En este momento, la única consecuencia segura del descalabro de Lisboa es el cese de Quique Setién como entrenador del Barcelona. Es cuestión de horas que al técnico santanderino se le anuncie su destitución y así finalice para él y su cuerpo técnico una etapa llena de nubarrones y de expectativas no alcanzadas. Setién habrá estado ocho meses al frente de la nave azulgrana desde que el 14 de enero se le fichara como relevo de Ernesto Valverde. Entonces no fue ni mucho menos la primera opción de la junta directiva de Josep Maria Bartomeu, quien antes se interesó por nombres como Xavi Hernández (Éric Abidal y Óscar Grau llegaron a viajar a Doha para ficharlo), Ronald Koeman y Mauricio Pochettino. Precisamente son los mismos nombres que suenan ahora para sustituirlo, aunque Xavi, quien tiene una gran relación con el precandidato Víctor Font, sigue dejando claro de forma pública que su momento de entrenar al Barcelona aún no ha llegado.En su rueda de prensa de presentación como entrenador, Setién dijo que moriría con sus “ideas futbolísticas” y que a los equipos que había dirigido “solo les había garantizado una cosa: que iban a jugar bien”. También quiso dejar claro a los jugadores del primer equipo que habría lugar para los de la cantera si esta se lo ganaba. Estas ideas, procedentes de su magnetismo con la filosofía cruyffista y puestas en práctica en el Lugo, el Las Palmas y el Betis, sus anteriores equipos, motivaron a gran parte de una afición cansada del juego plano y acomodado a las peticiones del núcleo duro del vestuario que había caracterizado al Barcelona con Ernesto Valverde.

En su primer partido, en Liga ante el Granada en el Camp Nou, se vieron cosas diferentes a pesar de ganar tan solo por 1-0. El equipo azulgrana insistió en la idea del juego de posición y llegó a realizar 1.005 pases y a tener una posesión del 82,5%.

Además, Ansu Fati fue titular y Carles Pérez y Riqui Puig tuvieron minutos en la segunda parte. Pareció un buen punto de partida.

Pero no tuvo continuidad. La derrota por 2-0 ante el Valencia en el siguiente partido de Liga y la eliminación ante el Athletic en la Copa fueron los primeros avisos de lo que vendría después.

A partir de ahí, empezó a florecer un malestar en el vestuario, el cual no acababa de ver capacitado a Setién para afrontar los retos de un equipo de primer nivel como el Barcelona. Y el técnico cedió a las demandas de los pesos pesados (las cuales empezaron por el olvido del juego de posición) para no avivar un fuego que, de todas maneras, finalizaría en incendio con la humillante derrota del viernes a manos del Bayern de Múnich. Setién ha escrito su epílogo en el Barça.