La Eurocopa 2024, a diferencia de otras ediciones, como la anterior que se llevó Italia por ejemplo, fue para la selección que hizo el mejor fútbol. En todos y cada uno de sus partidos, España demostró que el buen gusto y la ambición pueden constituir el antídoto ideal contra el posibilismo, el pragmatismo, la especulación, las tácticas destructivas o las concepciones ancladas en el culto a la personalidad de estrellas a las que se les ha pasado el arroz.

Luis De la Fuente se ha reivindicado como un digno sucesor de Luis Aragonés y Vicente Del Bosque, dos personalidades que entendían muy bien el juego y, en consecuencia, sabían cómo gestionar grupos en teoría inestables con absoluta naturalidad, con un trato normal, sin estridencias, con un enfoque un tanto paternalista incluso, muy útil para rebajar tensiones entre los jugadores. Pocos auguraban el éxito del riojano pese al palmarés que se había labrado en categorías inferiores, a pocos les llenó la lista que elaboró para acudir a Alemania, pocos confiaban en su liderazgo y en la idea que pudieran desarrollar unos jugadores que o no estaban encuadrados en la liga española, no al menos en los clubes punteros, o aún no habían explotado por edad y recorrido en la élite.

Rodri, MVP del torneo

El porcentaje de elementos consagrados colocaba a España en inferioridad ante aquellos combinados que, por poseer esta clase de futbolistas en sus filas, partían con ventaja en los pronósticos. En este sentido, al margen del triunfo colectivo, merece resaltarse la elección de Rodri como el hombre del torneo. Una distinción habitualmente reservada a delanteros o gente de ataque ha recaído en un centrocampista puro, un medio centro discreto en el ámbito personal que ejerce una influencia sin igual sobre todo lo que sucede sobre la hierba. Él logra que el fútbol fluya con la simplicidad que este deporte posee cuando se practica con criterio, visión, espíritu asociativo y generosidad.

Las múltiples flores que ha merecido el comportamiento de España han estado muy repartidas. El vicio de primar las individualidades ha descubierto y potenciado a Lamine Yamal y Nico Williams por encima del resto, pero su descaro y habilidad para abrir resquicios en las defensas se hubiese ido apagando sin la brújula de Rodri, la inteligencia de Fabián y Olmo, el oficio de Morata, Carvajal o Laporte. Asimismo, se ha de subrayar el rol de quienes aguardaban turno en el banquillo y llegado el momento se expresaron como titulares: Oyarzabal, Nacho, Merino, Zubimendi en la final, etc. Tener al personal enchufado resulta clave en una competición tan densa y exigente.

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La final de la Eurocopa, en imágenes NTM / EFE

España no ha intentado vivir de las rentas ni del astro de turno, observación que no cabe hacer extensiva a franceses, ingleses, portugueses, alemanes o croatas, por citar combinados que partían con opciones de llegar muy lejos. En la Eurocopa 2024 se ha asistido a auténticos fraudes, con técnicos plegados a los intereses particulares de grandes nombres. Insistir en alinear siempre a Cristiano, como hizo Roberto Martínez, equivalía a condenar al fracaso a sus compañeros, por no decir a faltarles al respeto. Fue lo que sucedió, los lusos jugaron siempre bastante bien, pero con uno menos, sin delantero, y se marcharon a casa antes de tiempo.

Sin alcanzar tal grado de empecinamiento, tampoco es fácil de entender los elevados minutajes de Kroos, Modric, Lewandowski y alguno más, mediatizados por la edad y un desgaste acumulado que no compensaba su saber estar. Similar reflexión sería aplicable a tipos más jóvenes pero lastrados por una obvia saturación mental y física: Mbappé, Griezmann, Kostic, Lukaku, Kane, Brozovic, Trossard y un largo etcétera. Ni Bellingham se libra; pese a regalar destellos de su amplio repertorio, verle deambular o con los brazos en jarras producía lástima. 

El culto desmedido a las estrellas ha retratado un déficit de autoridad o de personalidad en varios técnicos, pero puestos a hacer reproches no debería pasarse por alto ese hábito de aferrarse a una alineación y dejar de lado recursos supuestamente cualificados. Diseñar una lista con los veintitantos mejores jugadores de un país para a la hora de verdad infrautilizar a la mitad, señala al jefe.