Bilbao - La temporada del Bilbao Basket se puede resumir perfectamente en el tramo final del partido ante el Iberojet Palma que le dio el ascenso a la Liga ACB. Fueron dos jugadas y una reacción colectiva. Después de un partido desacertado, Jaylon Brown tomó la responsabilidad y anotó un 2+1 entrando en la zona con esa verticalidad de la que no siempre ha sabido sacar todo el provecho. El estadounidense intentó esa jugada un montón de veces a lo largo de la temporada, pero en muchas de ellas su intento de anotar contra los contactos fue infructuoso. Hasta el domingo, cuando más falta hacía. Después, en el ataque que fue decisivo, Schreiner anotó también el triple del ascenso. El austriaco no lució durante el curso en la que era una de sus mejores virtudes, meter esos tiros liberados. Hasta el domingo, en que hizo cinco de siete en triples. Cuando más falta hacía.

La canasta de Schreiner provocó que sus compañeros invadieran eufóricos la pista para celebrarla todos juntos. La ventaja del Bilbao Basket era de seis puntos, pero aún quedaban unos pocos segundos y Álex Mumbrú trató de contenerles. Pero ese espíritu colectivo es quizás la gran clave de la temporada y el mayor acierto del catalán en su primer año como entrenador. Su experiencia de jugador se ha materializado en una muy atinada gestión del grupo que ha logrado que la plantilla haya cumplido el objetivo pese a que la mayoría de los jugadores no han tenido un rendimiento estable en el rol con el que llegaron en verano. Pero como Mumbrú no se dejó a nadie por el camino ha conseguido que el equipo se mantuviera unido y que siempre hubiera recursos para sumar victorias. Quizás con un rendimiento más regular el Bilbao Basket habría estado más cerca del Betis, pero al final los dos equipos han acabado en el mismo lugar. Y así, como dijo Mumbrú, Miribilla ha podido disfrutar de tres partidos, el quinto ante el Palencia y los dos de la Final Four, de recordar para siempre.

En la pretemporada, el Bilbao Basket dejó destellos de que podía ser un equipo con capacidad para anotar con fluidez y ser brillante. Pero el paso de los partidos obligó a tomar otro camino para sumar victorias. Mumbrú pronto se dio cuenta de que había que ganar desde la solidez y convenció a sus jugadores de que, para ello, no había que escatimar esfuerzos en defensa. Los porcentajes en los triples no terminaron de repuntar hacia donde se esperaba y la idea pasó a ser madurar a los rivales con una rotación larga para darles la puntilla en el último cuarto. La mayoría de los partidos se ganaron así, aunque el equipo también tuvo fases oscuras en las que la falta de acierto en ataque condujo a derrotas duras. Pero el Bilbao Basket ya había construido una coraza y en cuanto se vio que el Betis era inalcanzable, el mensaje fue llegar a la fase decisiva en la mejor condición.

Jugadores como Martínez y Huertas, que debían aportar puntos, acabaron sumando más en facetas más oscuras, lo mismo que Matulionis, que ha tenido partidos brillantes con otros negados. Rigo acabó ganándose minutos como especialista defensivo. Los dos bases, sin acierto en el tiro tampoco, han hecho lo que el técnico les pedía, que era llevar siempre el ritmo, muchas veces entre la espesura. Al final, lo más fiable ha sido el juego interior, aunque solo Lammers, en su debut como profesional, ha merecido la nota más alta. Demetrio y Cruz se han repartido el protagonismo y Larsen tuvo un par de meses flojos. La mayoría de los jugadores no han dado su mejor rendimiento individual, pero al final la suma de todos ha salido sobresaliente, que en eso consiste los deportes de equipo.