BILBAO. El monoplaza de Charles Leclerc es biplaza en el Gran Premio de Bélgica. El Ferrari tiene dos volantes y cuatro pedales. “¿Recuerdas, amigo, cuando competíamos juntos? ¿Recuerdas la primera carrera de tu vida, que fue junto a mí? Pues ya sabes lo que debes hacer. Ser ese ganador que llevas dentro y que todo el mundo conoce a pesar de que la victoria todavía se te resiste en la Fórmula 1. Hoy puede ser un gran día. Corro a tu lado”. Si el francés Anthoine Hubert habla desde los cielos, este es su discurso para la amarga jornada que afronta Leclerc. Su amigo abandonó el mundo de los mortales el sábado, a los 22 años. Un accidente segó su vida en la carrera de Fórmula 2 en Spa-Francorchamps, donde el monegasco arranca el domingo la carrera de Fórmula 1 desde la pole. Solo unas horas después de la tragedia. Compungido. La madre de Anthoine se funde en un abrazo con Leclerc. Es una especie de “haz lo que mi hijo ya no puede hacer: disfruta; él está contigo”.

Leclerc es un manojo de emociones. Está ante la gran oportunidad de ganar su primera carrera de F-1; es su segundo año en la máxima categoría y el primero en Ferrari, marca que enlaza quince carreras sin victoria, tres de 2018 y doce de 2019; Vettel lleva 21 grandes premios sin triunfar. Para conseguirlo, Leclerc debe gestionar el sentimiento de 44 pasos por el fatídico punto en el que su amigo se dejó la vida, en Raidillon, que no sería un ángulo tan crítico de no ser porque es la salida de Eau Rouge, la curva de la trazada ciega. “Un fin de semana duro. He perdido a un amigo”. Viaja vestido de luto dentro del mono rojo. El chico de 21 años es un témpano. Hace de tripas corazón.

Espoleado por las circunstancias que a otros diluyen, Leclerc aflora entereza. Para comenzar, defiende su condición de poleman al nacer la decimotercera prueba del calendario. Su compañero Sebastian Vettel, sin embargo, peca con el embrague y cede su segunda plaza a Lewis Hamilton. El alemán recupera la posición ipso facto. Ferrari tiene dos bazas para estrenar su casillero de triunfos. Todo esto sucede instantes antes de que aparezca en pista el safety car.

En la primera curva, Raikkonen y Verstappen echan un pulso de arrestos. Pierden los dos. El finlandés estrangula la trazada del holandés, que no frena, y chocan. Para Verstappen la consecuencia es inmediata: abandona; para Raikkonen es la condena a la decimosexta plaza final. Durante la estancia del coche de seguridad, Carlos Sainz es otra víctima, su coche se detiene.

La carrera se relanza en la vuelta 5. Tras la reanudación no se alteran las posiciones de cabeza. Hamilton se relame al descubrir el ritmo de carrera de Ferrari: “Vettel no es tan rápido”. El inglés mercadea con optimismo.

Leclerc exprime el potencial del Ferrari, excelso en las rectas, para asentar su liderato. Levanta dos segundos de ventaja, pero en la vuelta 9 se come una curva. Se pasa de frenada. La presión. Si bien, no cede terreno. El que está amenazado es su compañero, Vettel, que contempla al Mercedes de Hamilton a distancia de DRS. “Vettel está con problemas”, considera el inglés. Huele sangre. Ferrari reacciona y en la vuelta 16 conduce a Vettel al primer cambio de neumáticos -más adelante, cuando ya era cuarto, realizaría otro para buscar la vuelta rápida- a fin de proteger la tercera plaza.

Resulta que esta decisión, junto al ritmo de Vettel al regresar a la pista, impulsa al alemán a la primera posición cuando Leclerc realiza su pit-stop. Si Leclerc quiere ganar, debe adelantar a su compañero en pista. Y esta batalla puede impulsar a Hamilton.

Una estrategia crucial

El ritmo de Hamilton es endiablado tras completar su parada. La situación es: primero, Vettel; segundo, Leclerc; tercero, Hamilton; cuarto, a un nivel inferior, Bottas. Pero el inglés puede comprometer la victoria. Ferrari decide que Leclerc, con mayor ritmo que Vettel y gomas rejuvenecidas, pase al frente. El alemán no rechista, acata órdenes de inmediato, se aparta y devuelve el liderato al monegasco en la vuelta 27. Leclerc pone pies en polvorosa.

Solo dos vueltas después, Hamilton ya emplea el DRS para intimidar a Vettel, que planta ardua defensa de la segunda plaza, lo cual resulta clave para el desenlace. Desde que Hamilton abre el alerón por primera vez, tarda tres vueltas en rebasar a Vettel. Este tiempo perdido por el inglés es el que a la postre permite ganar a Leclerc.

Al cazar Hamilton el segundo lugar, Leclerc goza de un margen de 6,6 segundos. Restan doce vueltas para concluir. Lo que parece imposible, con Hamilton no lo es. “Lo he dado absolutamente todo”, describe. En boca de un pentacampeón, es mucho.

Cuando amanece la última vuelta, la diferencia es de 1,5. Las décimas caen a plomo. Las curvas se agotan. Hamilton se instala en el cogote de Leclerc, a medio segundo. Aparece la línea de meta. Leclerc pisa primero. Junto a Hubert, por el que no se agita el champán en el podio. “El triunfo va por él”, dice, afligido, Leclerc. El Compitiendo por Anthoine que luce su monoplaza lo ha transformado en un Ganando por Anthoine. Un parpadeo más tarde, aparece Hamilton, que aumenta a 65 puntos su ventaja en el liderato del Mundial. Después llegan Bottas, tercero, y Vettel, cuarto y gran derrotado; Leclerc, que estrena la cuenta de victorias de Ferrari en 2019, está a 12 puntos del a priori jerarca del equipo. Albon, en su debut con Red Bull con el antiguo asiento de Gasly, es quinto. ¿Y Norris? Tenía la quinta plaza cuando su coche se apaga en la última vuelta.