49ers, ningún equipo le ha fichado, ni siquiera como suplente, pese a su acreditada valía profesional (ni era una gran estrella ni un jugador residual) y tener por aquel entonces solo 29 años.

A Kaepernick le llamaron antipatriota. Recibió amenazas de muerte. Dijeron que con su gesto faltaba el respeto a las fuerzas armadas y a la bandera y el propio Donald Trump se ensañó con él pidiendo a los propietarios de la NFL "que sacaran del campo a todos esos hijos de puta". Porque su gesto de arrodillarse fue rápidamente seguido por otros compañeros y rivales hasta convertirse en masivo. Curiosamente, el gesto fue sugerido por Nate Boyer, exjugador y miembro de las Fuerzas Especiales del ejército de los EE.UU. (los Boinas Verdes), porque en origen él y su compañero Eric Reid se limitaban a quedarse sentados durante el himno y consideraron que hincar rodilla en tierra era "más respetuoso". Kaepernick aseguró una y otra vez que sus protestas no iban contra el himno o la nación, que solo quería levantar la voz contra la desigualdad racial y la brutalidad policial, pero poco importó. Su camiseta se convirtió en una de las más vendidas, el entonces presidente Barack Obama defendió su "derecho constitucional a protestar", pero el QB que en 2012 guió a los 49ers hasta la Super Bowl gracias a su poderoso brazo y su capacidad de ganar yardas terrestres, que en 2014 había firmado un contrato de 126 millones de dólares por seis temporadas y que posteriormente había perdido su puesto de titular indiscutible se quedó sin equipo tras aquel tumultuoso ejercicio 2016.

Activista... ¿y vetado?

Desde entonces, Kaepernick ha seguido ejerciendo de activista contra la discriminación racial junto al movimiento Black Lives Matter y se convirtió en imagen de una campaña mundial lanzada por Nike, pero nunca ha renunciado a su deseo de volver a la NFL, aunque desde que se convirtió en agente libre en marzo de 2017 ni siquiera ha sido sometido a una prueba por ningún equipo. Entrenadores y jugadores han elogiado durante estos años sus cualidades, pero todo ha quedado ahí. De hecho, Kaepernick denunció a la NFL en octubre de 2017, acusando a los propietarios de elaborar un plan para mantenerle fuera de la liga, aunque no hubo juicio porque las partes llegaron el año pasado a un acuerdo confidencial (diversas fuentes aseguran que el jugador recibió 80 millones de dólares como indemnización).

Nunca se ha podido demostrar la existencia de un boicot, pero las sospechas son más que razonables. De hecho, Joe Lockhart, exvicepresidente de comunicaciones de la NFL, ha dicho esta semana que "los propietarios pensaron que ficharle era malo para el negocio. Un ejecutivo de un equipo que consideró contratarle me dijo que si lo hacían proyectaban perder el 20% de los abonados de temporada. Era un riesgo comercial que ningún equipo estaba dispuesto a asumir, ya fuera el propietario partidario de Trump o un liberal". ¿Recibirá ahora, a los 32 años y tras tres temporadas fuera de la liga, una segunda oportunidad?

En un principio, Kaepernick se quedaba sentado durante el himno; la idea de arrodillarse se la propuso Nate Boyer, exjugador y 'Boina Verde'

Un exejecutivo de la NFL ha reconocido esta semana que "los propietarios pensaron que ficharle era malo para el negocio, un riesgo comercial"