El colosal Tour de Francia, la carrera más universal, la más grande y poderosa del mundo, se concentra en una baldosa, la que comparten dos eslovenos, Tadej Pogacar, campeón en curso, y Primoz Roglic, al que le sobró el quebranto de La Planche des Belles Filles para serlo. Desde aquella jornada en la que el prodigioso Pogacar atravesó la historia de la Grande Boucle de modo tan inopinado como grandilocuente, el universo ciclista confluye en las miradas de Roglic y Pogacar. En sus pupilas imaginan París, el reino de los Campos Elíseos, donde aguarda el frontispicio de lo inolvidable. En el imaginario colectivo aún prevalece la memoria del desenlace del Tour de la pandemia. Desde ese instante, el de la euforia de Pogacar y la devastación de Roglic, sentado en el suelo del desconsuelo, cada centímetro de la carretera, cada jadeo competitivo, cada curva del calendario, tallaba su reencuentro. Los dos eslovenos, dominadores del panorama ciclista, se vieron en la Itzulia, donde Roglic pudo con Pogacar en un pulso apasionante. Cada uno de ellos venció una etapa. En la jornada definitiva, Roglic cargó contra el muro de contención de Pogacar, defensor de su compañero McNulty. La lealtad de Pogacar con su líder generó una persecución maravillosa. Roglic buscaba la redención. La logró en el santuario de Arrate. Se liberó Roglic de los fantasmas que le perseguían desde el Tour, cuando Pogacar le encadenó a una derrota profunda y cruel. En el sistema nervioso de la Itzulia fue el único punto en el que se midieron en las distancias cortas, a quemarropa. Después, tras la primavera de las Ardenas, se alejaron.

La historia de Roglic y Pogacar es un vis a vis de campeones que hombrean por cada pulgada de terreno como Anquetil y Poulidor, hombro con hombro en la subida al Puy de Dome durante el Tour de Francia de 1964. Un duelo que regresa en el escenario más rutilante. Pogacar accede al Tour con una vitrina estupenda. Vencedor del Tour de UAE, la Tirreno-Adriático, la Lieja y el Tour de Eslovenia. "Siempre va a por todas, no sabe correr de otra manera", disecciona Josean Fernández Matxin, mánager general del UAE. "Esta mejor que nunca", advierte su masajista, Joseba Elgezabal, que conoce como ningún otro la musculatura del esloveno. La aproximación de Pogacar a la carrera francesa es la concatenación de eslabones de éxitos. El acercamiento de Primoz Roglic, némesis de Pogacar, también está tejido por los hilos dorados de las victorias. El esloveno levantó la persiana del curso en la París-Niza. Dominó la carrera de punta a punta, pero una caída le arrebató el laurel. Se fue abollado pero con tres victorias de etapa en su petate. Después asomó en la Itzulia, donde se impuso a partir de la contrarreloj de Bilbao y el asalto definitivo en Arrate. Tras haber competido en las clásicas belgas, donde fue segundo en la Flecha Valona, Roglic se apartó de la tradición y se recluyó en las montañas. Su última carrera data del 25 de abril. Dos meses después reaparecerá en Brest tras las concentraciones en altura de Sierra Nevada y Tignes. Pogacar también se recogió durante casi un mes en Sestriere (Italia) para oxigenar el Tour. El Tour de Eslovenia, que venció con otra exhibición, fue el repunte antes de la carrera francesa.

Con esas credenciales comparecen los dos eslovenos en su latifundio francés, una provincia de Eslovenia. En el recorrido del Tour aguardan dos cronos individuales. La primera se sitúa en la quinta jornada. Serán 27 kilómetros que servirán para fijar posiciones. La segunda, de 30 kilómetros, en el penúltimo día de carrera, determinarán el vencedor de la Grande Boucle. Serán dos hitos que marcarán la carrera dado la igualdad de ambos en la montaña. El encuentro con las cumbres subrayarán las aristas de los Pirineos, que enjuiciarán el Tour. Los Alpes, situados en el meridiano, tendrán menos peso. En la última semana emergen las etapas con final en Saint Lary y Luz Ardiden, que se presumen vitales antes de acceder a la contrarreloj de cierre. Un terreno que será el tablero de ajedrez para Pogacar y Roglic, que se antojan inaccesibles al esto en el cara a cara.

Para Josean Fernández Matxin, que dirige a Pogacar, "el Tour no será solo un mano a mano entre Pogacar y Roglic". Esa misma idea sostiene Roglic. "Hay muchos rivales muy fuertes que son capaces de ganar. No es solo una pelea entre Tadej Pogacar y yo, hay otros veinte corredores con opciones, hay que ir allí y competir y hacer nuestro mejor esfuerzo", expuso días atrás el esloveno. Más allá de los lugares comunes o de respuestas que viajan en la valija diplomática, solo el Ineos, que alista a Geraint Thomas, campeón de 2018, Richie Porte, podio de 2020, y Richard Carapaz, parece capaz de alterar el biorritmo de un Tour con un nítido acento esloveno ante la dimisión del resto, que alejan la general de su radio de acción para encontrar la rendijas de luz a través del lucernario del día a día.

David Brailsford, mánager de la formación británica, anunció un equipo guerrero para intentar desestabilizar a Roglic y Pogacar, dos corredores que se elevan varios cuerpos por encima del resto cuando se trata de los retos cara a cara. Derrotar a ambos requerirá una guerra a campo abierto, porque en los espacios íntimos, incluso claustrofóbicos, su superioridad y fiabilidad parece incuestionable. El Tour de Francia es un duelo entre los eslovenos. Un asunto personal entre Pogacar y Roglic.