bilbao - Llamadme Nairo. Quintana reivindicó su nombre en Calpe. Allí subrayó su estatus y su piel de campeón en un triunfo inopinado. En su despedida del Movistar, el colombiano que corre para él, disparó su cotización con una victoria estupenda, inapelable. Resolvió con fiereza, determinación e inteligencia en un sexteto formidable. “Ataqué cuando vi el momento. No miré hacia atrás en ningún momento. Si llegaba, llegaba”, expuso el colombiano. Ni Roglic, ni Roche, el nuevo líder, ni Aru, ni Urán ni Nieve pudieron responder al jaque mate de Quintana. “Creo que nunca había ganado una etapa así, pero siempre hay una primera vez. Fue bonito y especial. Mi equipo y yo necesitábamos algo así”, apuntó el colombiano. Fue el mejor trilero. La jornada elevó a Quintana, discutido por su egoísmo y capacidad para esquivar el tajo, pero indiscutible su clase y lectura de carrera en una etapa que revolvió a la Vuelta, que dejó las primeras pistas, migas para el futuro. Allí se ve a un forzudo Quintana. “Está fortísimo” dijo Valverde. También a un ambicioso Roglic y a un tenaz Urán, ambos en el grupo desde el que partió Quintana hacia la gloria. “Respecto a la celebración, quise simular que volaba porque quiero seguir volando alto”, apuntó. El Cóndor deshilachó a López, que se lió la capa a la cabeza y concedió 37 segundos. Se cegó el colombiano, al que Roche arrancó el liderato. Nada que ver con la visión nítida de Quintana, estupenda su resolución. Kruijswijk perdió la cordada y 1:43 respecto a Quintana. El mismo tiempo que cedió Izagirre, quemado en la pira por el propio Supermán López, atorado en el tránsito hacia Calpe donde paseó el orgullo Quintana.

Horas antes, en Benidorm, epítome del turismo español, la babilonia de las sombrillas, los rascacielos y las playas custodiadas por los jubilados, más difíciles de tomar que los arenales del desembarco de Normandía, se hablaba de piscinas. Del resbalón de la Vuelta, marcada por la caída del Jumbo y del Emirates en la crono por equipos de Torrevieja. Los dos equipos se estrellaron en una curva que supuraba agua por culpa de la rotura de una piscina hinchable en una casa próxima. Cosas del calor. El agua se filtró hasta el recorrido y los dos equipos se vieron dañados. El suceso generó un debate sobre lo idóneo de un trazado urbano para desarrollar una contrarreloj por equipos, donde los ciclistas están esposados unos a otros. Sin escapatoria cuando algo se desajusta. La especialidad requiere otros escenarios, pero la organización necesita el público para vender el producto. Las ciudades, con sus bolardos, sus aceras y sus pasos elevados son una trampa para los ciclistas. El pleito alcanzó a los jerarcas de la carrera y a la organización.

Lejos de ese salón, entre los jornaleros, el pensamiento era una mirada al frente. Hacia Calpe. Ángel Madrazo (Burgos-BH), Jonathan Lastra (Caja Rural), Willie Smit (Katusha) y Sander Armée (Lotto) se lanzaron a la aventura con la nostalgia de los tiempos en los que las escapadas facturaban y cobraban derechos de autor. Esa época pasó. Hoy, los expedicionarios corren hacia el patíbulo. Más cuando en el recorrido sobresale una chepa como la de Puig de Llorença, una invitación a agitar la coctelera entre quienes miran la Vuelta con ojos de enamorado. En cuanto elevó el mentón la carretera, la fuga era un recuerdo vintage, tal vez un souvenir. Pierre Roger Latour y Davide Formolo se impulsaron en el trampolín. Fue la llamada al combate. La primera cota con sustancia, algo más de tres kilómetros al 9,5%, alteró el pulso entre los favoritos, que entendieron que el puerto era un lugar ideal para el enredo. Valverde no pudo resistir la tentación y zarandeó el grupo, del que se desprendió casi de inmediato Poels y más tarde le tocó el turno a Kruijswijk, atosigado en una cota que rasgó a más de uno.

Los favoritos, con el líder Miguel Ángel López, se arremolinaron entre las rampas. La subida, a tirones, ansiosa, frenética, dislocó cualquier orden. En esas idas y venidas, en medio de la espuma, se destacaron Nairo Quintana, Rigoberto Urán, Mikel Nieve, Primoz Roglic, Fabio Aru y Nicolas Roche. Ion Izagirre, último bastión de Supermán, al que le faltó vuelo en la capa, trató de coser la desventaja. Sus puntadas no pudieron cicatrizar el ataque de Roglic, empeñado en recuperar la derrota de Torrevieja. El esloveno giró la cabeza una sola vez y el resto fue un trabajo en común junto a Urán, Aru y Roche, toda vez que Quintana se camufló en el anonimato, ajeno al idioma de los relevos. En carroza. Nieve, con Chaves cortado, también se desentendió del tajo.

izagirre, quemado El trabajo fulminó a Ion Izagirre, quemado en el monólogo tratando de acercar a López, que perdió al de Ormaiztegi, abrumado en una decisión pésima en lo estratégico. El líder, atado al segundo grupo, tuvo que enfrentarse al puño del viento mientras el sexteto, con cuatro relevistas convencidos, adquiría una renta estupenda no solo para el botín de la etapa sino también para la búsqueda del tesoro en Madrid. La ventaja se fue de la decena de segundos a sobrepasar el medio minuto. En un terreno sin respiro, con aspecto de montaña rusa, e intereses encontrados, el sexteto se puso en órbita. Por detrás a López solo le empujaba Formolo. La brecha era una falla. Volcánico, en un repecho a tres kilómetros de meta, Quintana entró en erupción. Lava y fuego. Rabia. Nairo, que no dijo ni palabra cuando se le requería en la cadena de montaje, se encendió con un ataque que derritió al resto, perdidos en las dudas.

Quintana, enérgico, tiró hacia delante, mientras sus compañeros se perdieron en miradas que acaban en nada y hombros que se elevan con cierto aire de resignación pensando que aún hay tiempo. La esperanza de los desheredados. Nairo, que corre para sí mismo, leyó la mente de sus rivales y zanjó el asunto con un despegue que dejó ceniza a su espalda. Ni Roglic, ni Aru, ni Roche, ni Urán pudieron echarle el lazo. Tampoco Nieve. Quintana, libre, festejó su victoria volando. Cóndor. Apenas cinco segundos después Roche también sonrió. El irlandés es el nuevo líder de la Vuelta después de que López se estrellara en el laberíntico final que reivindicó a Quintana.