Georgia disputa hoy un partido histórico, el primero en una Eurocopa y en un gran torneo internacional y esto supone la oportunidad para todos los aficionados de ver a Kvicha Kvaratskhelia (Tiflis, 12-II-2001), una de las grandes estrellas jóvenes de Europa y el jugador al que se agarra la selección que dirige el francés Willy Sagnol para tratar de avanzar a la fase de eliminatorias. Todo eso debería suponer ya un motivo para prestar atención a las evoluciones del desequilibrante extremo del Nápoles, pero además este estreno está rodeado del ruido que ha creado el futuro de Kvaratskhelia y eso puede distraer el objetivo fundamental del debutante, que se ha convertido en objeto de deseo de algunos de los mejores clubes de Europa y eso ha llevado a su representante a asegurar que su futuro no va a estar en la caótica ciudad italiana.
La cuestión es que el georgiano, un perfil de jugador del que no abundan en su país, es un ídolo en Nápoles desde que llevó al equipo a ganar el título hace dos años. Fue la temporada de su explosión en la élite después de salir del modesto Dinamo Batumi de su país, en el que se refugió después de que el estallido de la guerra le obligara a dejar el Rubin Kazan, donde estaba destacando. El Nápoles le fichó por unos 15 millones de euros, una cantidad que se ha revelado después como una ganga, sobre todo porque otros clubes no apostaron por un jugador diferente que cayó de pie en Nápoles. “Apenas llevaba unos días en la ciudad y caminando por la calle la gente me paraba, incluso gente de setenta años ya me conocía. Creo que napolitanos y georgianos somos la misma cosa”, dice. Su padre Badri, que también fue futbolista, estuvo de acuerdo porque “no se puede decir que no al club donde ha jugado Maradona”.
Sus grandes actuaciones y el estilo de juego impuesto por Luciano Spaletti elevaron el nivel de un equipo que había perdido a jugadores relevantes como Insigne o Mertens y le llevaron al título de Liga y a la Liga de Campeones de nuevo. Las actuaciones de Kvaratskhelia fueron deslumbrantes y desequilibrantes y los excesivos tiffosi napolitanos le apodaron ‘Kvaradona’ en recuerdo a la gran figura histórica del club y por su porte similar al de Mario Kempes. Eso son palabras mayores porque obliga a una excelencia que el jugador georgiano no ha podido mantener en la última campaña, en la que el Nápoles ha acabado lejos de los puestos importantes en el Scudetto y tampoco ha brillado en Europa.
Pese a ello, clubes con más poder mantienen su interés por el jugador de Tiflis. El PSG está a la cabeza, pero Dino de Laurentiis, propietario del Nápoles e implacable negociador, ha asegurado que el jugador no se va a mover, que no escucha ofertas, sobre todo porque Antonio Conte, el nuevo entrenador, le tiene como pieza básica. El contrato de Khavaratskhelia es muy bajo, pero el club quiere convertirlo en el jugador mejor pagado de la plantilla para evitar su marcha. Sin embargo, los aficionados se temen que pueda ser tarde porque su estrella quiere jugar la Champions y no está de acuerdo con el rumbo que lleva el club, que ha tenido cuatro entrenadores en dos años.
Durante el tiempo que esté en la Eurocopa, la estrella de Georgia tendrá que aislarse de esta guerra de intereses que no tendrá un pronto final. ‘Kvaradona’ es ahora el responsable de que el fútbol cada vez interese más en Georgia, que los niños quieran imitarle. Él puede cumplir en la Eurocopa sus sueños de aquellos años en la calle, “entre cuatro edificios que nos servían de estadio y hacíamos pequeños torneos”. En aquel tiempo su ídolo era el madridista Guti y ahora, cuando no deja defensas atrás, es un melómano que toca varios instrumentos y un empedernido seguidor del baloncesto, de la NBA y de Stephen Curry.