bilbao - Las montañas preguntan siempre por Mikel Landa, hijo pródigo de las cumbres. No necesita más Landa para ser feliz que sentirse libre frente a una cuesta que le invoque, que suspire por sus encantos y esa forma de agarrar el manillar por la parte de abajo. El esprinter de las montañas. Como Pantani. El Pirata. Esa bandera enarboló Landa en Montoso, el primer puerto con heráldica del Giro. Fue asomar la nariz y Landa saltó de contento. Al igual que Miguel Ángel López, otro amante de las montañas. Nacidos para volar. Por eso, cuando Superman López atizó la hoguera en Montoso, a 40 kilómetros de meta, Landa, inquieto, se agitó por dentro. Antorcha encendida. Fuego. Sintió el de Murgia las mariposas en el estómago y levo anclas sin mirar atrás. Las mejores despedidas son las que no se intuyen y el mejor Landa es el que no se preocupa por nada. El escalador que corre por instinto. “Era importante para mí verme adelante otra vez en la primera etapa de montaña. Recuperar algo de tiempo, aunque sea poco, y estas sensaciones es algo muy positivo para mí”, expuso Landa, que recortó medio minuto a Roglic y parpadea a 4:24 del esloveno. Alimento para la moral.

Con ese aire despreocupado, pero con los pedales cargados de dinamita, se enroló a la aventura que planteó Miguel Ángel López, fiel al guion del Astana, el equipo del ataque infinito. “A mitad de subida, visto que gente como Miguel Ángel se han empezado a mover y ha habido algo de parón, he intentado aprovechar y he decidido ir para adelante”, analizó el de Murgia. Landa y López congeniaron de inmediato. Telepatía. Ambos son dos cometas que tratan de remontar el vuelo en el Giro, que les señaló con el dedo acusador en la primera semana y les situó ante un única solución: caminar o reventar. Esa es su realidad. Toque de corneta y ataque desde lejos. A por todas. A la carga. Con ese espíritu rebelde, con el aire de los irreductibles, recortaron 28 segundos respecto a Primoz Roglic en Pinerolo, donde venció Benedetti, el mejor de la fuga, y pasó por la sastrería rosa del Giro Jan Polanc, que se quedó con la maglia de su compañero Valerio Conti, destronado tras defenderse lo que pudo.

La montaña trazó un nueva arquitectura en la Corsa rosa, que se ha subido a las alturas para lanzar un plano cenital y resituar la carrera, de la que se desprendió Pello Bilbao, abrumado por la alergia. Montoso sirvió de mesa de autopsias. Radiografió el semblante de los patricios de la carrera. A Landa y Miguel Ángel López los trazó beligerantes, picajosos, con el rostro guerrero, dispuestos al combate en cada ring. En cuanto pudieron, mostraron su puños. Ambos buscan el K. O. Socios del club de la lucha. A Primoz Roglic, al que todos quieren ver en la lona, le mostraron aislado. Una isla sin Robinson ni Viernes. Su equipo, el Jumbo, se desvaneció en el primer escenario de la gira por las cumbres. El esloveno, indescifrable, resolvió sin exponerse. Controló la situación sin que el pulso se le alterase. Implacable gestor.

En Montoso se acunó en la mecedora, en el ritmo que marcaban otros porque siempre hay alguien dispuesto. Aunque desamparado, en su soledad, Roglic dejó que fluyeran los intereses cruzados que vertebran el Giro de Italia. El esloveno demostró templanza y sabiduría en inferioridad numérica. No se puso nervioso. Ciccone, que cuidaba su maillot de la montaña y que tiraba de Mollema, y Majka, que corre en su nombre, dieron carrete al grupo en Montoso, donde Astana y Movistar provocaron el asalto. Roglic no se apuró. En realidad, un tipo capaz de abordar un trampolín de 90 metros para despegar y volar más de un centenar de metros por el aire, apenas sostenido por las corrientes y dos tablas, no parece muy impresionable. Tampoco Nibali, sereno en el arranque de la montaña. El Tiburón, el hombre que se hace gigante en la tercera semana, observó al esloveno y Roglic le devolvió la mirada en un ascensión novedosa, con los maillot a dos aguas, en la que Landa y Miguel Ángel López eran el ruido de la cascada.

