BILBAO. Solo dos estadounidenses repetían del equipo que había ganado el oro en los Juegos de Londres dos años antes, James Harden y Anthony Davis, pero La Barba no había alcanzado el nivel de excelencia actual y La Ceja apenas asomaba como estrella incipiente en la mejor competición del mundo. La plantilla que iluminó Bilbao era, por tanto, un equipo muy joven que generaba dudas sobre su verdadero potencial ya que recogía el testigo de los Kobe Bryant, LeBron James, Kevin Durant o Carmelo Anthony, nombres que a todos sonaban y que estaban en su cénit competitivo en la NBA, aunque para esta cita se borraron. El entrenador Mike Mrzyzewski, el mítico Coach K, era la otra figura reconocible de una selección que quería mantener la hegemonía recuperada en los Juegos de Pekín de 2008.

Turquía, República Dominicana, Nueva Zelanda, Ucrania y Finlandia fueron los rivales en el BEC de Estados Unidos, que debía ser el candidato claro a ocupar el primer puesto dentro de un grupo de estilos muy variados. La victoria en el partido inicial ante los nórdicos europeos, tal día como hoy, por 59 puntos de ventaja (114-55) despejó las incógnitas y el Bizkaia Arena fue durante cinco días un lugar de bocas abiertas, de gestos y aplausos de admiración y de un gran ambiente, generado sobre todo por los 7.000 finlandeses que, celebrando cada día su debut en una Copa del Mundo, convirtieron la sede de Bilbao en un éxito.

Espectáculo cada día La cercanía con algunos de los mejores jugadores del mundo hizo olvidar a los aficionados locales el mal momento que atravesaba el Bilbao Basket, su equipo de referencia, que había estado por unos días fuera de la ACB. El público vizcaino y quienes llegaron de fuera descubrieron la magia de Kyrie Irving y Stephen Curry, la facilidad anotadora de Klay Thompson y James Harden, la clase de Anthony Davis, la exuberancia física de Kenneth Faried, que dejó acciones espectaculares cada día, y el perfecto encaje en los roles asignados por Krzyzewski de todos los demás, jugadores que con el paso de los años se hicieron habituales en el All Star y demostraron que la selección que enamoró a Bilbao era mucho mejor de lo que parecía. Solo ante Turquía, y durante casi tres cuartos, sufrieron los norteamericanos para imponerse. Sus rivales les trataron con el respeto habitual, conscientes de que sus batallas eran otras, y tras un esfuerzo de cinco partidos en seis días la selección USA accedió a la fase de eliminatorias perfectamente rodada.

El grupo tuvo de todo porque también hubo emoción por conocer quiénes avanzaban a la segunda fase. Turquía, República Dominicana y Nueva Zelanda acompañaron a los estadounidenses a los octavos de final y Ucrania y Finlandia, que pagó su falta de oficio con tres derrotas por escaso margen, se quedaron en el camino, aunque todas contribuyeron a que la Copa del Mundo dejara en Bizkaia un recuerdo inolvidable después de seis días que no se volverán a repetir.

El torneo siguió en Madrid y Barcelona. Las andanzas del equipo estadounidense fueron seguidas con interés, por si algún rival era capaz de sorprenderles antes de la deseada final con España, pero los hombres de Coach K apretaron el acelerador y pasaron por las eliminatorias como un ciclón. Sumaron nueve victorias en nueve partidos por una diferencia media de casi 33 puntos. México en octavos de final, Eslovenia en cuartos, Lituania en semifinales y Serbia en la final fueron las víctimas de un equipo que también trasladó su sentido del espectáculo y su aura de imbatible a las dos grandes sedes del torneo. En la final no se enfrentaron a España, que era lo que todo el mundo había preparado, pero los anfitriones cedieron ante Francia en un lamentable partido de cuartos de final que cayó como una bomba y costó el puesto al seleccionador Juan Antonio Orenga.

Jugadores de leyenda Después de esos seis días para la historia del baloncesto de Bizkaia, Estados Unidos se hizo el equipo favorito de los aficionados que les vieron en el BEC. Las carreras posteriores de varios de ellos, camino incluso de la leyenda, han confirmado lo que entonces se intuía: que eran muy buenos, aunque a la mayoría no se les conocía la víspera de arrancar la Copa del Mundo. De hecho, al poco tiempo la mayoría de ellos estaban jugando el All Star Game. Ahora, ya sobra presentar a Stephen Curry, a James Harden, a Kyrie Irving, a Anthony Davis, a Demarcus Cousins y también a Klay Thompson, aquel jugador que quería pasar desapercibido sentado en una silla de su banquillo y que ahora se ha convertido en uno de los mejores tiradores de la historia.

Mañana empezará para Estados Unidos el reto de mantener el nivel y lograr el tercer título mundial consecutivo. Solo Mason Plumlee, un jugador de complemento, repite en la convocatoria, ahora con Gregg Popovich en el banquillo. Los aficionados chinos, como los de Bilbao en 2014, quizás esperaban otra cosa, pero nunca se puede descartar ni minusvalorar a la selección que representa al baloncesto más profundo y con más talento del mundo. Los doce de 2019, como los de entones, cargan con la misma misión que todos sus predecesores: conquistar el oro y, de paso, fabricar sueños y provocar sonrisas.