- “La vida es más importante que una carrera ciclista. Hay que pensar en la gente. Las fuerzas del orden están movilizadas para impedir que la gente circule, no veo cómo lo pueden hacer durante el Tour”, reflexiona Bernard Hinault, cinco veces campeón de la Grande Boucle. La revolución generada por la pandemia, donde nada es como antes y difícilmente lo siga siendo después, ha alterado el ecosistema del ciclismo de tal manera que lo inimaginable ha pasado a ser una realidad. Aplazado el Giro de Italia sine die -aunque RCS, su empresa organizadora anunció a través de la Gazzeta dello Sport, su periódico, que quiere situarlo en octubre- y con el Tour de Francia convertido en una incógnita, solo la Vuelta a España parece a salvo de las garras de la pandemia, si bien, la ronda española podría convertirse en un daño colateral del corrimiento de tierras del ciclismo provocado por el terremoto del coronavirus.

La Vuelta, prevista para que se dispute entre el 14 de agosto y el 6 de septiembre, parecía ajena ante la incertidumbre que corroe al Giro y al Tour, pero el escenario es muy cambiante y las certezas de hace un minuto son dudas un segundo después. El covid-19 colocaba a la ronda española en una situación tan inesperada como ventajosa. La extraordinaria sacudida producida por la alarma sanitaria subrayaría el poder de atracción de la Vuelta, que en circunstancias normales tiende a recoger las migas que dejan el Giro y el Tour. Sin ninguna certeza sobre su celebración -el Tour se ha dado de plazo hasta el día 15 de mayo para adoptar una decisión-, la Vuelta es consciente de que su anclaje en el calendario le otorga una clara ventaja. Además, según la normativa de la Unión Ciclista Internacional (UCI), en caso de que una carrera no pueda disputarse en las fechas fijadas y tenga que buscar acomodo en otras, estas no pueden perjudicar a una prueba que ya está señalada en el calendario con anterioridad.

Ante un horizonte repleto de incógnitas la ventaja del calendario que dispone la Vuelta podría verse laminada. Sin Juegos Olímpicos a la vista, tachados por el covid-19, el Tour no descarta retrasar su comienzo. Su plan A es hacerlo en las fechas asignadas y que la carrera se desarrolle entre el 27 de junio y 19 de julio con público. “Ahora mismo lo veo muy difícil, creo que tendría que desaparecer la enfermedad en todo el mundo para que pudiera disputarse el Tour. Si hay Tour, la gente va a querer ir a verlo y se dirán: Si pueden ir los ciclistas, nosotros también. No tiene sentido querer hacerlo sin público”, considera Hinault. Para ello sería imprescindible que los corredores, ahora confinados, pudieran desplazarse y entrenar a partir de mayo, competir en junio y ponerse el dorsal con destino a Niza, punto de ignición de la Grande Boucle. Ese sería el escenario ideal, pero ante la falta de garantías, no es en descartable que el arranque del Tour se retrase o que incluso no se dispute.

un mes clave

Si la carrera francesa fuera al límite y apurara hasta el 25 de julio, concluiría el 16 de agosto y pisaría a la Vuelta, cuyo comienzo está previsto para el 14 de agosto en los Países Bajos, donde se disputarían las tres primeras jornadas. La Vuelta finaliza el 6 de septiembre en Madrid. Eso provocaría una colisión frontal entre dos de las grandes, algo que nadie desea. “Si el Tour tuviera una posibilidad, querría decir que la enfermedad habrá desaparecido. Sería una gran noticia”, desgrana Hinault. La solución intermedia pasaría porque el Tour arrancase antes del 25 de julio. Para ello, la carrera dispondría de tres sábados: los del 4, 11 y 18 de julio. Con ello daría aire a la Vuelta. De momento, Unipublic, organizadora de la prueba española, trabaja porque se dispute con normalidad en sus fechas.

El quebradero de cabeza es, por tanto, para el Tour porque el Giro tiene intención de situarse entre el 3 y el 25 de octubre. El problema radica en el posible conflicto de intereses entre el Tour y la Vuelta en agosto. La carrera francesa, el sol del ciclismo, no tiene la intención de sombrear a la Vuelta, pero todos son conscientes de que en un posible pulso vencería el Tour. Además, ASO, empresa organizadora de la Grande Boucle, es parte del accionariado de Unipublic, que gestiona la Vuelta. Cualquier hipótesis queda supeditada al dictamen de la pandemia del coronavirus. La gran encrucijada.