la calma de roglic A la maniobra de jaque a Roglic no se incorporó Simon Yates, un dinamitero. El inglés, un tipo que hierve, no pudo agarrarse a la cordada del alavés y el colombiano, conscientes de que su Giro tiene que ser audaz y agresivo porque tienen que morder segundos a bocados. “Aunque haya un favorito como Roglic con bastante ventaja de tiempo sobre el resto y ciclistas como Nibali que conocen perfectamente cómo moverse y están bien, nosotros no lo vamos a dejar de intentar”, apuntó Landa. Alistados en la misma misión, alcanzaron medio minuto de ventaja en la corona de Montoso. Por detrás, Roglic continuó con el rictus de contable que mira por encima de las gafas antes de tomar cualquier decisión. Nada de precipitaciones. Roglic dejó hacer, como si desestimara la carrera, como si el duelo al que le retaron Landa y López no fuera con él. Elevó los hombros, se enmascaró en el anonimato, a cola del club de los nobles, y apostó porque la corriente interna de la carrera le arreglara la afrenta. Roglic era un gallego por una escalera. No se sabía si subía o si bajaba. Estaba, pero no se le notaba. Un traje gris marengo en una boda.

Landa y López vestían chaqueta de lentejuelas. Purpurina. Brillantes estrellas de la función. En su actuación sumaron a sus gregarios, Sütterlin y Boaro, que pertenecieron a la fuga, para que les dieran cobertura. Roglic no se afanó en la persecución. Sivakov, el joven del Ineos, sobresalió con los mejores relevos de un grupo que se fue cosiendo tras deshilacharse en Montoso y que perseguía a Landa y López. Los dos se posaron sobre el muro de San Maurizio, un empedrado con un desnivel medio del 13,6 % y rampas del 20 %. Por allí hacia un rato que cabecearon los fugados. En Pinerolo resolvió Cesare Benedetti y Jan Polanc logró el liderato. El jefe, sin embargo, es Roglic. En la empalizada de adoquines, el esloveno subió con su reconocible estampa. Inmutable. Evitó las miradas indiscretas con sus gafas de espejo. Hizo sin hacer. Alguno le quiso fulminar con las palabras, pero Roglic sonrió, mullido en su ventaja. El de Murgia y López continuaron su pelea y accedieron a Pinerolo, la meta que elevó a categoría de mito a Fausto Coppi, con 28 segundos de renta sobre Roglic, Nibali, Yates y el resto de favoritos. “La carrera está muy abierta, va a ser muy difícil de controlar”, cerró el alavés. El día que en el Giro se recordó la cabalgada mágica de un uomo solo è al comando, Landa se alistó a la guerra.

1. Cesare Benedetti (Bora)3h41:49

2. Damiano Caruso (Bahrain)m.t.

3. Edward Dunbar (Ineos) m.t.

4. Gianluca Brambilla (Trek) a 2”

5. Eros Capecchi (Deceuninck)a 6”

6. Jan Polanc (Emirates)a 25”

19. Mikel Landa (Movistar)a 7:35

55. Víctor de la Parte (CCC)m.t.

58. Mikel Nieve (Mitchelton)a 10:37

80. Pello Bilbao (Astana)a 18:44

99. Ion Izagirre (Astana)m.t.

122. Markel Irizar (Trek)a 20:02

159. Grega Bole (Bahrain)a 21:38

1. Jan Polanc (Emirates)48h49:40

2. Primoz Roglic (Jumbo) a 4:07

3. Valerio Conti (Emirates)a 4:51

4. Eros Capecchi (Deceuninck) a 5:02

5. Vincenzo Nibali (Bahrain) a 5:51

6. Bauke Mollema (Trek) a 6:02

7. Rafal Majka (Bora) a 7:00

8. Richard Carapaz (Movistar) a 7:23

9. Andrey Amador (Movistar) a 7:30

21. Mikel Landa (Movistar)a 8:31

27. Víctor de la Parte (CCC) a 10:11

36. Mikel Nieve (Mitchelton)a 13:02

43. Pello Bilbao (Astana) a 16:30

60. Ion Izagirre (Astana)a 29:28

146. Markel Irizar (Trek)a 1h28:13

159. Sho Hatsuyama (Nippo)a 1h54:04