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eL nombre de Rocío Ybarra Solaun (Getxo, 1984) es un constante en las convocatorias de la selección estatal de hockey hierba. A sus 28 años, disfruta del mejor momento de su carrera en el HDM, un equipo holandés, pero la jugadora getxotarra se inició en este deporte casi antes de aprender a andar. Y es que Rocío llegó al mundo con un stick bajo el brazo. No podía ser de otra forma al nacer en el seno de la familia Solaun. Su abuelo Luis y su tío abuelo Javier ya golpeaban la bola allá por los años 50, cuando el hockey se disfrutaba entre barro y margaritas, y se desconocía la existencia de la hierba artificial: "Lo nuestro era prehistórico, una salvajada. Hacíamos verdaderas burradas con el palo y aquello se convertía en una auténtica lucha campal", explica Luis. A pesar de ello, los dos hermanos acabaron por caer en la droga de este deporte y abrieron una veda que después siguió toda la familia.

Así, Menchu Solaun, la madre de la internacional, probó suerte en Jolaseta: "Me tocó una época complicada en la que los equipos femeninos salían con bastante dificultad", se lamenta. Sin embargo, enseguida quedó prendada por el tacto del stick, hasta el punto de continuar aún en activo en un equipo madrileño de veteranos. "Recuerdo que de pequeña, antes de saber qué era el hockey, mis hermanos y yo íbamos en el autobús a ver a mi madre. Es más, mis primeras niñeras eran sus propias compañeras de equipo", explica la joven getxotarra. Y así, sentadas en el banquillo, sin ser aun conscientes de que ese deporte se convertiría en su vida, Rocío y Lucía, su gemela, se entretenían como podían mientras su progenitora disputaba sus partidos. "Siempre se enfadaban y en plena jugada, cuando más concentrada estaba, oía gritar: ¡Ama, Lucía me ha pegado!", rememora Menchu con una sonrisa nostálgica. Ahora, madre de tres hijos que han seguido sus pasos -con Rocío en Holanda, Luis, el mayor, juega en el Polo de Barcelona y Lucía hace lo propio en la Real Sociedad-, la veterana jugadora mira orgullosa a su hija cuando esta reconoce que todos sus recuerdos "están ligados al hockey".

Julio, el ejemplo a seguir "Nacer en esta familia es jugar al hockey", afirma Rocío Ybarra Solaun mientras explica su infancia, entre palos y raquetas, correteando por las instalaciones de Jolaseta. Con un abuelo que coge el stick cada vez que el cuerpo se lo permite y con una madre que parece tener correa para rato, era inevitable que la joven getxotarra acabara sintiendo la misma pasión por el hockey. Sin embargo, Rocío reconoce que su verdadero ejemplo a seguir, su referente en este mundo, es su tío abuelo Javier Solaun. "Fue olímpico en los Juegos del 64 en Tokio y en el 68 en México, cuando le dieron el premio al mejor jugador de hockey del torneo", presume orgullosa la getxotarra. Sin embargo, con un gesto de la mano, el exjugador resta relevancia a ese título puesto que, para él, lo verdaderamente importante es el hecho de "haber disputado todos los partidos de ambos Juegos".

Así, siguiendo los pasos de su tío abuelo, con el dorsal número tres a la espalda y defendiendo el lateral derecho, las piernas de Rocío acumulan todos los minutos de dos Juegos Olímpicos -Atenas 04 y Pekín 08-. Y ya convertida en una pieza clave del HDM, un club de la liga holandesa, "la meca del hockey", tal y como la define Menchu, Rocío solo piensa en seguir corriendo tras la bola. Y es que tiene sangre Solaun en las venas.