AQUÍ hay hay más gente que en el play-off", pudo oírse de boca de algún aficionado en la entrada a Lasesarre. Y no le faltaba razón. Casi 6 000 espectadores se dieron cita para presenciar ese "partido de fútbol obrero", como se le había denominado durante la semana, ese enfrentamiento entre Barakaldo y Rayo que no se daba desde 1980 y que al presidente Jesús María Isusi le evocaba "al fútbol antiguo, a las tardes de transistor".

A la fiesta del fútbol vivida ayer en Lasesarre y alrededores contribuyeron ambas aficiones. La local, que respondió como pocas veces, y la franjirroja, llegada no solo desde la Comunidad de Madrid sino también desde diferentes y variados puntos del norte peninsular. No defraudó la marea rayista aunque tampoco se cumplieron las previsiones, que hablaban de cerca de un millar de seguidores visitantes. Finalmente fueron unos quinientos los aficionados rayistas que ocuparon aproximadamente un tercio del fondo norte del municipal barakaldarra, exhibiendo una gran pancarta con el escudo del Rayo que rezaba La vida pirata y, en momentos puntuales, lo hicieron con otra que acusaba a la LFP de la xenofobia en el fútbol. Pese a ello, nadie fuera del estadio pudo verlo ni dar fe, ya que el encuentro no se televisó por ningún canal o plataforma. Fútbol del de antes, una vez más.

El encuentro comenzó y rápidamente llegó el baño de realidad con el gol del Rayo a los 13 minutos. Seguro que más de uno agradeció la rapidez del tanto rival para así ahorrar nerviosismo. Ese mismo nerviosismo seguro que rondó la tribuna norte, la de los seguidores rayistas, durante buena parte de la segunda mitad. El Barakaldo se hizo con la manija del encuentro y los seguidores gualdinegros, ayer multiplicados por cuatro, comenzaron a vislumbrar el empate. Casi a tocarlo, como en la falta de Sergio García. O como en la triple ocasión de Juan, Galán y el propio Sergio. O como en ese balón que a punto estuvo de complicar la vida del guardameta Morro. Casi tocaban ya el empate... Y de repente, en un fugaz instante, como queriendo emular el nombre de su equipo, Piovaccari hizo enmudecer Lasesarre y ya poco más se pudo hacer. La ilusión dio paso a la resignación y la lógica, a la confianza ciega. El partido podría haber concluído en ese mismo momento, ya que poco había ya que decidir. Todavía se prolongó la pena durante diez o doce minutos más. Por fin, el pitido del colegiado dio fin a la eliminatoria, al fin de semana de ensueño vivido en Barakaldo y a la ilusión por protagonizar una de esas sorpresas que todos los años da la Copa.

vuelta de honor Sin embargo, la afición barakaldarra no quiso marcharse sin reconocer el esfuerzo de los suyos, que pese a la derrota dieron la vuelta de honor, deteniéndose frente al aún abarrotado fondo Sur. Allí, mientras en la tribuna Norte los aficionados franjirrojos aún cantaban "La vida pirata", jugadores y aficionados entonaron el "Barakaldo nunca se rinde" que tendrá que mover ahora al club de Lasesarre a superar su más importante eliminatoria: la del concurso de acreedores que a esta hora continúa dirimiendo el futuro de la entidad.